Dichos de Luder | Crítica

El genial heterónimo de Julio Ramón Ribeyro

El escritor Julio Ramón Ribeyro

El escritor Julio Ramón Ribeyro / DS

La editorial La Caja Books recientemente ha recuperado un libro delicioso, breve pero inmenso, que lleva la impronta del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. La obra tiene por título Dichos de Luder y su autor juega aquí –como detalla el periodista Jorge Coaguila en el epílogo- con la máscara y el heterónimo. Sumándose así a una fórmula que exploraron, modernísimos, Fernando Pessoa o Antonio Machado.

En Dichos de Luder, Ribeyro recrea el testimonio literario de un autor que se marcha a Perú tras residir durante un tiempo en París, entendemos que buscando la consagración. Los amigos que lo trataron en la capital francesa, después de dos años sin saber del escritor, deciden recopilar y publicar una serie de dichos que el escritor manifestaba en sus conversaciones. El resultado es un conjunto de aforismos, reflexiones, apuntes. Algunos divertidos, otros certeros, con frecuencia espléndidos. Textos entre la ironía, el sarcasmo, el humor ácido, lo melancólico. Un disfrute.

Julio Ramón Ribeyro domina de manera magistral un humor elegante y podríamos decir que socarrón. Sin incurrir en trucos previsibles ni pastiches. Sin literatura prefabricada. El tono nos recuerda –ya lo hemos apuntado- al Juan de Mairena de Machado. Pero sin el aliño hermético -dicho sin objeción- que en ocasiones nos encontramos en el heterónimo machadiano. Los dichos de Luder se construyen sobre la expresión depurada. Lo principal del asunto, aunque no siempre explícito, se deduce.

Estas impresiones o notas de Ribeyro hablan del oficio de escribir o de diferentes cuestiones que afectan a la vida personal –la suya y la de todos-. Nosotros nos quedamos con los textos que pertenecen al primer grupo de esta división personal que hemos trazado en el libro. Uno soberbio: “El peor de los lectores –dice Luder- es el intelectual zapatón que espera marxistamente sentado en el poyo de los libros la aparición del mensaje”. Otro, de imprescindible aplicación para iniciados: “Me conmueve la desesperación de tantos jóvenes artistas por no perder el carro de la modernidad –dice Luder-. No se dan cuenta de que ese carro conduce inexorablemente al Museo de Antigüedades”.

De aquellos que no se catalogan de manual para ejercer de escritor, o algo así, destacamos un dicho que combina el humor y la crítica, sabiamente tratada, y que bien retrata al género del autor comprometido: “No, por favor –protesta Luder, cuando vienen a buscarlo una vez más para que firme un manifiesto humanitarista o participe en un mitin a favor de un pueblo oprimido-. Amar a la humanidad es fácil, lo difícil es amar al prójimo”. Escritos como este, de este tono y pretensión, abundan en Dichos de Luder, catálogo de geniales testimonios que, un poco como aquello de Horacio, enseñan y deleitan.

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