Las penas

Ensayo para una música sin tiempo

  • El barrio de Santiago se vuelca un año más con la hermandad que posee la imagen más antigua de la Semana Santa cordobesa

POR Agustín Moreno se desparramaba el barrio, la tarde como recién peinada, niños en culebreo previo y muchos dispositivos captando los instantes, Agustín Moreno es calle sabrosa de cal y silencio, es una calle como de leyenda romántica, austera, misteriosa, muy cordobesa, rica en imprevisibles afluentes de sugerentes nombres, lenta de tránsito, de amaneceres blancos y mudos. Ayer no durmió siesta.

La primera música, sobreponiéndose al cordial barullo, fue la de la agrupación La Fe de Posadas, hasta que la tarde pidió silencio y salió de la parroquia de Santiago el Cristo de las Penas, anónimo, la imagen más antigua de la Semana Santa cordobesa (para algunos autores, del siglo XIII), acompañado por la Virgen de los Desamparados y San Juan, obras de Antonio Eslava realizadas hace cuatro décadas. La agrupación musical Santa Marta y Sagrada Cena de León toca el himno de España. El avance es cadencioso, danza lenta y sensual por la calle entre las dos hileras de gente, apenas el espacio preciso para su volumen, la calle como hecha a la medida, una lluvia de pétalos desde un balcón, la Virgen es neobarroca y temblorosa, lágrimas de cristal, pestañas de pelo natural, la saya verde esmeralda, la palidez intraducible, el desvelo, las manos bellas y significativas. El Cristo con la cabeza inclinada a la derecha, la corona de espinas, el perizoma anudado al lado izquierdo. Se alejan por la calle que huele a abril. Hacia la Almagra, la Corredera, Rodríguez Marín, Carrera Oficial (llegará puntual a media tarde), Blanco Belmonte, Cardenal Herrero y la Catedral, y el regreso por Magistral González Francés, Lucano y Don Rodrigo.

Seguidos por María Santísima de la Concepción con sus varales restaurados. Sale del templo casi media hora después acompañada por la banda Nuestra Señora del Sol de Sevilla. En el primer trance elevatorio casi parece que el paso se vence. Los tambores se adueñan del ambiente. La imagen es obra de Juan Ventura, realizada en 1986, maderas de cedro y caoba, dolorosa en la tímida hora de la cal, ahora el regalo de pétalos es mayor, hay un raro equilibrio en la calle entre inmovilidad y dinamismo, hay una inminencia devocional que se resuelve en una saeta, la saya de terciopelo azul violáceo bordada en oro fino, la Virgen en un cruce de luces, recortada sobre un fondo en el que compiten el azul y el blanco, el cielo y el barrio, la eternidad y hoy, vibra la voz masculina, árida, negra, obrera. Santiago ha visto partir a su cofradía, a su Cristo venerado por templarios que durante más de tres lustros salió en solitario. Queda mucha tarde y Agustín Moreno absorbe un confuso eco colectivo de rumores, como una música sin tiempo en el pentagrama del pueblo.

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