ENTREVISTA · MIGUEL BRIEVA

"El arte posee resortes para reimaginar y retorcer la realidad"

  • El artista sevillano, enemigo de la sociedad de consumo, propone un recorrido por su trayectoria en la exposición 'Sobras maestras', instalada en el Albergue Juvenil

Miguel Brieva es uno de los protagonistas del programa expositivo de Eutopía con Sobras maestras, una antología de 70 obras que muestra su evolución en el campo de la creación gráfica. Pensamiento, crítica, humor y denuncia se dan la mano en estas sobras que reflejan los perfiles más oscuros de nuestra sociedad y nuestra época.

-¿Cuáles son sus sobras maestras?

-Como su nombre bien parece indicar, un poco de todo. Se trata de una cuidada selección de los mejores desperdicios, los residuos más amenos y las zurraspas de mayor enjundia. La crème de la crème del cubo de la basura creativa que hay frente a mi portal, recolectado minuciosamente año tras año desde que empecé en esto

-¿Cuáles son sus referentes en el campo del humor gráfico?

-El Roto, Chumy Chúmez, Crumb, Beto Hernández, Max, Paco Alcázar, Carlos Giménez, Sfar, Monty Python, Glen Baxter y muchos más.

-¿El arte posee herramientas para transformar la realidad?

-El arte posee resortes para reimaginar la realidad, para distorsionarla, retorcerla y hacerla virar sobre sí misma, para concebir y visionar otras realidades paralelas, en ocasiones tan reales como la aparentemente real, y a menudo preferibles. Aunque todo esto sucede a un nivel simbólico o sensitivo, la intensidad y potencia de la poesía, cuando se enrosca en lo más íntimo e incuestionable de lo humano, lo que quiera que esto sea, sí puede alumbrar o inspirar acciones que culminen en virajes de la realidad. En todo caso, es un proceso complejo, frágil, casi milagroso, que tiene además que rivalizar con otras poderosas derivas nuestras como son la ambición, el miedo, la inercia social y la estupidez. Que no lo tiene fácil, vaya.

-¿Se están acortando las distancias entre el cómic y la alta cultura?

-Eso parece. También ayuda, claro está, el hecho de que la llamada alta cultura sea cada vez más una cáscara vacía y sin contacto con la población, insuflada más por intereses de mercado y por deseos de diferenciación de las elites sociales que por el empuje de la creatividad propiamente dicha.

-¿Otro mundo es posible?

-Por supuesto. Pero ello requiere de un repunte de la responsabilidad, la conciencia y la imaginación del personal inédito en la historia, salvo en contadas y puntuales excepciones. El otro mundo está a la vuelta de la esquina, y además se impone por razones de supervivencia de la especie, pero es preciso un ejercicio de bricolaje social colectivo descomunal. Hay que deconstruir los engranajes del sistema como quien desmonta una estantería, pero carecemos de instrucciones y además tenemos a varios cientos de miles de millonarios y políticos a su servicio que, más que escondernos el destornillador y los alicates, nos los piensan clavar en el cráneo a la primera de cambio.

-¿El pensamiento único tiene caducidad?

-Todos lo tienen, igual que los imperios, pero lamentablemente tienden a sucederse unos a otros, igual que los imperios, vaya. Imperativos ecológicos y demográficos acabarán probablemente con el fascismo lúdico-capitalista-con-forma-democrática-de-consumo que vivimos en la actualidad, pero quién sabe, tal vez surjan nuevas y de nuevo estúpidas formas de dominio seudorreligioso, como antaño, o tal vez el emergente e impepinable imperio chino-mundial imponga otras formas de sociedad, a buen seguro igual de aberrantes. Al pensamiento único, pues, parece quedarle sólo una alternativa venturosa, que es la del pensamiento en sí, practicado por todos y cada uno de nosotros. Es o eso o, una vez más, la infame lotería de la historia.

-¿Por qué tanta gente dimite de la posibilidad de pensar por sí misma?

-No es una elección que se tome así, de la noche a la mañana; es más bien algo que va pasando, leeeeentamente, desde la infancia, auspiciado primeramente por la maquinaria educativa al servicio del Estado y el capital, reconducido más tarde por la apisonadora de la propaganda y la manipulación mediática permanente, y culminado finalmente por ese dejarse ir de los días, que van pasando, y en el arrullo de los cuales se va uno enrocando en sus pequeños problemas y deleites, optando por el minúsculo goce de lo individual y superfluo frente al más exigente compromiso con lo colectivo y lo verdaderamente bello. Es algo que, en cierta medida, se comprende y nos afecta a todos, y es por ello tal vez el mayor reto que enfrenta una persona. No tiene que ver con la clase social ni con el nivel cultural; depende exclusivamente de una empecinada voluntad, ¡sabe Dios de dónde saldrá!, por actuar libremente, con justicia y salero.

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