Córdoba

Bajo el cobijo de los barrios de siempre

  • La ruta Santa Marina-San Agustín está compuesta por siete recintos, incluidos algunos de los más premiados

  • A pesar de ser inicio de semana la cita atrae a numerosos turistas

Ocurre con la ruta de patios Santa Marina-San Agustín que es tan abarcable que se visita rápido. Siete recintos, cada uno de su cuidadora y su cuidador, concentrados en dos de los barrios con más solera de la ciudad. Que fuese lunes por la mañana no impedía las colas. Poco cordobés con mapa en la mano, el inicio de la segunda y última jornada de Patios estaba reservada para turistas, preguntones, considerados, agradecidos. Había alguno que otro que salía de uno de los recintos y decía: "A este le pongo un siete" y enseguida algún cordobés que pasaba por ahí porque había ido a hacer la compra le lanzaba una mirada de: "Todos son un diez y porque no hay más nota que dar".

Calificaciones extraoficiales aparte, la ruta Santa Marina-San Agustín permite el disfrute de la fiesta en unos cuantos metros, no se ha dado medio paso saliendo de un patio cuando ya se tropieza con los pinos que anuncian la entrada al siguiente. Chaparro, 3, con colas desde bien temprano, es el que aparece como el primero de este recorrido. Un cartelón con un poema y una foto de Gloria Fuertes decora la entrada, también está presente un pequeño homenaje a la poeta en el zaguán que da acceso al patio. Así lo cuenta Toñi León, que pertenece a una de las seis familias que mantienen vivo el verdadero espíritu de los Patios en torno a este recinto de arquitectura moderna. Todos los años introducen un guiño cultural, el año pasado le tocó a Cervantes y en esta ocasión la elegida es Gloria Fuertes por cumplirse 100 años de su nacimiento.

Patio de convivencia es también el siguiente de la ruta, el multipremiado Marroquíes, 6. Una de las artesanas que realiza aquí su labor le cuenta a un grupo de turistas de Aragón que llegaron a vivir en este entresijo de callejuelas hasta 23 familias, ahora hay ocho. Es un patio atípico que a su vez es el más tradicional. La dicotomía que crear el pequeño barrio que es Marroquíes, 6 se disipa, sin embargo, una vez se comienzan a recorrer sus rincones. Hay que entrar en fila india, lo que quita un poco de brillo al asunto, pero las macetas, las flores, los objetos de mantenimiento hacen olvidar todo eso. Muchas cámaras de fotos en alto para admirar la buganvilla y zoom al móvil para llevarse un recuerdo de estos pendientes de la reina a dos colores. "Se disfruta mejor sin máquinas tecnológicas de por medio", se escucha de repente.

Entre Santa Marina, que se ha quedado atrás, y San Agustín, que aún hay que recorrer, queda el patio de Juan Rufo, 19. Debuta el recinto de José Luis Arenas y Miguel Ángel Palomares en un concurso con 49 competidores más. Es un recinto de detalles, de macetas azul claro, suelo empedrado, escaleras con forja blanca, fuente de sonido relajante, un Crucificado al fondo y una envidiable colección de relojes antiguos. Como suele ser habitual, los turistas piden consejos de botánica porque lo cierto es que este patio reparte una amplia variedad floral entre arriates y macetas.

San Agustín, finalmente, concentra un final glorioso de la ruta. La calle Parras, la más prolífica en número de recintos junto a San Basilio, concentra a tres recintos, dos en la acera par y otro más en la impar. En el número 6 uno de los propietarios explica a una pequeña cola de visitantes que "aquí nació Pablo García Baena", que "la casa es del 1537, se dice pronto, del siglo XVI" y que "se ha respetado casi todo, hasta que hubo que reforma". Todo lo de dentro le queda grande a estas palabras, el pozo del centro se lleva las mejores fotos, el limonero alto (altísimo) obliga a mirar hacia arriba y un arriate con antiguos azulejos también podría protagonizar el cartel de la fiesta más característica del Mayo Festivo.

Cerca, en el número 8, otro patio de los que antaño albergó a un gran número de familias, 18 concretamente. Las macetas color verde protagonizan un recinto con lavadero que se presenta en arquitectura moderna a pesar de tener varios años. Fue, al igual que Parras, 6, cuartel, hospital y convento. Esa renovada arquitectura no le ha impedido mantener cinco arcos o un pozo, que en este caso es compartido. Llama además la atención un enorme laurel.

El último de la calle Parras está en el número 5. María Isabel Navajas comenta que el fin de semana "ha habido mucha gente, avalancha". "Se echa de menos a los controladores en días como éste" (hasta el miércoles no vuelven al tajo), explica la cuidadora del recinto. ¿Lo más característico de su patio?: "El color, sin duda". También llama la atención la impresionante costilla de Adán de una de las esquinas.

Y para finalizar, el número 19 de la calle Ocaña. Las galerías superiores invitan a admirar esta casa en su plenitud. La madera oscura aporta un contraste con los colores de las gitanillas y una tortuga/galápago se pasea a sus anchas por el empedrado. Las referencias culturales también se suceden en este recinto conocido como el patio de las Beatillas, su zaguán da directo además a una librería de mismo nombre.

Cuando se acaba la ruta queda San Agustín. Bares llenos, que dan la 13:30 y hay que reponer. Por la tarde, por qué no, parada en el Palacio de Viana.

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