Cultura

Objetivo doblemente cumplido

  • La desigual presentación de las reses no impidió que se vivieran en La Carlota momentos de elevada temperatura artística, como en la faena de Finito de Córdoba

Los festivales taurinos benéficos tienen un doble objetivo. El primero y más importante es hacer una buena taquilla. Con esto se recauda un dinero que no arregla, pero si alivia notablemente, la economía del damnificado. Y el segundo, ya puestos, que el resultado artístico sea igualmente notable para contribuir a que los asistentes pasen una buena tarde de toros. En la tarde de ayer estos dos objetivos se cubrieron de forma notable. El primero, porque los tendidos de la efímera plaza instalada en La Carlota registraron una buena entrada. Y el segundo, porque con distintos matices, los espadas actuantes brindaron unas actuaciones que hicieron las delicias del público. Hubo cosas muy buenas, otras buenas a secas y otras menos buenas, pero queda claro que las labores de todos los toreros divirtieron a los asistentes al festival, aunque también hay que señalar que la presidencia estuvo dadivosa en demasía en la concesión de trofeos.

En primer lugar actuó el veterano José Ortega Cano. El hombre no está en su mejor momento físico. La edad y, sobre todo, las lesiones no perdonan. El maestro de Cartagena, que esta temporada y con muy buen criterio, sólo va a actuar en festivales de esta índole, estuvo correcto en los lances de recibo con el percal. Esta disposición no paso desapercibida para el público que enseguida se puso muy a favor del torero. Obviamente, con las facultades físicas tan mermadas, Ortega Cano no pudo cuajar una faena de muleta rotunda y redonda. Su voluntad y ganas fueron sus principales avales y como el que tuvo, retuvo, de cuando en cuando cuajó algún muletazo suelto, largo y templado con la chispa que caracterizó al torero en sus mejores tiempos. El recuerdo de su mejor época, el cariño del público y una efectiva estocada hicieron que paseara las dos primeras orejas de la tarde entre las muestras de un público que se le entregó desde el principio.

Juan Serrano toreó en su casa, y cómo toreó. Se topo con el novillo de mejor calidad del encierro, pero también el más justo de fuerza. Ya en los lances de recibo, el animal cantó esta doble condición. Tras una lidia justa en banderillas, Juan Serrano inició su trasteo con unos suaves muletazos para tratar de afianzar a su oponente. Pases de abajo hacia arriba, en línea recta, con la intención de ir alargando la bonancible embestida del novillo evitando así que rodase por la arena y también que se rajase. Una vez que Juan Serrano percibió que se podía atacar con más garantía al animal, comenzó el toreó que enamoró y aún seduce a los paladares más exigentes. La suavidad en los cites, los toques imperceptibles, los muletazos de delante hacía atrás y de arriba abajo, fueron brotando, haciendo las delicias del público y de un Juan Serrano entregado de verdad. Si bello resultó con la mano derecha, al natural alcanzó el cenit. Qué manera de torear al natural. Con facilidad, pero con dificultad. Juan Serrano hace fácil lo que parece imposible. Esta vez la espada viajó con rotundidad y los máximos trofeos fueron a parar a sus manos. Ahora viene la pregunta que muchos se hacen ¿Qué pasaría si la disposición, entrega y toreo que mostró ayer Juan Serrano, fuera patente en las tardes de los grandes compromisos?

Andrés Luis Dorado sorprendió gratamente. Parece ilógico que alguien que torea tan poco, evolucione como lo está haciendo el torero cordobés. Voluntarioso y variado en los lances de recibo conectó con un público que aún saboreaba el faenón de Juan Serrano en el toro anterior. Dorado, quien brindó su labor al público, inició la misma con unos valerosos muletazos de rodillas. Una vez de pie, encontró rápidamente y con facilidad la distancia del de Sorando, cuajándole muletazos con la mano derecha de gran plasticidad. Con la izquierda bajó el tono, recurriendo a un toreo accesorio que volvió a satisfacer a los congregados en los tendidos, siendo muy aplaudidas las manoletinas con las que culminó su faena. Estocada y los máximos trofeos al esportón.

Julio Benítez también mostró sus credenciales para la recién empezada temporada. Ya con el capote estuvo variado tanto en los lances de recibo como en un ajustado quite de frente por detrás. Con la franela inició su faena en los medios consiguiendo muletazos en los que tragó y aguantó una barbaridad. Al natural, la genética no falla. El torero encajado, muy vertical, citando con la muleta un poco retrasada para con un sutil toque embarcar al oponente y llevar la embestida largamente con una muñeca prodigiosa. En los desplantes y toreo temerario tampoco falla el ADN, por lo que la conexión con el tendido es notable, siendo premiado a pesar del pinchazo que precedió a la estocada con las dos orejas y rabo de su oponente.

Víctor Abad estuvo muy en novillero. Sus ganas de agradar hicieron que en ocasiones no tuviera la templanza necesaria, pero en los que empiezan y torean tan poco, esto es más que disculpable. El novillo de Madroñiz fue el más encastado de la tarde y Abad estuvo con él entregado y resolviendo suficientemente la papeleta. Cuajó alguna tanda interesante, sobre todo con la mano derecha. Lástima que no toree más para ir puliéndose y cogiendo oficio, porque la disposición y voluntad las tiene de sobra.

Cerró el cartel Israel de Córdoba, que se topo con el animal de peor juego de la tarde. El novillo de Toros de San Miguel, no tuvo la claridad suficiente para permitir un trasteo lúcido por parte del fino novillero de Ciudad Jardin. Las embestidas del novillo, dando arreones y rematando arriba por la poca fuerza hicieron imposible que Israel estuviera a la altura que de él se espera. También tiene la disculpa de la falta de oficio que le hubiera permitido resolver la papeleta de una manera más eficaz. Mató de una certera estocada y un público que se entregó con los actuantes lo premió con los máximos trofeos.

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