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Memorias grises de un largo estío

  • Balance. Capitulares cierra un verano de atonía, sólo interrumpido por el feo adiós de Rafael del Castillo, y afronta un año que se antoja vital para salir de la modorra

Isabel Ambrosio, por los pasillos de Capitulares tras regresar de su periodo vacacional.

Isabel Ambrosio, por los pasillos de Capitulares tras regresar de su periodo vacacional. / álex gallegos

E L Ayuntamiento de Córdoba echa esta semana el cierre al veranillo cordubensis, que en la santa y docta casa capitular ha sido largo como un noviazgo antiguo, sin magreo ni arrimo, y de provecho más bien dudoso. Pasillos solitarios por lo general y esa parsimonia agosteña que caracteriza a una ciudad en la que no queda nadie y el poco nadie que queda se oculta como puede para que no le dé el sol y no lo pringuen en marrones. En lo político han sido por ello meses de relativa atonía y ausencia de lustre, rota tan sólo esa dinámica pastueña por la dimisión del concejal de IU Rafael del Castillo, que, una vez confrontado su mundo de fantasías con la realidad terca de la gestión, decidió que lo mejor era volver al país de la utopía mientras le iba soltando una palita de mierda a sus antiguos compañeros de gobierno. Aunque de eso ya se habló por aquí, y tontería es repetirse.

De lo que no se escribió tanto, o al menos yo no hice en esa modorra estival, fue del asunto de las carencias policiales, que en las últimas semanas se convirtió en una mantra, en un éxito estival que competía en pleno derecho con los Maluma, los J. Balvin y demás compañía reguetonera, piscinera y descacharrada. Emilio Aumente, mientras hacía la maleta para irse por esos mundos de Dios a disfrutar del asueto, lo repitió hasta dejarse la lengua y contagió a todo el mundo de su cuerda. Daba miedo incluso pasar por Capitulares por temor a que un macetero o la fuentecilla alegre de la entrada te cortasen el paso para repetirte una vez más que hay carencia policial. El asunto, por repetido, por subrayado, se volvía medio que folclórico, pero a esas llegó el vil atentado yihadista de Barcelona y se quitaron las ganas de hacer bromas y de mantener temas tan peligrosos en la agenda diaria. También es cierto que el ministro Zoido salió a la palestra y se mostró de acuerdo en que las plantillas de las policías locales se seben ir reponiendo hasta el cien por cien, como parece más que razonable. Que convenza de eso a al ecónomo Cristóbal Montoro, hermano mayor de la gran cofradía impositora española, es cosa distinta, pero el hecho de que el ministro del partido rival, de la deresha, se posicione de tu lado da pie a pensar que la estrategia política hay que variarla porque ahí hay poco donde rascar. Así parece de hecho que ocurrió y ahora se puede pasear por allí tranquilo sin temor a que las piedras del Templo Romano, aburridas ellas de tanto esperar a su patrullón exiliado de gatos, te saquen como antes el mantra policial y te convenzan una vez más de lo que ya estabas convencido.

Balance discreto pues del gobierno municipal en un verano que para ellos fue de mera transición, de mantener las alarmas encendidas pero sin pasar a mayores. Actitud de la que sólo han ido saliendo cuando el PP les daba leña por este tema o por el otro. Los populares, que de ideas nuevas andan justillos pero que son profesionales de la cosa pues más de uno acumula sus buenos quinquenios, casi que no faltaron ningún día, y así se mantuvo al menos viva la llama del juego político, que también podríamos llamar como juego democrático aunque con muchas cautelas. Menos activos, y por tanto mucho más vacacionales, anduvieron Ciudadanos, un partido que en los municipal sigue en un sí pero no, en un quiero pero quizá no sé cómo hacerlo, y esa fantasmagoría llamada Ganemos, una formación que por su propio origen e idiosincrasia tiene fecha de caducidad. Los clásicos ya avisaban de que cuando sabes que no vas a estar en el futuro en un sitio significa que ya no estás, y quizá sea por eso que los ediles de Ganemos, más allá de alguna confortable intervención en las redes sociales, han optado por una suave invisibilidad veraniega. Tampoco es que se espere mucho más de ellos en lo que queda por eso mismo de que quien no estará es que ya no está.

A partir de mañana, en cualquier caso, se supone que comienza la normalidad septembrina y con ella el movimiento. Las elecciones de 2019 al fondo se aproximan y lo lógico es que este curso político sea el decisivo para un equipo de gobierno que, aunque ha superado aquel inicio suyo, cuando iba de tropiezo en tropiezo, anda con los trastos por medio y dando la sensación de que los años pasan y todo se adormece al ritmo conformista del ambrosiato. Para empezar, en la conferencia de prensa de inicio del curso político ya dijo la propia Ambrosio que ellos, pese al adiós enmierdado de Del Castillo, son "un piña" y con ese histrionismo quedó claro... que las peores trifulcas están por llegar. Cruzaremos los dedos.

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