Elecciones

Rubalcaba: Un corredor de fondo que llegó desfondado

  • El socialista tenía la intención de seguir, pero el peor resultado de la historia de su partido deja en el aire su liderazgo en un congreso que se celebrará con urgencia.

Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951) ayudó a que Zapatero ganase sus primeras elecciones, las del año 2004, las que se produjeron a escasos días de los atentados del 11-M, con una sola frase, de ésas que sabe clavar: "Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta". A lo largo de toda esta campaña, ha intentado seducir con un mensaje similar: los españoles se merecen un Gobierno que les diga la verdad, que les explique su programa y que le detalle cómo creará empleo y financiará los servicios públicos con una prometida bajada de impuestos. Pero esta vez no lo ha conseguido: ni ganar las elecciones ni que el candidato del PP, Mariano Rajoy, bajase a los detalles de los números. La campaña electoral quedó sentenciada después del único cara a cara que se televisó, y el resultado de anoche, que no llega al 30% del voto socialista, también deja en el aire el propio futuro de este corredor al que sólo le quedaba un sprint, pero que hizo de su campaña un maratón al que ha llegado desfondado. Anoche solicitó a Zapatero un congreso lo antes posible, un encuentro en el que, posiblemente, él no era candidato a la Secretaría General.

A Rubalcaba le ha pesado la gestión de Zapatero, aunque él podía haber contado con otro tipo de munición que no quiso utilizar: eran los tortazos a Rajoy, los golpes bajos a la supuesta indolencia del que será próximo presidente del Gobierno y, sobre todo, el asunto de ETA. No quiso ponerse la medallas.

Rubalcaba, el hombre que ayer perdió las elecciones, era, sin embargo, el hombre más popular del Gobierno, uno de los políticos más prestigiados del país, y alguien al que todos le reconocían sus astucia. Fue ministro de Felipe González, aunque fue con Zapatero cuando consiguió convertirse en un cuasipresidente. Poco después de que ETA declarase la tregua de 2006, se convirtió en ministro del Interior. A partir del atentado de Barajas, se dedicó a detener a los peones y a los generales de ETA con una estrategia no confesada, pero cierta: había que encarcelar a los de las pistolas; a los abogados que ejercían de correa de transmisión entre la cúpula terrorista y los presos, y a los activistas de Ekin que controlaban a la izquierda abertzale, pero dando ciertos márgenes de libertad y movimientos a aquéllos que se han encargado de convencer al resto de que la llamada lucha armada carecía de sentido. No hubo negociación, pero sí una estrategia, y le funcionó.

Justo antes de comenzar la campaña electoral, ETA anunció el cese definitivo de la violencia y, en la última semana, el abandono de las armas, pero ni de este asunto ni de los golpes bajos ha querido hacer uso el candidato fracasado: eran los llamados manotazos de ahogado, esa expresión tan suya que define la sacudida final, casi ridícula, del que se está sumergiendo sin remisión. No los dio, pero se ahogó, aunque con dignidad.

Fue Rubalcaba quien quiso encabezar la lista electoral del PSOE. Aspiraba a la vicepresidencia del Gobierno que, finalmente, Zapatero le otorgó en octubre de 2010, y fueron los suyos quienes, después de la debacle de las municipales del 22 de mayo, convencieron al secretario general de que el partido no estaba para primarias, y que era necesario apartar a Carme Chacón. Rubalcaba preparó la campaña, imprimió su estilo y se lanzó a una batalla para ganarla, pero, posiblemente, el partido estaba perdido antes de comenzar. Es decir: nunca lo hubo, el PP, aupado por la crisis y los cinco millones de parados, iba a ganar sí o sí, pero además Zapatero le dejó antes de la campaña un regalo que lo lastraría anímicamente: la reforma de la Constitución. Visiblemente cansado -no ha logrado dormir lo suficiente durante la campaña, ni siquiera el poco tiempo que ha tenido para ello-, Rubalcaba siguió siendo extremadamente sincero y casi admitió la derrota.

El "yo quiero seguir" que confesó al inicio de la campaña a algunos periodistas ya está en duda. El PSOE se encamina a un congreso del que saldrá un nuevo secretario general, cuyo nombre es una incógnita. La otra aspirante, Carme Chacón, cosechó también un rotundo fracaso en Cataluña, perdió más escaños que en Andalucía y su porcentaje de apoyo no llegó al 30%. Ni siquiera en el País Vasco, Patxi López ha logrado salvar los muebles. El futuro está abierto en canal.

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