Crítica de Flamenco

Enorme colofón a Los Patios

Un momento del espectáculo en la plaza de la Corredera.

Un momento del espectáculo en la plaza de la Corredera. / jordi vidal

Llegó a La Corredera José de la Tomasa, cantaor de prestigio por sí y a cuenta de la saga que le precede. Ahí es nada: su madre, La Tomasa, su progenitor, Pies de Plomo, continuadores de la escuela de Pepe Torre, su abuelo materno, y por encima el hermano de éste Manuel, El Torre de Jerez, que fue el que les prestó a todos la vitola que les prestigió hasta hoy.

Este José Giorgio Soto, gitano trianero y señor donde los haya, elegante, no discrimina a nadie de la nómina de cantaores aunque sean gachés, recreen el cante que recreen. Es más, con su personal sello no huye de emplearse en cualquier estilo por éstos difundidos, siempre que sean brillantes. Por eso, tenerlo aquí en estos días de mayo, cuando estas fechas nos traen recuerdos gratos a aquellos aficionados que ya peinamos canas, fue un placer que agradecemos a los organizadores porque con ello recobramos momentos flamencos canónicos, devolviéndonos añorados sabores que tal vez sean el sostén de nuestra afición.

Así, De la Tomasa abrió el espectáculo con su campanuda a la vez que rica voz en tonos, para complacernos con tientos-tangos, por taranta y taranto recordando a Fosforito, en alegrías de Pericón, fandangos personales, soleá de Frijones y con la excelente sonanta de Antonio Carrión, guitarrista de reconocido prestigio que es reclamado por el grueso de las grandes figura del cante, poniendo fin a su colaboración con bulerías gaditanas, colmando las expectativas de quienes aguardaron su solvente participación.

Y, tras tan importante y singular personaje, el turno correspondía a otro diferente pero no menos brillante, el joven y soberbio bailaor cordobés Manuel Jiménez en la segunda parte. Comenzando con su elenco y sorpresas en el fin de fiesta. Primero por farrucas, colocando el listón a un excelente nivel, como para clausurar la velada por cantiñas y bulerías gaditanas, donde el temperamental baile de Jiménez, viril, talentoso y resuelto puso a la plaza como una olla a tope y, no siendo bastante, con el fin de fiesta invitando a subir al escenario a Joselito Chofles, amigo de la infancia, con un trastorno infantil superado por su afición al baile, que aceptó, haciendo todos un emocionante cierre, que el abarrotado aforo premió emocionado.

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