Sergio Ortiz y Jorge Troiteiro representan la transformación que ha supuesto la llegada de Antonio Gutiérrez al banquillo del Lucena. Ambos centrocampistas apenas entraban en los planes de Antonio Montero e, incluso, llegaron a manifestar su predisposición a salir del equipo con la apertura del mercado el próximo mes de enero. El sábado, ambos resultaron claves en la victoria aracelitana en el José del Cuvillo ante el Portuense (1-2), cita que también le sirvió a José Luis Argüello las sensaciones perdidas en los últimos meses por culpa de una lesión.

Antonio Gutiérrez aterrizó en Lucena el pasado martes y horas después de su presentación ante los medios de comunicación, se metió en faena. El sevillano era consciente de que no podía perder tiempo si quería enderezar un rumbo que se había torcido en las últimas semanas. Una reunión de dos horas con los jugadores -en la jornada inicialmente destinada al descanso- fue su carta de presentación. Y dos jornadas con doble sesión la confirmación de que no ha llegado al club a pasar el rato.

La primera demostración de que algo empieza a cambiar llegó el sábado en El Puerto de Santa María. En el once inicial, Gutiérrez apostó por el dibujo que más éxitos le ha dado en su carrera como profesional: el 3-5-2. Argüello, tras dos meses fuera de los terrenos de juego por lesión, fue el elegido para caer al costado izquierdo y acompañar a Antonio y Sergio Bustos en una línea de tres centrales. Por delante, un trivote y dos carrileros largos de claro perfil ofensivo.

Ahí aparecieron las otras novedades. Velasco fue el encargado de ocupar el flanco derecho; en el siniestro, Troiteiro disfrutó de su segunda titularidad en lo que va de temporada. Y por el centro, Sergio Ortiz dejó en el banquillo a un Sarmiento lejos de su mejor estado de forma para trabajar junto a Monteagudo y Lanza.

Con estos cambios, el Lucena mostró más entereza que en las citas anteriores. Y dio muestras de recuperación, tanto en el juego como en el estado anímico. El futuro ya se ve de otra forma. Todo bajo la mirada de Gutiérrez.