Matilde Cabello. Escritora

"Este libro significa un antes y un después en mi vida y en mi producción poética"

  • La autora presenta en el ciclo 'Letras Capitales' su poemario 'Juego desigual', editado por Renacimiento, en el que se centra en el enamoramiento tratado como enfermedad.

Tras casi una década sin publicar poesía, Matilde Cabello (Puerto Real, Cádiz, 1956) se atrevió el pasado año a rescatar de su cajón una obra inédita que presentó, bajo el título de Juego desigual, a la primera edición del Premio Juana Castro. Resultó ganadora en un momento delicado de su vida, en el que necesitaba un estímulo emocional y profesional. La escritora presentó ayer esta obra, publicada por Renacimiento, en el ciclo Letras Capitales.

-¿Cómo es este poemario?

-Juego desigual tiene mi voz de siempre, ese vocablo que mezcla lo lírico e incluso lo popular, un lenguaje muy cotidiano, con ciertos guiños a la literatura clásica y lírica, y como casi siempre está muy medido en cuanto a la métrica, sin caer en antiguallas, con ese respeto a la musicalidad que siempre me gusta y a la metáfora, que es algo esencial en poesía. Creo que realmente sigue teniendo la misma voz que esos que de tarde en tarde voy publicando, el último fue en 2005.

-¿Por qué rescató este poemario para presentarlo al premio?

-Este poemario está escrito desde hace mucho tiempo, tengo varios inéditos y era uno de ellos. Estaba en casa y en un momento determinado Paco (su pareja, que falleció poco antes de fallarse el galardón) encontró la carpeta, me pidió permiso para ver esos poemas, algunos incluso escritos a mano, y le entusiasmó este libro. Me dijo si quería que lo organizara y lo cerrase. Fue él quien me animó a ello. Así que el año pasado le di el carpetazo definitivo. La verdad es que tenía un libro con unidad, contaba una historia, es un proceso que se abre y se cierra en cuanto a temática. Quizás sea el que más unidad tiene de los que hasta ahora he escrito.

-¿Qué ha significado conseguir el primer Premio Juana Castro?

-Ya tenía un referente, que es el Premio Mario López, que me hizo muchísima ilusión por asociar mi nombre al del poeta; y Juana Castro ha significado mucho en mi vida, en mi poesía, y en la de muchas poetas. En Córdoba es un referente. Sobre todo ha significado mucho porque era un empeño de él (Paco) por dos razones; precisamente por el nombre del premio y por la editorial Renacimiento. Teníamos un mismo libro de cabecera, Ocaso en Poley, publicado por esa editorial cuando a Vicente Núñez se le concedió el Premio de la Crítica. Era un libro que siempre estaba en la mesilla, que casi podemos recitarlo de memoria, que formó parte de nuestro encuentro. Él decía: "tienes que publicar ya en Renacimiento, y este libro va a ganar el premio y va a ser publicado en esa editorial". Significa mucho por cómo he llegado a él, por el nombre del premio, que sea la primera convocatoria y también porque la noticia llegó a la semana del funeral de Paco. Este libro significa un antes y un después en mi vida y en mi producción poética.

-¿Qué estructura tiene?

-Tiene mucha unidad y casi un recorrido cronológico. Está compuesto por algo más de 50 poemas cortos. El origen es Pangea, un primer poema que surge por Lucy, el primer homínido que se alzó y se atrevió a usar las manos, y era una hembra. A partir de ahí comienza el poemario con esa decisión de salir adelante en un juego desigual de enamoramiento tratado como enfermedad.

-¿Qué situaciones refleja?

-Los títulos, salvo este de Pangea, van estructurados al modo de los libros andalusíes. Van desde la nada, la mudanza, el proceso curativo... Va recorriendo sensaciones y al final termina en la soledad buscada. También hay un guiño a Ibn Hazm con El collar de la paloma, el amor y los amantes. Trata de la contaminación del enamoramiento -hablamos de un enamoramiento tóxico, dañino, que no nos hace felices- y todo el proceso de consciencia de que hay que huir, la recaída, las medicinas que tomamos y los dolores que produce la enfermedad para llegar al final, que es un poema que habla de la casa de los besos, el penúltimo, y centrarse en el remedio casero, que es cuando ella consigue vivir como realmente quiere y con los sentimientos correspondidos. Hay también aquí una crítica, aunque no tan directa como en otros poemarios, contra toda la norma religiosa y cultural de esa forma de amar que por lo menos las mujeres de mi generación hemos aprendido. Una rebelión contra todo eso que tantas veces hemos escuchado las mujeres de que hay que adaptarse, hay que aguantar... En el fondo se va buscando que alguien te quiera como eres y querer tú como quieres ser querida. Quizás no era consciente de aquello hasta el pasado verano, que empecé a estructurar el libro.

-Recurre mucho a la simbología y mitología.

-Sí, es una curiosidad del libro. Tengo un respeto absoluto a mi lenguaje del sur y a ese vocablo que al principio tanto se me criticó en El fruto de aljamía y en mis primeros poemarios, ese vocablo rayano en lo popular. Hay mucho de historia en el libro, desde la cita de Ovidio a algunos personajes como Ariadna, Magdalena o la propia Lucy. Hay guiños a mujeres de la historia. El nombre recuerda que en cada momento, desde Ariadna hasta Alfonsina Storni, todas hemos padecido el mismo mal. Hablo en femenino pero luego me puede pasar como siempre, sobre todo en las novelas, que los hombres se entusiasman también cuando yo creo que escribo solo para mujeres.

-¿Está trabajando ahora en algún libro?

-En estos días he vuelto a mirar el cajón de los poemarios inéditos. He estado escribiendo como terapia, que es lo que siempre he hecho, pero de momento no se ha prolongado mucho. Tengo algunas notas y ha sido por momentos.

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