Martes Santo · El Prendimiento

Viaje de ida y vuelta bajo las densas nubes

  • El Prendimiento sale en su deseo de hacer estación de penitencia en la Catedral pero la mala previsión le obliga a volver a su templo.

CASI nadie sospechaba por la mañana que el Prendimiento, la querida hermandad salesiana de la Semana Santa cordobesa, pudiese salir a la calle en un día tan plúmbeo, grisáceo y lluvioso. Un feo Martes Santo, desapacible, en el que, sin embargo, hubo un momento de esperanza cuando el portón del templo de María Auxiliadora, sede canónica de esta hermandad, abrió sus puertas poco después de las cuatro y media de la tarde y tras las típicas reflexiones de su Cabildo de Aguas en un día en el que no era fácil tomar decisiones. Pesaba en el ambiente la suspensión del año pasado, que provocó no pocas lágrimas entre la nutrida chavalería que siempre acompaña al Prendimiento, por lo que al final la decisión de realizar la estación de penitencia, más sorprendente aún si se piensa en la decisión previa de la Santa Faz, supuso una enorme alegría entre todos los integrantes del cortejo y también entre los centenares de personas que se agolpaban a las puertas de la iglesia del Colegio Salesiano. La salida de la Cruz de Guía y de los primeros capirotes azules de la tarde fue saludada con una honda y espontánea salva de aplausos con la que se agradecía a la hermandad del Prendimiento su arrojo y su clásico entusiasmo. Triunfaba pues el espíritu de Don Bosco, creador de los Salesianos, un hombre campechano y echado para adelante al que no parece que en su lucha por ayudar a los chavales del Turín obrero le arredrasen cosas de tan poco fuste como cuatro nubes. Mucho de ese espíritu vitalista, corajudo, alegre y esperanzado habita en esta hermandad tan querida por los cordobeses.

La salida del paso de misterio del Prendimiento se produjo de hecho minutos después de que hubiese caído una fina llovizna, inapreciable siquiera para abrir el paraguas. Sonó la música y resultó emocionante ver como el paso de misterio iba avanzando hacia San Lorenzo mientras las nubes comenzaban a separarse unas de otras y se colaba por ellas un alegre rayo de sol, que obligó a más de un espectador a hacerse visera con la mano. El aire, no obstante, azotaba con fuerza y hacía moverse con cierta violencia los penachos de plumas de los romanos. Nada estaba claro, pero el sueño estaba ahí: llegar en un momento histórico hasta la Ronda de Isasa ya remozada e introducirse en la Catedral para luego acometer hacia la Carrera Oficial.

La realidad se hizo patente sin embargo apenas dos horas más tarde, cuando la procesión salesiana avanzaba a la altura de la iglesia de San Pedro. Fue allí donde los responsables de esta cofradía decidieron actuar de forma r sensata ante las malas previsiones de lluvia que llegaban y optaron por darse la vuelta y regresar hacia su templo. El regreso no fue solitario, sino que cientos de cordobeses acudieron a acompañar a la hermandad mientras volvía. Los aplausos a la Cruz de Guía no eran sino un premio al esfuerzo y al arrojo de esos nazarenos y de esos costaleros. Mucho público en la llegada. Lluvia en la entrada de la Virgen de la Piedad. Un día agridulce. Duro. La vida misma.

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