Córdoba-Celta

Claro que es uno de ellos (0-0)

  • El conjunto de Paco Jémez somete a uno de los candidatos y reafirma su capacidad para codearse con los mejores. López Silva, con un tiro al palo, fue el que estuvo más cerca.

Que el cordobesismo -desde el jugador que luce el brazalete de capitán  hasta el seguidor del último asiento de la grada más alta- se marchara a casa con una alegría incompleta es el síntoma que expresa con mayor fidelidad el estado de un equipo conmovedor. Juega al fútbol de un modo emocionante, sin guardarse nada y exponiendo todo lo que tiene. Ayer impartió otra lección ante el Celta, sometido durante todo el pleito y pese a ello con alguna opción de victoria postrera. De Lucas, uno de esos jugadores capaces de inventar una oportunidad de la nada, torturó a los locales en un tramo final electrizante. Estrelló en el lateral de la red un duro disparo y minutos después se coló con habilidad para regalar un balón que ni Orellana ni Joan Tomás aprovecharon. Hubiera sido el colmo, pero esas cosas pasan.

Haciendo lo que hace, el Córdoba suele estar siempre más cerca de vencer que de otra cosa. Forma parte de su encanto. En el inicio de una serie de enfrentamientos contra los candidatos al ascenso, dejó un mensaje claro: va a por todo con todo lo que tiene. Hasta que reviente y no pueda más o hasta que llegue alguien, que puede ser, que le dé una réplica contundente. Y, de momento, eso no ha sucedido.  El Córdoba se ha creído que puede llegar a donde nunca antes lo hizo y tiene sus razones. Ayer volvieron a quedar expuestas ante un auditorio cada vez más amplio. Los 11.255 espectadores que se congregaron en el graderío suponen el récord de asistencia en partido de Liga en la presente temporada. Aquella campaña de Objetivo 10.000 ha quedado rebasada por la realidad. Como tantos otros lemas forzados o eternas cantinelas que aliñaban la triste rutina de un equipo triste. Todo eso lo ha superado el Córdoba actual, que ha convencido a todos -tanto dentro como fuera de su casa- de que tiene algo que decir en la pelea por el ascenso a Primera División. Suena fuerte, sí. Y es real.

En la medular se coció el dominio de los anfitriones. Con Javi Hervás algo más eclipsado de lo habitual, se dejó sentir la proyección ascendente de Carlos Caballero. El de Alcorcón realizó frecuentes incursiones, pero erró en la resolución. Igual le ocurrió a Borja García, uno de los elementos más desequilibrantes del equipo. Al madrileño se le nota el peso de los partidos y la creciente hostilidad en los encargados de su vigilancia. Ayer le volvieron a sacudir con saña, pero el chaval resistió y se ofreció siempre. Bellvís se salvó de la expulsión en el tramo final después de una fea acción sobre el medio del Córdoba.

El Celta pasó por El Arcángel como una sombra, jugando -forzado o por vocación, quizá por ambas cosas- sin un atisbo de grandeza, como un equipo vulgar cuya máxima aspiración era detectar un error en el contrario para sacar partido. Es una manera tan respetable como cualquier otra de opositar al triunfo. Lo del Córdoba va por otro camino. Va de tener el balón para crear algo y no para evitar que lo haga el de enfrente. Ayer, con un 65 por ciento de la posesión y casi el triple de llegadas al área (31 contra 12) y de remates (15 por 6) que los vigueses, el Córdoba no logró marcar ni un solo tanto.

El que más cerca estuvo de lograrlo fue López Silva, que lanzó ligeramente alto un libre directo con que el árbitro castigó -el público reclamó penalti- un derribo a Javi Patiño. Al filo del intermedio dispuso de la más clara. Viendo que nadie se interponía con decisión en su camino, se perfiló hacia la frontal del área y dibujó un disparo de rosca que se estrelló en el poste de la meta de Yoel. El Arcángel hervía en esos momentos, ejerciendo una presión estimulante.

El Córdoba era mejor y hacía más que un Celta atrincherado, sin más discurso que el de esperar la ocasión con la fórmula que mejor le ha funcionado a Paco Herrera. El Celta lleva ya cinco partidos seguidos sin encajar un tanto. Consciente de la excelente racha defensiva de los suyos y de que el Córdoba atraviesa por una fase preocupante en lo que a definición se refiere, no resulta extraño que el técnico del cuadro vigués apostara fuerte por mantener a cero su puerta y aguardar una pifia ajena o un brote de genio de alguno de los suyos. Ninguna de ambas circunstancias se dio. Al menos, no con el suficiente grado de intensidad.

Las desaplicaciones fueron escasas y rápidamente corregidas por los técnicos, que vivieron de un modo frenético el partido desde sus respectivas zonas. El panorama de dominio del balón y contragolpes célticos se mantuvo fijo, aunque Herrera decidió sacar del campo a sus inoperantes puntas -Rodríguez y Bermejo- para dar entrada a Joan Tomás y Toni, más veloces y frescos.

Paco Jémez  retiró a Hervás y metió tralla con Pepe Díaz, un percutor para la intachable -y dura- defensa del Celta. Poco después, unos extenuados López Silva y Patiño dejaban su sitio a Quero y Fede Vico, dos alborotadores de primer orden. Y en esas que apareció el Celta. El desmelene final de los blanquiverdes propició esas grietas que tanto tiempo llevaban esperando los de Paco Herrera. Cuando Fuentes despejó un balón en la línea después de un tiro de De Lucas, la afición notó un nudo en la garganta. El Córdoba estaba mereciendo ganar, pero el fútbol es cruel. Mejor no comprobarlo.

Árbitro: Pino Zamorano (castellano-manchego). Los locales le pidieron la segunda amarilla para Bellvís en los minutos 16, 69 y 75. Permisivo, dejó de señalar varias faltas.

Tarjetas: Amarillas Bellvís (14'), De Lucas (37'), Álex López (46'), Carlos Caballero (68'), Cristian Bustos (80') y Toni (87').

Incidencias: Partido correspondiente a la vigesimoprimera jornada de la Liga Adelante disputado en El Arcángel ante 11.255 espectadores. La gimnasta cordobesa Lourdes Mohedano, clasificada para los Juegos Olímpicos de Londres el pasado martes, realizó el saque de honor. Se guardó un minuto de silencio en memoria de María del Carmen Rubio, madre del jugador del Córdoba David Cerra.

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