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Un trabajo decente

  • Economía. Los sindicatos se han movilizado esta semana para exigir el fin de la precariedad y un incremento del salario mínimo; los contratos temporales y de servicios siguen siendo mayoría

Manifestación por el trabajo decente.

Manifestación por el trabajo decente. / el día

Por mucho que nos preocupe Cataluña y hayamos sentido tristeza al ver las imágenes de la última semana, aunque la comunidad catalana haya copado la atención ante uno de los momentos más graves a los que se ha enfrentado la democracia española, la vida continúa y los problemas siguen ahí. Diez años después del estallido de la crisis económica, da algo de miedo pensar que aún no hayamos sufrido todas las consecuencias de esa década negra y que aún hoy, al menos en Córdoba, estemos inmersos en una profunda crisis del mercado laboral. Mientras media Cataluña se echaba a la calle para exigir la independencia en unas manifestaciones que tuvieron su réplica -aunque menos multitudinarias- en otras capitales, entre ellas Córdoba, los sindicatos CCOO y UGT llamaron a la movilización por otro asunto de vital importancia: la precariedad en el trabajo y la exigencia de un empleo decente.

Los sindicatos no sólo exigen que el salario mínimo se suba -ahora está en unos 700 euros- sino que también solicitan algo tan básico como que los sueldos se revaloricen al mismo nivel que lo hace el IPC, que es el índice que marca el precio de la vida. Si éste se incrementa, qué mínimo que ajustar las nóminas también. Atrás quedaron esas movilizaciones sindicales o aquellas negociaciones con la patronal para exigir incrementos del 10 o el 15% de los salarios; ahora sólo queda pelear -que no es poco- por un trabajo digno.

La crisis ha cambiado la sociedad ante un estado de resignación y atonía difícil de superar

La crisis ha traído el problema más grave del mercado laboral y de la sociedad, la aparición de una nueva figura: la del trabajador pobre. Personas, muchas, miles, que no llegan a fin de mes pese a tener un puesto de trabajo porque éste es temporal, a tiempo parcial y con sueldos miserables. Y eso no sólo lo dicen los sindicatos. El análisis que realiza cada año el Ministerio de Empleo y Seguridad Social sobre el mercado de trabajo en Córdoba -y que se puede leer en las páginas anteriores de este periódico- confirma que el empleo que se crea en la provincia es precario. Seis de cada diez contratos que se firman pertenecen a la hostelería y al campo. El de camarero es el puesto que más se emplea en la capital y la industria apenas tiene peso en el tejido productivo. Los contratos son temporales y a jornada parcial, que son los que más crecen y son las mujeres las que más se quedan con este tipo de trabajos.

Un auténtico drama del que aún no se ha salido por mucho que haya mensajes esperanzadores que quieran promulgar que todo ha pasado. Es más, la época de recortes, sobre todo en los servicios públicos, se seguirá notando ahora cuando no haya plantilla para suplir la pérdida de los últimos años. En el primer trimestre de 2007, el número de parados en la provincia era de 49.500. En el mismo periodo de 2017, eran 104.500 los desempleados, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).

Lo peor es que este panorama no tiene sólo consecuencias económicas, sino también sociales. Las más evidentes son el incremento de la pobreza, el rechazo social, la pérdida de oportunidades... Pero hay también algo menos tangible o medible, que es esa evolución del estado de ánimo de la gente, que parece resignada ante lo que está pasando. ¿Recuerdan cuando hace una década era prácticamente un insulto que a uno le llamaran mileurista? Ahora los jóvenes -según un estudio de la Cámara de Comercio de Sevilla- estarían dispuestos a trabajar por 500 euros. Hay una generación que pensó que podría vivir mejor que sus padres y ahora sabe que nunca llegará a tener casa propia. Licenciados, con másteres y experiencia que han vuelto a la casa familiar. Ya no se habla tanto de ellos, pero siguen ahí. También continúan en Londres, Berlín o Berna los que se fueron para buscar su futuro.

Ayer se celebró el Día por el Trabajo Decente, un motivo más que suficiente para salir a la calle, sin banderas blancas, ni esteladas ni nacionales. Un día para alzar la voz y dejar atrás esa atonía, resignación y tristeza y pensar que vamos a salir de ésta. Si Cataluña nos deja.

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