Economía

Los cambios tan veloces

ADMITID que las aguas que os rodean han crecido y que pronto os calarán hasta los huesos, será mejor que empecéis a nadar (...) u os hundiréis como una piedra". Cuando Bob Dylan compuso The times they are a-Changin' corría 1964, y pronto se convirtió en un himno generacional que movía a la agitación política y social, y a no quedarse quietos ante los cambios de gran calado que se producían en la sociedad. Por supuesto que los tiempos nunca han dejado de cambiar, aunque la velocidad e intensidad de las transformaciones ha sido variable a lo largo de distintas épocas. Si aquellos años 60 y 70 del gran trovador judío y yanqui fueron tiempos de grandes y rápidos cambios, la obra de Dylan no sólo daba para criticar un imperio belicista, sino también para componer canciones de profundo corte filosófico y oscuros aforismos sobre una sociedad caduca, así como sobre las drogas, la ternura o, claro, el desamor. Puede que la perspectiva de un clásico del pop como Los tiempos están cambiando -que se compuso cuando quien suscribe tenía un año- nos haga percibirla como reformista, renovadora, comprometida y, en definitiva y con permiso de los dylanianos de carné, como optimista dentro de la crítica. ¿Cabe plantear un paralelismo entre los inminentes cambios sociales -locales y globales- provocados por los vicios de una economía enfermizamente financiera y la situación que vivía el arisco Dylan? Por qué no. Otra cosa sería considerar la situación que vivimos con el filtro rosa de un optimismo providencialista. Sea como sea, a nadie le gusta hundirse como una piedra, así que a la fuerza ahorcan: muchas verdades y certezas han desparecido casi de repente, y el cambio sucederá con o sin nuestra adaptación a él.

Permitámonos una enumeración heterogénea y no exhaustiva de asuntos y rasgos sociales que ya no son como eran tan sólo ayer: el uso del coche, las relaciones laborales y el empleo por cuenta ajena, la función pública y los contratos indefinidos, nucleares sí o no y hasta cuándo, los dineros de una vejez que cada vez cumple más años, la gravitación del centro del mundo hacia Asia, la metástasis de una tecnocracia ejecutiva blindada y muchas veces codiciosa (a la que la política no es ajena), la clase media que periclita, la clase obrera mutante, el uso y el futuro de la energía y el agua, la locura del turismo de masas volando con frenesí, las pandemias, el buen uso de las tecnologías y el abuso desquiciado de las redes sociales...

Para manejar todo lo cual, sin duda, la forma de gobernar y los vicios de las democracias y sus ubicuos partidos políticos deben ser corregidos, si no queremos correr el riesgo de desembocar en una contestación social que desmantele el actual statu quo partitocrático, con la emergencia de partidos de nuevo cuño que simplifiquen la realidad con mensajes populistas. El padre de Mari Luz se plantea entrar en política. ¿Será el germen de nuestros berlusconis regionales o nacionales? Nos empeñamos en denostar al presidente de un país como Italia. Si conocen a italianos, seguramente convendrán conmigo en que ignorantes, irreflexivos y estúpidos no son adjetivos que se les pueda aplicar como pueblo. ¿Por qué votan a ese hombre tras mandar a la papelera a democristianos y comunistas? Volviendo a la canción de Dylan, una de sus estrofas resulta también premonitoria: "Vengan senadores, congresistas, escuchen el aviso, y no se queden en el umbral, no bloqueen la entrada, porque resultará herido el que se ponga en contra, hay afuera una batalla descarnada, pronto golpeará sus ventanas y crujirán sus paredes, porque los tiempos están cambiando".

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