Córdoba

"Existe un acoso hacia la Iglesia y una manipulación de la verdad"

  • El presidente del Cabildo cordobés reflexiona sobre la polémica que rodea a la Mezquita-Catedral y sobre la situación en la que se encuentra el histórico edificio

Manuel Pérez Moya (Hornachuelos, 1948) ocupa la presidencia del Cabildo de la Catedral de Córdoba desde hace siete años y todavía le queda uno más de mandato. Ahora, el organismo celebra con ilusión las actividades del 775 aniversario de la consagración de la vieja Mezquita al culto católico mientras arrecian las voces que reclaman la titularidad pública del monumento, que acusan a la Iglesia de tratar de ensombrecer su pasado islámico y de haberse volcado en una relectura tendenciosa de uno de los edificios religiosos más singulares y célebres de Occidente. Pérez Moya es un sacerdote de talante afable, que rehúye de polémicas pero al que se le nota molesto, incluso cansado, por lo que él considera una injusticia con la labor de la Iglesia en defensa del templo y una manipulación de la historia. Le tranquiliza, eso sí, que la Unesco haya decidido ampliar la protección de conjunto monumental justo cuando más se especulaba con la posibilidad de que ocurriese lo contrario.

-De cura de pueblo a presidente del Cabildo Catedralicio, uno de los puestos más relevantes de la Diócesis cordobesa. ¿Cómo se llega de un lugar a otro?

-Pues como llega un sacerdote cualquiera. Primero el seminario y los estudios de teología y luego la ordenación, en el año 74. Mi primer destino de párroco fue en Los Pedroches, en Villaralto, y también atendí durante un tiempo Santa Eufemia. Luego estuve en Villaviciosa, en Peñarroya-Pueblonuevo y en Moriles antes de llegar a Córdoba, a la parroquia de Jesús Divino Obrero, en el barrio de El Cerro. El obispo me encargó entonces la rectoría del seminario, donde estuve 13 años, y por esa época me nombraron canónigo de la Catedral. La presidencia del Cabildo vino hace siete años y todavía me resta uno. Así ha sido el camino, pero nunca tuve más aspiraciones que servir a la Iglesia donde me correspondiese.

-¿Se imaginaba de joven en estas responsabilidades?

-No, nunca, nunca. De joven me imaginaba haciendo mi labor en las parroquias, de pastor, porque yo he disfrutado mucho en las parroquias. Eso me hacía muy feliz, me llenaba y no aspiraba a otra cosa que no fuese a eso. El nombramiento como rector del seminario y todo lo que vino luego en la Catedral me encaminaron hacia otra forma diferente de servir a la Iglesia, que en cierto modo consiste en estar muy cerca del señor obispo. En realidad, yo soy el presidente del Cabildo, pero el auténtico presidente siempre es el obispo. Eso está claro.

-La polémica sobre la Catedral, sobre la Mezquita, arrecia. Pero antes de hablar de eso me gustaría preguntarle por el estado de salud del edificio, que es lo más importante. ¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan en su conservación?

-El principal reto que siempre tenemos que enfrentar es que hay que mantenerlo vivo, y eso es complejo dadas sus singularidades. Tiene que estar muy cuidado, pues debe cumplir su doble función de edificio religioso dedicado al culto y de monumento histórico que recibe miles de visitas turísticas. Las pequeñas obras y reparaciones son constantes, y ahí el Cabildo hace un esfuerzo continuo. Hay que estar muy encima para que cualquier eventualidad se pueda solucionar de tal modo que nunca haya que cerrar el edificio y pueda acoger así tanto a los cristianos que vienen a celebrar sus liturgia como a los turistas. Nosotros en el Cabildo nos dividimos en equipos para centrarnos en distintos apartados y ser así más eficientes. El cuidado requiere una importante inversión y se lleva más de un tercio de nuestro presupuesto. En números, le podría decir que en torno a un centenar de personas trabajan en estos cometidos; o sea, que cien familias dependen de forma directa de esta labor de mantenimiento. La tarea no es fácil, pues por las características del monumento, que parte de los siglos VIII y IX, se requiere que los materiales tengan un origen antiguo y que los elementos constructivos sean tradicionales. Nada de hierro ni de cemento. Es un edificio muy, muy especial, y aunque ahora mismo no sufre ningún problema grave sí que es necesario estar muy encima, día a día.

-Preparan ahora el 775 aniversario de la consagración al culto católico. Algunos lo entienden como un contraataque ante las críticas y las reclamaciones que se suceden desde hace meses en cuanto a la titularidad de la Mezquita, su denominación y la gestión que ustedes realizan.

-Mire, para nosotros es una fecha importante y lo que queremos es trasladar a la sociedad la idea de que la Catedral lleva cerca de 800 años en manos de la Iglesia y explicar que ha sido la Iglesia quien se ha ocupado durante largos siglos del mantenimiento y del cuidado de la misma. Creemos que hay que difundir esa labor de custodia y defensa del conjunto monumental, darla a conocer. La celebración del aniversario nada tiene que ver con polémica alguna y se lleva planeando desde hace tiempo. Desde antes de que pasase todo esto.

-¿No hay afán de polémica?

-No, porque nosotros nunca hemos entrado ni entraremos en una batalla dialéctica con nadie, no polemizamos. Hay gente que piensa de forma distinta a nosotros, y lo entendemos, porque la Iglesia es experta en humanidad y se relaciona y dialoga con todo el mundo piense como piense. Nosotros, ya le digo, no queremos polemizar, pero sí que observamos que existe un acoso hacia la Iglesia por este asunto. Y eso sí que nos incómoda, como es lógico. Se está manipulando la verdad objetiva de las cosas.

-La Junta ha tomado una posición a medio camino y la presidenta planteó la fórmula de que sea titularidad pública pero manteniendo la gestión eclesial. Ustedes han colaborado con la administración autonómica en múltiples ocasiones, ¿consideran una deslealtad este tipo de declaraciones públicas?

-No, ni siquiera entramos a analizar eso. Con la Junta de Andalucía la relación ha sido durante muchos años buena y fructífera. Quizá alguna vez hemos tenido alguna pequeña divergencia sobre algún criterio técnico en las restauraciones, pero han sido problemas que siempre se han podido resolver de forma correcta. El edificio, por su magnitud, demanda trabajo coordinado entre las instituciones, y aquí lo ha habido. En otros ámbitos, pues no es nuestra función entrar en política ni analizar esto o aquello. Respetamos sus criterios, como los de cualquiera. Pero eso no quita que nosotros también tengamos los nuestros y que tratemos de darlos a conocer sin ningún ánimo de polemizar. Lo que nosotros hemos intentado ofrecerle a la ciudadanía cordobesa han sido una serie de datos históricos objetivos e insoslayables que entendemos que se deben entender como verdades como puños. No hay más. En lo demás no entramos.

-Se les acusa también de haber cambiado en los últimos años la lectura histórica del monumento para llevarlo hacia su terreno y ensalzar su periodo católico mientras se oscurecía su pasado islámico.

-Sí, pero yo no aprecio cambio ninguno, porque no lo ha habido. ¿Qué cambio? El trabajo más reciente que tenemos es el vídeo que se hizo para la visita nocturna y sirve como ejemplo. En el guión de ese documental se ha respetado la historia del edificio y se respetan las diferentes lecturas que se pueden hacer dada la complejidad de su pasado. Nunca, pero jamás, hemos evitado la lectura del pasado islámico que tiene el inmueble. Pero la historia está más que clara: desde San Fernando esa antigua Mezquita fue consagrada al culto católico y así ha sido hasta el día de hoy hasta el punto que es el templo principal de nuestra Diócesis y fundamental para entender la historia de la Iglesia de Córdoba durante siglos y siglos. La Iglesia es integradora y este edificio es una muestra de ello, pues en él dialogan diferentes culturas. Nosotros no tenemos problemas en aceptar ese diálogo arquitectónico de diferentes culturas y ni en aceptar la verdad evidente, incuestionable, de que fue una Mezquita. Del mismo, cierto es también que ya hace muchos siglos que no cumple tal función y que es un templo católico. Ahora es una Catedral.

-Con la crisis y el avance de los tiempos, ¿se siente cada vez más sola la Iglesia en la conservación de su enorme patrimonio monumental?

-Mire, el 90% del patrimonio cultural y arquitectónico español está en manos de la Iglesia, y han sido la Iglesia y los cristianos los que durante siglos han mantenido esos edificios del mejor modo que han podido. No siempre dieron los gobiernos dinero para estas rehabilitaciones, a menudo no dieron ni un duro, pero aún así la comunidad cristiana supo con mucha dedicación conservar su legado histórico en buenas condiciones. De forma puntual, para restauraciones complejas, sí que han colaborado con nosotros tanto el Estado central como la Junta, y entendemos que esas colaboraciones deben continuar en todo lo posible. Estamos agradecidos y orgullosos de esas colaboraciones. La Catedral de Córdoba está incluida en el Plan Director de Catedrales que firmaron el Gobierno y la Conferencia Episcopal y la buena voluntad y la lealtad institucional que se observan en dichos acuerdos nunca deberían perderse.

-La Unesco ha decidido ampliar la protección del edificio en medio de la diatriba que se sostiene. Supongo que ha sido un refuerzo moral.

-Debe quedar claro que este nuevo respaldo internacional nosotros no hemos querido procurarlo. Algunas plataformas decían que el edificio no estaba protegido de forma suficiente al estar en manos de la Iglesia. Se hacia una lectura plana, pero la Unesco lo que viene a decirnos es que es precisamente porque el monumento está abierto al culto y a las visitas por lo que se ha conservado en tan buenas condiciones. No se debe de olvidar que en los siglos XVII o XVIII fue la propia Iglesia, cuando todavía no estaba tan avanzada la ciencia de la conservación arquitectónica ni existían los criterios actuales, la que se ocupó de ir despejando la parte islámica del conjunto para que pudiese lucir en toda su belleza. La pena más grande de todas estas polémicas es que una ciudad como Córdoba pierda el tiempo en cuestiones tan estériles. Una ciudad que se ha quedado casi que sin industria y que tiene en el turismo una de sus grandes fuentes de ingresos no debe empañar así su imagen ni dejarse llevar en peleas sobre si son galgos o sobre si son podencos. Con el paro que hay, con la situación que padecen miles de jóvenes, con muchísimas familias pasando necesidad lo que deberíamos hacer es olvidar lo que nos pueda separar y unirnos todos para resolver estos problemas.

-Una de las voces más duras contra la gestión de la Iglesia fue la de Federico Mayor Zaragoza, expresidente de la Unesco, que llegó a alertar de que se corría riesgo de que se perdiese la declaración de Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué le diría ahora?

-Federico Mayor dio unos argumentos personales sobre el asunto, y nosotros ni le respondimos entonces ni le respondemos ahora porque actualmente no ocupa cargos institucionales. Pienso sin embargo que la Unesco sí que le ha respondido a él con su última declaración. Mayor Zaragoza, al que considero un hombre inteligente, habrá entendido que la Unesco no defiende su posición, sino que viene a decirle justamente lo contrario. Si es humilde, debería reflexionar.

-Para acabar, ¿se ve más años al frente del Cabildo o le gustaría volver a una vida sacerdotal más tranquila?

-Me queda un año de mandato, pero si tuviese que salir ahora mismo del cargo no me pasaría nada. No tengo ninguna ambición por mantenerme aquí. Desde que soy dean-presidente estoy obedeciendo más que nunca al Cabildo, así que este es un puesto más de servicio que de cualquier otra cosa. Mi sueño no es éste, sino poder dedicarme a mi parroquia y a bautizar, casar y enterrar a las personas de mi parroquia. Yo soy feliz ahí, colaborando con un barrio y asistiendo y acompañando en las circunstancias felices y en las no tan felices de la gente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios