Desde la ribera

Luis J. Pérez-Bustamante

Elena y Susana

CUANDO recibió a la hermandad del Huerto haciendo sonar el megáfono ya nos dimos cuenta de que a Elena Cortés no le gusta pasar desapercibida. Aunque pueda parecerlo por su carácter poco dado a prodigar la sonrisa, la consejera de Fomento y Vivienda no rehuye nunca de los focos e, incluso, si es necesario los busca con denuedo. Eso le ha pasado desde su sorprendente entrada en el Gobierno andaluz, en el que desde el primer momento ha tenido claro que debía ejercer la condición de Pepito grillo del primer Ejecutivo de concentración de la izquierda andaluza. En su afán, Elena no ha dudado en enfrentarse con banqueros, empresarios o cualquier otro grupo que considere que va contra sus propósitos. Así le llegó la corrala Utopía a cuyos inquilinos dio orden de realojar desde varios miles de kilómetros de distancia sin dudar ni un momento. Su decisión ha desatado una tormenta de enormes consecuencias y ha venido a demostrar que de su paso por el Consistorio cordobés no sacó precisamente las enseñanzas de la mesura y la proporción en la acción de gobierno. Su osadía ha dejado a los suyos en evidencia y amenaza con pasarles una tremenda factura.

Esas cualidades sí parece haberlas digerido a enorme velocidad la mujer que le ha parado los pies, Susana Díaz. Criada en las interioridades más interiores de su partido, la presidenta de la Junta se esfuerza ahora por dulcificar una imagen que antaño la emparentaba con Atila: muchos son los compañeros de partido -bastantes de ellos ex ya- que han comprobado en sus carnes que por donde pasaba la trianera no crecía la hierba. Y ese carácter inmisericorde y determinado es el que ha demostrado Díaz estos días al llevar a sus socios de coalición hasta el borde del abismo para decirles que si no había retractación pública lo que quedaba era la caída. La líder del PSOE ha dejado a un lado ese afán por lograr la sonrisa de Kennedy en el que anda inmersa, para sacar las uñas y demostrar quién es la que manda aquí. Susana se apunta un enorme triunfo personal, que la apuntala como dirigente política a ojos de todos y que la lleva a seguir subiendo enteros en los barómetros electorales de todo el país.

Elena y Susana, Susana y Elena, dos caras de un mismo gobierno y de una misma batalla que escenifican a la perfección cómo anda la cosa. IU queda más que tocada, obligada a recular, con sus bases más que cabreadas por lo que consideran una humillación y sus dirigentes ante la difícil tesitura de explicar lo hecho. El PSOE, por el contrario, aparece reforzado, con un discurso de gobierno y sentido común que a buen seguro ha calado hondo entre propios, huídos y extraños, cada día más entregados al susanismo. Y, de fondo, la constatación de que aquella teoría de las dos orillas que enunció Julio Anguita no ha perdido vigencia: a cambio de cuatro consejerías, IU va camino de desnaturalizarse. Nuevamente, el PSOE la ha fagocitado.

Y así esperamos al próximo capítulo, que, no les quepa duda, tardará más bien poco en saltar.

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