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Un perfeccionista en busca de fortuna

  • José González, un héroe del cadismo, busca su primer gran exito lejos de casa · Es admirador del estilo de Rafa Benítez

A José Manuel González López (Cádiz, 1966) le veneran en el Carranza. Es algo así, para entendernos, como el Escalante gaditano. Cada vez que en la Tacita tienen problemas, su teléfono suena. Y pocas veces dice que no. La última -la única- fue cuando este verano Baldasano le tanteó, más por una cuestión de imagen que de convencimiento, para que abanderara desde el banquillo un faraónico proyecto de ascenso a Primera. José -pronúnciese Jose, sin acento- tuvo criterio, clarividencia, arrestos y buen gusto para desmarcarse de esa historia delirante. A él le van más los desafíos de gran calado y sencillo planteamiento, sin adornos superfluos. Como ascender a un equipo -lo hizo con el Cádiz, sacándolo de la ciénaga de la Segunda B tras ocho años- o salvarlo del descenso, que es lo que le pide ahora el Córdoba en su segunda aventura profesional lejos de su hogar. La primera, en la temporada 2004-05 en el Albacete, resultó traumatizante. Estuvo sólo diez jornadas y no encontró ni un atisbo de benevolencia en una directiva tan inexperta como él mismo, que había pasado en apenas cuatro años de adiestrar a juveniles a moverse por la Primera División.

El curso pasado, cuando el experimento de Oli descarrilaba sin remisión en Segunda, el ex delantero retornó al lugar que mejor conoce para exprimir un arsenal de conocimientos en contínua revisión. Es una auténtica esponja, un impenitente explorador de nuevos métodos y un declarado admirador de Rafa Benítez desde los tiempos en los que el madrileño, actual entrenador del Liverpool, trabajaba para el Valencia.

Del laboratorio de José González hablan y no paran quienes han trabajado a su lado. Obsesionado por las acciones de estrategia, estudioso de los conceptos defensivos y metódico hasta el extremo, pone un celo total en los entrenamientos. Unas prácticas rutinarias aborregan al futbolista y le atrofian una de sus armas esenciales, su inventiva. Avalado por más de un decenio como profesional, González siempre trata de favorecer la expresión del jugador. Eso sí, dentro de un orden. La palabra equipo fue la que más pronunció ayer durante su presentación ante los medios de comunicación. "Es un profesional de primer orden, educado y correcto, poco amigo del circo mediático", apuntan desde Cádiz quienes han tenido la oportunidad de seguir una trayectoria meteórica, una montaña rusa que simboliza la crudeza del fútbol en la actualidad. En tres temporadas, José González fue saltando de categoría como un verdadero bólido: Segunda B, Segunda, Primera... y al año siguiente, al paro. Así funciona el sistema. González, a sus 41 años, ha vivido lo suficiente, en el césped y en los banquillos, para lidiar con la presión que supone el día a día en un club con exigencias. Como el Córdoba.

Eternamente pegado a una botella de agua, este técnico que acostumbra a vivir los encuentros con una intensidad bestial -véanse las imágenes-, fue un espigado delantero, un rematador clásico que dejó huella en el Cádiz y que, en los tiempos en los que uno no se hacía millonario jugando en la élite -y aún menos en un modesto como el club amarillo-, completó su carrera en el Mallorca, Albacete y Rayo antes de poner un exótico broche de oro a su trayectoria en China, vistiendo la camiseta del Tianjin Lifei Samsung.

Agarró la pizarra en los cadetes del Domingo Savio y, en el 2000, el menciano Antonio Muñoz le abrió las puertas del Cádiz. Del juvenil y el filial pasó al primer equipo, enquistado en la Segunda B, con el Carranza vacío y un aburridísimo desfile de jugadores intrascendentes. José reventó los anticuados planteamientos técnicos de la Segunda B y, con un 4-3-3, una planificación al detalle de la estrategia y unas miras siempre a corto plazo, elevó al Cádiz en una campaña inolvidable. Lo sacó de la Segunda B en 2003. En su primer año en Segunda logró un séptimo puesto y fue el entrenador revelación. El Albacete, que había ascendido con Ferrando, lo fichó para su proyecto en Primera. Estaba en la cresta de la ola. En la 2006-07 relevó a Oli cogiendo al equipo el 16ª y dejándolo quinto, a las puertas del ascenso. Y de rozar la gloria, al limbo. Hasta ahora. José ha vuelto.

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