Cultura

La polémica en torno a la Capitalidad Cultural sitúa el foco sobre la Junta

  • Los ecos de la última trifulca política y la cercanía de la primera criba preparan el terreno para un apoyo expreso del presidente Griñán a la candidatura cordobesa

Como repechos dialécticos con formato de escaramuza, como sarpullidos de una refriega con cierta textura infantil (el parecido entre los combates verbales de los políticos y los del patio del colegio es a veces sobrecogedor), la polémica andaluza en torno a la Capitalidad Cultural ha sumado un nuevo capítulo que no será el último: un derrame de declaraciones de ida y vuelta que ha saturado el eje Málaga-Sevilla-Córdoba con un festín de réplicas y contrarréplicas que deja las cosas como estaban. Hay algo reiterativo, tedioso y circular en esta polémica de vuelo corto de la que nadie se acordará dentro de unos meses y cuya principal perjudicada puede ser la que más tiene que perder: Córdoba.

El detonante fue una nueva queja pública del alcalde malagueño, Francisco de la Torre, por el supuesto favoritismo que Córdoba despierta en los gobiernos andaluz y central. De la Torre repitió en Madrid lo que pocos días antes había dicho en Málaga: que la Junta y el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero no son neutrales y que el PSOE apuesta por Córdoba para la Capitalidad. Una protesta continuada en los últimos años, con distintos grados de énfasis y resonancia. Sí se observa en este último caso una urgencia por ir poniendo el parche antes de sufrir el arañazo: por preparar el terreno para utilizar como recurso electoral de primer orden la posible exclusión de Málaga de la relación de finalistas.

O sea, estrategia política. El aluvión de intervenciones ha puesto de manifiesto por un lado la querencia de la clase política por la trifulca masiva, el muy español gusto por el navajeo colectivo en el que se ejerce el ataque sin mirar quién está en el suelo y luego uno se retira mirando la sangre en el cuchillo, con delectación encubierta por una solemnidad de manual. Por otro, ha reflejado la incomodidad de los que no han sabido desbrozar una maraña en la que confluyen los intereses puramente partidistas con los que afectan a las ciudades en juego. A última hora se escucharon las frases más sensatas, las apelaciones a la calma y las reflexiones que ya pusieron fin en otras ocasiones a la misma controversia. Estrujada la pulpa de la atención mediática, el ruido se apagó.

El foco ahora apunta a Sevilla. El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, tiene claros dos aspectos: primero, la Capitalidad no puede seguir siendo motivo para el combate entre dos ciudades de la comunidad autónoma; segundo, la apuesta andaluza para este reconocimiento debe ser Córdoba. Por ello está meditando cuándo y cómo realiza una declaración pública de apoyo a Córdoba 2016, con la que pondrá fin a ocho años de "neutralidad activa" de la institución que preside y en la que de alguna manera tendrá que aludir a Málaga: ya veremos en qué grado conjuga las fórmulas consolatorias con las compensatorias.

Como avanzadilla, las palabras recientes del vicesecretario general del PSOE-A, Rafael Velasco, han sido bastante esclarecedoras, a pesar de su extraño resbalón al manifestar que Griñán preside las reuniones de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural, circunstancia que nunca se ha producido. Ciertamente, y sin asomo de fervor localista, Córdoba le lleva mucha ventaja a Málaga en esta carrera. La ciudad costasoleña estaba en su derecho de aspirar a la Capitalidad pero no ha construido una candidatura fuerte. En su proyecto ha pesado más la política que el entusiasmo. Y ya se le ha hecho tarde.

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