Fiesta de los Patios 2017

La quietud frente a la bulla impasible

  • Una decena de recintos forma parte de la ruta del Alcázar Viejo, donde ayer, a pesar de la intensa lluvia, había cientos de turistas bajo los paraguas para descubrir sus secretos

Martín de Roa, 2.

Martín de Roa, 2. / reportaje gráfico: josé martínez

Barrio por antonomasia de los patios que hace que muchos de sus vecinos se lleguen a apropiar de la fiesta como algo intransferible. El Alcázar Viejo es uno de esos barrios castizos de la Córdoba popular por el que parece que los años no pasan con crudeza, sino que le dan ese interesante sabor añejo, a la par que reconfortante, y que le da su pureza casi eterna. Sí, es el Alcázar Viejo para unos o San Basilio para otros. Un auténtico paraíso de patios que casi se solapan, un espacio casi inmutable, al que hay que llegar por estrechas, empedradas y vistosas calles encaladas, que ayer, a pesar de la intensa lluvia, estuvieron repletas de visitantes que a pesar de lo adverso de la climatología que se prolongó hasta primera hora de la tarde aguardaron pacientemente su turno. Una ruta la del Alcázar Viejo en la que es de obligado cumplimiento visitar cada uno de los diez patios que la componen, al que hay sumar el de la calle La Barrera, 1, que está fuera de concurso.

Nada más adentrarse en este barrio de la capital se abren las puertas de San Basilio, 14, adornado con hasta 600 macetas y que este año cuenta con una novedad, según explica a el Día su propietaria, Carmen Ibáñez. "Los turistas vienen buscando el rincón de los helechos, pero este año la estrella del patio es la medinilla rosa", explica. Se trata de una planta que corona el recinto, mil y una veces, como pocas, fotografiado. Ibáñez cuenta que eso de mantener un patio -ella, junto a su pareja apenas llevan dos años haciéndose cargo de su mantenimiento- y que, en muchas ocasiones, el turista "se olvida de que esto es una casa particular".

A escasos metros de este patio, aparece la calle Martín de Roa, una de esas vías en las que ayer se volvían a vivir colas interminables de turistas y repleta de paraguas. El de Martín de Roa, 2 es uno de los enclaves de obligada visita por ser el único de toda Córdoba, según cuenta su propietaria, Araceli López, que tiene el privilegio de contar con un "trozo de muralla" en su interior. Un hito éste que no pasa desapercibido por cuantos acceden y en el que también descubren que en él viven tres familias y que son más de 580 las macetas que atesora. López, que se encarga de su cuidado, confiesa que para ella "sería muy difícil vivir en un piso", tanto que no se imagina fuera de su patio. Es el mismo argumento que utiliza Manuel García, en el patio de Martín de Roa, 9. Mientras contesta las preguntas de los turistas -la más repetida es eso de cómo riega las plantas y cuántas hay-, García no baja la mirada de esta gran creación floral en la que este año predomina el rojo y el blanco. Él, junto a otros dos vecinos que viven en este espacio, se encarga de su cuidado y, a pesar de la avalancha de turistas que han recibido en los últimos diez días, dice que no le importa. Es lo que también comparte su vecino, Juan Collado, propietario del número 7 de Martín de Rosa. "Llevo casi 40 años presentándome al concurso", anota. Collado asegura también que durante todo el año trabaja para que su patio, en el que aún conserva el pozo árabe y una pila, luzca esplendoroso en el concurso. Como curiosidad, destaca que una de las plantas que más admiración despierta entre los visitantes es la gamba, que es tradicional de Martín de Roa. Es más, asegura que las que se pueden ver en otros patios son esquejes de la suya.

La ruta por el Alcázar Viejo devuelve los pasos a la calle San Basilio, donde el trasiego persiste, al igual que la incómoda lluvia, que no cesa. Y en el número 15 de la vía se encuentra Ángel Araujo intentando poner orden a la cola que tiene delante de su casa. Con cierta condescendencia, anota que el concurso de patios "es muy largo" y añade que en España "no hay ninguna fiesta tan larga como ésta". Sea como sea, su semblante cambia cuando recibe las felicitaciones de los visitantes, que salen entusiasmados tras contemplar las singularidades de su patio, en el que este año no falta una colección de cuarzos de la Sierra cordobesa.

Quien tampoco falta sentada en su silla de anea es Ana de Austria, una de esas vecinas imprescindibles de San Basilio y que se presenta a concurso desde 1977. "Mientras aguante el cuerpo pongo el patio", subraya la propietaria de este patio ubicado en el número 22 de la calle San Basilio, copado por azucenas y en el que el agua ha causado estragos en la flor de lis y el rosal, confiesa. De Austria es fiel defensora de su barrio e insiste en que "los patios no se pueden entender sin San Basilio".

Pasada la iglesia de este barrio, la de Nuestra Señora de la Paz, aunque conocida popularmente como la de San Basilio, Araceli Valle recibe a los turistas que esperan su turno para entrar al número 40. Su patio. Éste, según explica, es el segundo año que participan en el concurso, al tiempo que recuerda que "hemos recuperado el patio". Si hay algo que sobresale de este recinto, además de por el pozo árabe que guarda y las macetas que lo adornan, entre ellas, una de cresta de gallo, es el color verde de la puerta y de los tiestos. "Es verde malaquita", detalla.

Y como colofón a los patios de la calle San Basilio, el del número 11, de la Asociación Amigos de los Patios, que ofrece una gran versión de lo que un recinto es y que se ha convertido en un auténtico museo, que se puede visitar durante todo el año.

Mientras, alejado del bullicio y de las colas interminables de paraguas, aparece Postrera, 28. "Las calas están preciosas y divinas", exclama Rafael Córdoba, su propietario, quien no ceja en su empeño de reivindicar la esencia del patio cordobés y de la fiesta. El suyo, sostiene, "es un patio auténtico, ni una tienda en la que se venden imanes, ni una casa rural". En este auténtico trabajo de promoción, con el que deleita a todo aquel que se acerque a este patio del siglo XVI y que preside un precioso jardín vertical, Córdoba seduce a los visitantes con sus explicaciones y se enorgullece de ser "el único que explica el patio".

La esencia, en el caso de Duartas, 9, es "la familia". Al menos es lo que defiende el hermano de la propietaria, José Luis Luque, quien añade que cada persona "da su impronta a cada recinto". El patio, propiedad de Isabel Luque, se lleva presentando a concurso desde hace siete y en él ya esperan el resultado del veredicto del jurado, que se dará a conocer mañana al mediodía. Mientras, habrá que esperar.

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