Córdoba

En la lucha por la memoria

  • El alzheimer es una enfermedad que afecta tanto a los pacientes como a los cuidadores, que sufren viendo el deterioro de la persona querida sin poder hacer nada

Al principio son olvidos aparentemente sin importancia hasta que el enfermo se empieza a dar cuenta de algo pasa, de que ya no llega donde antes llegaba. Empiezan a fallar las piernas, los movimientos se hacen más torpes y se opta por no hablar porque se han olvidado las palabras. Son los primeros síntomas del alzheimer una enfermedad irreversible hasta el momento y en la que no sólo sufre el paciente, sino que también es muy dura para el cuidador. "La persona que está al lado sufre más, "porque ve que cada día que pasa, la persona a la que quiere va perdiendo algo y siente que, haga lo que haga, es irreversible", asegura la directora da la Unidad de Estancia de Día San Rafael, Ana Belén Herreros. En este espacio conviven diariamente 60 enfermos que reciben clases de estimulación cognitiva, terapia ocupacional o sesiones de fisioterapia, todo con el objetivo de ralentizar esta enfermedad tan cruel.

Custodio Cornejo es uno de ellos. A sus 74 años todavía le quedan recuerdos de su trayectoria como veterinario, aunque no los comunica. Está en una fase algo avanzada de la enfermedad en la que parece que no responde a estímulos. "Tienes que preguntarle las cosas varias veces y, aún así, te responde con monosílabos, sí o no", asegura su mujer Pilar Escudero, de 70 años, una maestra jubilada. "Era una persona muy independiente y muy activa, siempre le gustaba salir con sus amigos, estar de un lado para otros, hasta que empezó a sentirse mal". En el caso de Custodio su falta de agilidad a la hora de conducir o el olvido del nombre de algunas calles fue determinante para detectar la enferme. "No llegaba a perderse, pero le costaba orientarse y con el coche tuvo varios golpes, aunque leves, pero ya eran síntomas de algo malo", asegura su mujer. Fue entonces cuando tras varias visitas al médico le diagnosticaron demencia, hace ahora cinco años. "No te haces a la idea hasta que no te toca", reconoce Pilar quien detalla su vida de cuidadora como "muy monótona". "Tienes que estar 24 horas pendiente de él, desde que se levanta, llevarlo al aseo, hacerle la comida todo guisado y en forma de puré, hay que dárselo todo hecho", cuenta.

Lo mejor es establecer una rutina en el enfermo. "Él no sabe a qué hora se come, pero sí sabe que después de los talleres toca comer". Cambiar estos hábitos de vida es todo un mundo, "se pone muy rígido y no se mueve", apunta Pilar, que ha intentado viajar a Valladolid, donde tiene a su familia, pero ya ha desistido por el estado de su marido "y ahora estoy muy sola".

En el centro también convive Carmen Gallardo que puede considerarse incluso una privilegiada. A sus 87 años ya hace 15 que le diagnosticaron la enfermedad y todavía está en la fase uno. Su nieto, Eduardo Vázquez es uno de sus cuidadores y además trabaja como fisioterapeuta en la unidad de día. "Hay que estar pendiente de ella, pero todavía no es demasiado dependiente, controla los esfínteres y se puede mover", asegura. Su madre y su tía comparten los cuidados de Carmen, que "ya no es ni mucho menos la que era". Le cuesta moverse y es "como si hubiese perdido el interés por las cosas, se aparta mucho de sus compañeros y hasta de la familia". Este es un síntoma propio de las personas que padecen alzheimer y se conoce como mutismo. Los enfermos tienden a participar menos en conversaciones y a ni siquiera hablar porque no se sienten seguros de poder encontrar las palabras que buscan. Se vuelven retraídos y poco comunicativos. Inseguros.

Eduardo se encarga de ralentizar los efectos de la demencia en los pacientes, es decir, que la falta de movilidad y coordinación aparezcan lo más tarde posible. Para ello establece ejercicios con los pacientes, que se dividen en tres grupos según el grado de afectación de la enfermedad. Para los que están en las primeras fases, se establecen tareas individuales para mover las articulaciones y para los más graves se hace de forma más lúdica como juegos con pelotas o aros.

Y mientras que Carmen lleva 15 años en una fase inicial de la enfermedad el caso de María Capitán, de 80 años, es todo lo contrario. Hace sólo un par de ejercicios que le diagnosticaron alzheimer y ya se ha convertido en una enferma completamente dependiente. "Ella estuvo mucho tiempo cuidando de su marido enfermo y no fue hasta que él no murió cuando fue al médico y le detectaron la enfermedad, aunque yo creo que la padecía desde hace ya más tiempo", apunta su nuera, Patricia Pavón. "Hay que vestirle, ducharle, darle de comer", relata Patricia, que además asegura que en su día a día tiene "momentos de lucidez y otros en los que está en su mundo y no conoce a nadie". En su fase de la demencia, María no es consciente de su patología ni, a veces, de la realidad. "Igual puede tener un momento lúcido, que pensar que es una niña o una adolescente, el otro día decía que no quería ir con los viejos, por ejemplo", relata Patricia. Por si fuera poco a su madre también le han diagnosticado alzheimer hace poco "pero ella está todavía en una fase inicial". Pero sobre todo, no pierde la sonrisa porque sabe que la tarea del cuidador es intentar levantar el ánimo y estar con los enfermos, aunque a veces no la reconozcan o se enfaden.

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