Análisis

El futuro del empleo en Jackson Hole

  • Este fin de semana se reúnen en el parque nacional de Wyoming bancos centrales, ministros, economistas y financieros, con el debate centrado en cómo dar un impulso al mercado laboral.

DESDE hace más de treinta años se celebra, en estos días, una reunión de gobernadores de bancos centrales, ministros de Economía, profesores y financieros, en el parque nacional de Wyoming, Estados Unidos. El evento está organizado por el banco de la Reserva Federal de Kansas, y se ha hecho famoso porque en los peores años de la crisis, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, anunció allí las medidas excepcionales de bajar los tipos de interés a niveles nunca vistos, y emprender un programa de compra de deuda pública y privada, que continúa actualmente.

Este año, el tema, Reevaluando la dinámica del mercado de trabajo, no puede ser de más interés para nosotros. Ya era hora de que la realidad del empleo ocupara el titular que tenían las finanzas; no en vano, la organización de Jackson Hole tiene a gala que la reunión no sea un escaparate -como ocurre en Davos- y se trabaje con seriedad y profundidad. En el anuncio del encuentro, se remarca que se hace en un parque nacional sin ningún tipo de lujos, y donde todos los asistentes, incluida la prensa, tienen que pagar una cantidad de mil dólares, que ya es algo, aunque ni de lejos la cantidad exorbitante que cuesta participar en Davos.

De la reunión podemos sacar cuatro conclusiones. Primera, por mucho que se quiera leer entre líneas, hay más análisis que políticas. Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, mantiene su criterio y ve el mercado laboral como algo precario, con una caída en la participación de la mano de obra, bajos salarios medios, y persistente falta de demanda para empleos de baja cualificación. No le impresiona que la tasa de paro haya bajado al 6,2%, pues considera que el potencial de crecimiento y el mercado de trabajo norteamericano se han resentido por la crisis, y sus condiciones actuales dan lugar a un empobrecimiento de las clases medias-bajas y bajas. En segundo lugar, hay una evidente preocupación por la estabilidad de los mercados financieros, que debido a las condiciones de bajísimos tipos de interés y liquidez ilimitada, presentan las características de una burbuja: bolsas y mercados de deuda pública y privada muy caros, así como los de materias primas. Las bolsas norteamericanas, por ejemplo, llevan subiendo sin parar desde 2009.

En tercer lugar, el balance de la Reserva Federal norteamericana ha pasado de 900.000 millones de dólares en 2007, a más de 4,4 billones en la actualidad. Y el del Banco Central Europeo, de 1,15 billones de euros en 2007, a 3,1 billones en junio de 2012, bajando a 2,1 en la actualidad. Estas inmensas cantidades han dado lugar a la burbuja de activos financieros que hemos mencionamos; sin embargo, en contra de la creencia popular, no se ha financiado con creación de dinero, sino con depósitos y reservas de los bancos, por lo que no provoca inflación de precios al consumo. La presidenta Yellen no anuncia un cambio sustancial de su política, aunque en algún momento tendrá que reducir el volumen de balance, más que subir tipos. El presidente Draghi ha reiterado que el Banco Central Europeo se desvincula de lo que haga la Reserva Federal, y mantendrá el estado de excepción sobre los tipos y la liquidez por un período al que no se le pone fecha. No puede ser de otra manera, ya que el paro en la Eurozona es superior al 11%, y casi duplica la tasa de EEUU.

Una cuarta cuestión es la propia reconsideración del mercado de trabajo. No hay más que ver los análisis que se han venido haciendo en España, centrados sólo en el mercado en sí, e interpretando que reducciones salariales y facilidades para el despido iban a generar demanda de mano de obra, para darse cuenta de la debilidad técnica de este razonamiento. Esta ingenua y simplista visión de mercado ha dejado a un lado el daño permanente a nuestros trabajadores, sin capacidad de reinserción laboral, la falta de alternativas al sector de la construcción, que ha sido aniquilado, y las repercusiones de la falta de demanda y capacidad de pago. En Estados Unidos no ha actuado sólo la política monetaria, sino el impulso industrial que ha dado la controvertida explotación del gas, y sus enormes efectos multiplicadores en maquinaria y transportes; pero en la Unión Europea, y menos en España, no hay una producción ni tecnología nueva que genere empleo.

Viendo las presentaciones de Jackson Hole, los responsables de la política económica española pueden sacar dos lecciones. Una, que la política monetaria puede arreglar en parte el problema de la deuda pública, favorecer a los hipotecados, apoyar a los bancos, pero es limitada incluso para crear crédito. Una cosa es llevar el caballo al agua -decía Milton Friedman-, y otra conseguir que beba. Y una segunda, que la política de empleo, como se ha visto en Jackson Hole, es demasiado importante para hacerla descansar sólo en los mercados financieros, o dejarla al azar del propio mercado de trabajo, con todas las reformas que se hagan en el mismo.

Gumersindo Ruiz es Catedrático de Economía de la Universidad de Málaga.

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