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Cinco meses dan para mucho

  • Entre las dos últimas victorias en El Arcángel, el Córdoba ha experimentado una obligada y necesaria reconstrucción: alineación, sistema y estilo en el verde, y protagonistas y discurso fuera del terreno de juego.

El equipo inicial del Córdoba hace piña antes del comienzo del encuentro del pasado sábado ante el Alcorcón.

El equipo inicial del Córdoba hace piña antes del comienzo del encuentro del pasado sábado ante el Alcorcón. / josé martínez

Cinco meses dan para mucho, más aún en un mundo como el fútbol que cada semana presenta una nueva reválida. Ese tiempo es el que ha tardado el Córdoba en enlazar dos triunfos en El Arcángel, lo que ha obligado a equipo y club a emprender una obligada y necesaria reconstrucción con el único objetivo de sobrevivir. Los cambios de nombres, sistema, discurso... con algunas connotaciones comunes, como la dificultad para crear juego o la importancia de no encajar gol, son evidentes entre aquel conjunto que derrotó al Nàstic en septiembre y el que el pasado sábado, consumiéndose ya febrero, una vuelta después y en la antesala de visitar al cuadro tarraconense, hizo lo propio con el Alcorcón. Dos rivales similares en el fondo (no en la forma) que llegaron con la intención de pescar en un río revuelto y se dieron de bruces con la fortaleza que representa la unión entre plantilla y afición, las armas señaladas por el cordobesismo para conseguir la permanencia en el fútbol profesional y salvar una campaña que no está saliendo según el guion escrito en el salón de la familia González. Todo lo contrario, pues las variaciones en la trama han sido variadas y no precisamente en positivo.

Tras ganar al Nàstic, el CCF entró en ascenso directo; al hacerlo al Alcorcón, sólo respiró

Del ascenso directo a tomarse un respiro

El principal cambio experimentado por el CCF en estos 154 días de agonía en casa afecta de forma directa a la clasificación y, cómo no, también al discurso. Porque tras aquel 2-0 al Nàstic del 24-S, el conjunto blanquiverde durmió en posiciones de ascenso directo, segundo a apenas dos puntos de un Levante al que había derrotado también una semana antes. Sin embargo, el 1-0 ante el Alcorcón del pasado sábado sólo ha servido para que los cordobesistas se tomen ligero un respiro en la tabla. Tras dos semanas ocupando plaza de descenso a Segunda B, el equipo afrontará la final de Tarragona desde el puesto 17 y con un colchón de dos puntos sobre el peligro. Nada que permita confianzas, pero al menos sí evita angustias, si bien todo el mundo es ya consciente de que la única pelea que toca librar hasta el cierre del telón es alcanzar la permanencia de la manera más holgada y con el menor sufrimiento posible. Quedan 15 fechas, 45 puntos en juego, y hacen falta alrededor de 20 -viendo la evolución del campeonato quizás alguno menos- para no tener que mirar qué hace el vecino de al lado.

Los que mandan hoy miraban entonces

Durante estos cinco meses de profunda crisis, reflejada fundamentalmente en las citas en casa, el Córdoba ha sufrido importantes modificaciones en su dirección, tanto en lo que afecta directamente al campo como en lo referente al funcionamiento interno del club. El primero llegó el 29 de noviembre con la destitución de un José Luis Oltra que tenía encima de la mesa la oferta de renovación, eligiéndose a Luis Carrión como su sustituto, primero de "manera circunstancial" y horas más tarde de manera definitiva, hasta hoy. Poco menos de un mes después, el 22 de diciembre, el relevo tocó a la presidencia, tomando Alejandro González Muñoz durante una junta general de accionistas otra vez muda -y en la que se aprobaron novedades que afectarán al futuro de la entidad- el testigo de su padre Carlos, que se mantiene como máximo accionista y principal responsable en la sombra. Para terminar la hoja de ruta del esperpento eterno de la entidad, hace apenas una semana se produjo el despido de Emilio Vega -y su mano derecha, Keke Durán-, dejando la dirección deportiva sin cabeza visible para repetir una situación de aparente vacío que, por raro que parezca, no es nueva en este club en la etapa reciente.

Sin Deivid, el castillo se levanta poco a poco

En el calentamiento del compromiso ante el Nàstic se produjo la (mala) noticia que para muchos ha condicionado el resto de la temporada: la lesión de Deivid, que semanas más tarde se confirmó más grave de lo esperado y aún hoy tiene al grancanario fuera, aunque ya trabajando con el grupo. Sin el capitán, que se cayó a última hora de aquel once para dejar su sitio a Héctor Rodas, son hasta seis las modificaciones en el equipo respecto al choque con el Alcorcón. Medio equipo nuevo, incluidos los tres refuerzos en el mercado de invierno (Javi Lara, Bíttolo y Aguza) que por primera vez compartían la titularidad, que dan a entender el largo viaje hacia la búsqueda del equilibrio que primero Oltra y en estos momentos Carrión han tenido que emprender. Y que ha terminado beneficiando a hombres como Razak, Edu Ramos y Antoñito o Pedro Ríos, mientras que ha dejado en un segundo plano por diferentes motivos a Pawel, Bijimine, Luso, Caballero, Guille Donoso y Alfaro, a pesar de que el sábado se pusiera el disfraz de súper héroe para rescatar al equipo.

fuerza atrás, mismos problemas ofensivos

Desde hace un par de semanas, Carrión ha dado una vuelta de tuerca más, pasando a formar con una línea de tres centrales y dos carrileros largos. Tras pasar por el 4-2-3-1 y el 4-1-4-1 como dibujos de cabecera -el equipo también ha utilizado, a la desesperada, otros sistemas- desde el inicio del curso, la última transformación ha servido para devolver al Córdoba la mejoría defensiva perdida, aspecto clave para salir del pozo. De hecho, por segunda vez en los últimos 20 partidos de Liga, el equipo dejó la portería a cero ante un Alcorcón que, como entonces el Nàstic, llegó a El Arcángel con la pólvora mojada: los catalanes habían anotado sólo un gol en tres salidas y los alfareros tienen el peor ataque a domicilio y son los terceros por la cola en los desplazamientos. Sin embargo, el paso al frente en tareas de contención ha multiplicado los problemas ya existentes en ataque, haciendo el equipo más largo y aumentando las dificultades para llegar al área rival. Y eso, viendo la negación en la definición de los blanquiverdes -con 24 goles en 27 encuentros es el tercer peor ataque de la categoría-, obliga a una reacción para evitar mayor sufrimiento en lo que resta de campeonato.

La grada, una comunión perfecta con el equipo

La conexión equipo-grada resultó fundamental en la victoria del sábado ante el Alcorcón. Fue una demostración de madurez de la afición, que supo diferenciar en todo momento su apoyo al plantel de sus críticas a la gestión de la familia González. No era la primera vez que así sucedía, pues ya en el arranque del torneo hubo un distanciamiento evidente ante la falta de consonancia entre el objetivo marcado y la política de fichajes y la inversión puesta al servicio del grupo por parte de la propiedad. Sin ir más lejos, aquella victoria ante el Nàstic sirvió de bálsamo al cerrar una semana fantástica con un pleno de 9 puntos que no evitó que el palco recibiera protestas, mucho más livianas que las vividas en las últimas fechas y, con especial relevancia, el pasado sábado. De hecho, la explosión de la hinchada justo al pitido final, incluso tras la celebración del gol de Alfaro en la prolongación, fue una muestra real de con quién están los seguidores y a quiénes quiere lejos. Así ha sido durante todo el curso, con escasas excepciones como la vivida en el partido ante el Huesca, el único en el que los pitidos han salpicado a jugadores y entrenador. Ese es el camino, alguna de las cosas que siguen sin cambiar en una temporada de variaciones drásticas que vuelve a dibujar una luz al final del túnel.

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