Vía Crucis

Plegarias por la Salud

  • El crucificado de la Trinidad recorre el Casco Histórico hasta llegar a la Catedral y carrera oficial.

LAS campanas de la iglesia de la Trinidad empiezan a sonar mientras sus puertas permanecen cerradas. Preparan el ambiente para la salida de la Hermandad del Vía Crucis del Cristo de la Salud, una de las más sobrias de la Semana Santa cordobesa. Mientras tanto, los tambores roncos se escuchan a lo lejos, tocan en el interior del templo. Acompañarán al crucificado en su estación de penitencia.

Cientos de personas llenan la plaza de la Trinidad expectantes por la salida del crucificado. El bullicio se escucha a lo lejos, a pesar del recogimiento que implica esta hermandad. Sin embargo, una vez abiertas las puertas y con la cruz de guía en la calle, el volumen va bajando, el ambiente se serena y todos miran cómo los nazarenos va surgiendo de la iglesia de San Juan y Todos los Santos. Los cirios se van alternando con las cruces que algunos hermanos han optado por portar a hombros como penitencia, lo que añade una mayor solemnidad al cortejo, totalmente de luto. Un negro sólo roto por los cirios, el esparto de las zapatillas y el rosario de madera que llevan como cíngulo.

Cuando el Cristo de la Salud asoma por el arco del templo, portado a hombros por tres hermanos, comienza el rezo de la primera estación de este vía crucis que, antes de llegar a carrera oficial, pasa por la Catedral. Una primera estación en la que Jesús es condenado a muerte y en cuya meditación la hermandad pidió por la salud, nombre que también lleva su titular.

Al caer la noche, la imagen de Cristo se hace más imponente, mientras la admiración de los cofrades lo acompaña hasta su recogida en su templo.

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