Semana Santa

Peregrinaje bajo la lluvia para visitar a la Soledad

  • La hermandad decide suspender la estación de penitencia y abre las puertas de la iglesia hasta las once

En la penumbra, entre una bruma de incienso. Así pudieron ver ayer a La Soledad los cientos de devotos que acudieron a la parroquia de Santiago para ver a la titular de la cofradía franciscana. La expectación era máxima en los alrededores de la iglesia en torno a las seis, pues la hermandad también se quedó en casa el año pasado. Pero las previsiones meteorológicas se cumplieron con precisión y los nubarrones dieron paso a un breve aguacero y, luego, a una tromba de granizo que terminó con las esperanzas de los fieles. Algunos buscaron refugio en el atrio de la iglesia, otros se resguardaron en las cornisas y los más previsores se quedaron debajo de los paraguas. La junta de gobierno de la Soledad ni siquiera pidió la media hora de rigor y a pocos minutos de las 18:15, la hora prevista de salida, anunciaba que se quedaba de nuevo en casa. Aunque surgieron algunos rayos de sol, la llovizna continuó durante toda la tarde. Los costaleros, ya fajados, salieron al exterior para recoger las rampas de salida y en el interior de la iglesia la comitiva se preparó para recibir al público. Las puertas de Santiago se abrieron cuando el reloj rozaba las siete de la tarde. En la penumbra, entre una nube de incienso e iluminada por velas de color tiniebla, cientos de fieles visitaron ayer a la Virgen de la Soledad.

Fue ayer una tarde difícil para los penitentes y para los costaleros, para los vecinos de Santiago y para los integrantes de la junta de gobierno, especialmente dura para el hermano mayor, Francisco López, que cumple ocho años en el cargo y dice adiós a esta responsabilidad. "La decisión de hoy la teníamos muy clara desde mucho antes de comunicarla. Ha sido difícil, pero era lo más adecuado", confesaba el hermano mayor, cabizbajo, mientras continuaba el reguero incesante de fieles. "Te sientes mal, porque es el día en que los hermanos se sienten más cerca de la imagen y tienen más tiempo para reflexionar junto a ella. Pero el tiempo obligaba", dijo López, quien tuvo palabras de "ánimo" para el hermano mayor de los Dolores, Juan José Jurado, pues el aguacero sorprendió a esta comitiva camino de la Catedral. "Es muy duro quedarse lejos de casa", se sinceró.

Los vecinos del histórico barrio de Santiago, pese a la lluvia y pese a los granizos, quisieron cumplir con el peregrinaje de rigor para ver a la Virgen de la Soledad. Algunos permanecieron en primera fila, sentados en sillas plegables y bajo los paraguas, incluso cuando la junta de gobierno había anunciado que la procesión se cancelaba. La Policía Local permitió pronto que el tráfico rodado circulara por Agustín Moreno, lo que tampoco amilanó la espera.

Habrá otros años, pero éste era especial para el hermano mayor y para muchos parroquianos. "El barrio de Santiago está muy afectado por el paro. Y había mucha gente que esperaba este día para sentirse cerca de su Virgen. Salíamos con la idea de llegar a muchos ciudadanos y al final no hemos podido", lamentaba el hermano mayor.

Las puertas de la parroquia permanecieron abiertas hasta las once de la noche, hora a la que se encerraba la procesión. Y hasta ese momento fue incesante la visita de los fieles.

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