Continúa la cita con la fiesta Patrimonio de la Humanidad

Bajo la bella escolta de la Mezquita

  • La ruta de las zonas Judería-San Francisco se compone de siete recintos que, a su vez, son algunos de los más visitados por los turistas dado el lugar en el que se encuentran

Patio de Maese Luis, 22.

Patio de Maese Luis, 22. / reportaje gráfico: Barrionuevo

Están en uno de los lugares con más encanto de la ciudad. Murmullo intenso de idiomas diferentes y callejas, en días grandes casi impracticables, que les otorgan un aire diferente. Enmarcados casi todos en arquitectura antigua, conservan en sus paredes el pasado que se respira siempre en el barrio. Suelen tener cola a cualquier hora del día, la zona no perdona, pero merece la pena esperar para conocer lo que hay dentro de esas puertas que, cerradas durante el resto del año, aguardan misterios que siempre se ansían conocer. Son los patios de la zona de la Judería y San Francisco. Siete recintos muy distintos entre sí que conversan unos con otros sabiéndose privilegiados por tener de máxima custodia la torre de la Mezquita-Catedral. Es complicado acercarse a uno de ellos y que al echar la vista hacia arriba no se tope uno con la majestuosidad de uno de los monumento más importantes del mundo. Con el agua y los zaguanes como protagonistas, los recintos de este recorrido precisan de un largo rato de espera y paciencia. Primero porque hay que saber disfrutarlos y segundo por lo que ya se ha dicho, se trata de una de las rutas más visitadas dada la zona en la que se hallan.

Muy cerca de la Sinagoga, en el número 6 de la calle Judíos se encuentra el patio de Basilia Bolaños. Hay turistas con algo de prisas que parecen querer asomarse, echar la foto de turno y "al siguiente". Pero no, el de Judíos, 6 es un patio que observar. Ya sea por el rojo intenso de sus macetas, por su zaguán y su cancela donde reza que la casa se restauró en 1.987 o por un suelo, también de color oscuro, que le da un aire antiguo a este recinto que, a pesar de la zona en la que está, se presenta en arquitectura moderna. Por lo que sea, el patio de Basilia abre una ruta de disfrute que permite, a la vez que se visitan los recintos, conocer la auténtica historia de una ciudad que ya no se entiende sin esta fiesta.

Encarnación, 11, Maese Luis, 4, 9, 22, Céspedes, 10, Judíos, 6 y Martínez Rucker, 1 están en la ruta

Cruzando el Zoco Municipal, atravesando la Facultad de Filosofía, atrochando por Deanes. Imperdible recorrido para llegar a Céspedes, 10, el patio de Rosario. Llama la atención de este recinto un suelo que no se ve en cualquier otro patio, azulejos blancos y negros que contrastan con el verde de sus macetas y lo colorido de sus flores. Un cuadro de la Chiquita Piconera decora un pequeño porche donde también hay una especie de bodegón en vivo dedicado al flamenco. Barriles de vino presentes, Rosario comenta a un chico que le hace una encuesta que siguen abriendo el patio "en recuerdo del trabajo que ellos hacían". La tradición, siempre presente.

Y en ruta por la Judería, cerca de un Santos que ya sirve los primeros platos de tortilla, se esconde Encarnación, 11. De nuevo colas para acceder a un recinto pequeño pero al que no le falta de nada. Rosario Fernández, la cuidadora, cuenta algo enfadada que unos japoneses que han entrado en tropel le han roto una maceta de la esquina. Hasta hoy no volverán los controladores, por lo que son los propios dueños quienes tienen que mirar quiénes entran, pero a veces no es posible abarcarlo todo. Aún así, Rosario está contenta, han recibido premio en el Concurso de Rejas y Balcones (aquí repletos de gitanillas rosas y rojas) y mañana vuelve Marta, la controladora: "Deseando estoy".

El último de los recintos más pegados a la Mezquita también está algo escondido. A Martínez Rucker, 1 hay que acceder por un pasillo que, comido ya el plato de tortilla, está a rebosar. Un grupo de niños de un colegio de Málaga forma lío a las puertas pero se hace el silencio cuando acceden al patio. Realmente son dos recintos, separados por un zaguán, donde se alzan siete viviendas escoltadas por macetas verdes arriba y un suelo de chino cordobés abajo. La buganvilla tampoco se queda atrás, situada en la primera parte del patio, donde también adorna la estampa una vieja moto cubierta de macetas y una silla de barbero.

Y para San Francisco. La ruta la cierran tres patios, los tres en la calle Maese Luis, muy cerca de la plaza de la Corredera. El primero está en el número 4. El recinto de Sara Pulido destaca por sus columnas y arcos, pero también por varias costillas de Adán de tamaño significativo. Aún conserva metido en la pared un Belén realizado a mano y de nuevo se alza en el centro del patio una estatua en honor a uno de sus familiares. No falta la fuente, como en casi ninguno de los recintos de esta ruta.

A pocos pasos Isabel López y una vecina charlan al lado de un taburete donde descansa un perro. Maese Luis, 9 no abrió el año pasado porque Isabel no estaba bien de salud, pero este año vuelve a las andadas. Comenta que tiene que ir a comprar cebollas pero resulta imposible dejar solo el recinto, atestado de turistas a esta hora. Tres tortugas, a "las que no he visto en todo el día", se pasean a sus anchas por el recinto donde las flores, como sus nuevas hortensias, son las grandes protagonistas.

Y el recorrido lo cierra, ni más ni menos, que el primer premio del año pasado en arquitectura antigua, el número 22 de Maese Luis. Es un recinto de arte gracias a que Luis García, su cuidadora, tiene instalado en él su taller de cerámica. Eso se nota en el patio, decorado cada año de manera diferente y que este año vuelve a por todas en el certamen.

Así se acaba un recorrido de los que quedan en el recuerdo de los turistas, no sólo en sus cámaras de fotos ni en sus teléfonos móviles, sino en el imaginario de cuando estuvieron paseando por la Mezquita.

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