Córdoba

Pura raza al son más clásico

  • Las Caballerizas Reales acogen 'La música y el caballo andaluz', en el que los equinos exhiben su arte al son de óperas y zarzuelas

Se hace el silencio en las Caballerizas Reales. La parte de la huerta, habilitada para tal ocasión por ser más espaciosa, empieza a acoger el sonido de Carmen, ópera dramática de Georges Bizet basada en la novela del mismo nombre de Prosper Mérimée. Lorenzo Ramos dirige a la Orquesta de Córdoba y 12 jinetes se preparan para hacer bailar a más de 20 puras raza española. La música y el caballo andaluz, nombre del espectáculo, consigue formar un binomio desconocido hasta ahora pero que parece tener un futuro ampliamente prometedor. La ópera Carmen sirve así de inicio y de presentación de los sementales para un evento que arranca aplausos, esos que no consiguió Bizet cuando estrenó la obra en París, pues la tacharon de fracaso. Los pura raza redimen aquellos momentos.

Por primera vez en la historia de Caballerizas sus propios caballos, los nacidos y criados allí, muestran un repertorio de coreografías sobre doma clásica y vaquera más ampliado, al ritmo de una música tocada en directo por la Orquesta. Y tras Bizet, se citan Strauss y Chueca. El carrusel vaquero comienza a sucederse al ritmo de la Marcha Radetzky, la pieza que suele cerrar el Concierto de Año Nuevo en Viena, y en el mismo acto comienzan a sonar las notas de El bateo, obra de Federico Chueca. La Zarzuela se ha hecho con las Caballerizas.

Más tarde, un grupo de pura raza protagoniza el acto Fantasía que sirve para poner calma, tomar fotos y admirar la belleza de los equinos. Vuelve Strauss y lo hace con el vals Rosen aus dem Süden (Rosas del sur). Pero los sones tranquilos duran poco, hasta que el espacio es invadido por La boda de Luis Alonso, de Gerónimo Giménez, para el espacio titulado Aires de mayo. Y no se hace esperar. En un espectáculo de este tipo, donde la zarzuela reina por momentos, tiene que sonar La verbena de la Paloma, de Tomás Bretón, y lo hace para que los pura raza vuelvan a demostrar por qué muchos los consideran los mejores caballos del mundo. La zarzuela de Bretón sirve así para cerrar la primera parte.

Y tras el descanso, de nuevo, la mal conocida como opereta española, la zarzuela. Doña Francisquita, de Amadeo Vives, y El niño judío, de Pablo Luna, abren el acto La garrocha que ve cómo seguidamente Strauss vuelve a tomar la huerta de las Caballerizas Reales. Voces de primavera sirve para el espectáculo de enganches y Ruperto Chapí se presenta en la forma de las notas que emanan de los instrumentos del conjunto orquestal. La Revoltosa, considerada junto a La verbena de la Paloma como una de las obras cumbres del género chico, cierra los trabajos a la mano realizados por jinetes.

Carmen vuelve a hacer acto de presencia para adelantar el fin del espectáculo con un carrusel barroco que vuelve a dejar claro la grandiosidad de los caballos andaluces. Para la despedida, la Orquesta de Córdoba entona la zarzuela Agua, azucarillos y aguardiente (Chueca) y Caballerizas echa el cierre. Música en directo y baile de equinos. Puro espectáculo.

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