El amor

El Cerro se vuelca con su cofradía

  • La hermandad del Amor abre la tarde del Domingo de Ramos y siente de nuevo el calor y la devoción de un barrio entregado.

Eran las tres de la tarde. Hora de descanso, de siesta, de reposo de la comida, de echarse al sofá. A pesar de ello, la plaza Cristo del Amor ya llevaba un buen rato abarrotada. No todos los días realiza una hermandad estación de penitencia. El Sector Sur es uno de esos barrios, como tantos otros de Córdoba, volcados con su cofradía, hasta el punto de que esta es uno de los ejes que vertebran la vida y el día a día de sus vecinos, y eso se palpaba ayer en las cercanías de la parroquia de Jesús Divino Obrero, cuando la corporación puso su cruz de guía en la calle para dar la bienvenida a una tarde de Domingo de Ramos que se pronosticaba cuanto menos esplendorosa.

"¿Tienes calor?", dice un vecino del barrio a uno de los primeros nazarenos que componen el cortejo procesional, "pues no veas lo que te quea". Y tanto, a la corporación del Amor le quedaban por delante más de diez horas de recorrido, de hecho, es la cofradía que, con permiso de La Piedad de Las Palmeras, tiene el itinerario más largo de todas, de ahí que los padres de los niños vestidos de esclavina se preocuparan para que a sus retoños no les faltase de nada durante su extensa jornada de penitencia.

Los nazarenos comienzan a avanzar de dos en dos, vestidos con túnica y escapulario de color crema, cubrerostros, capa y cinturón de cuero negro. Una vez que el cortejo ya ha tomado los primeros tramos de Beato Henares, salen del templo los incensarios, llenan de aroma la plaza del Cristo del Amor y dejan entrever que los costaleros ya han ultimado los últimos conceptos y están listos para el recital.

Repican las campanas de la parroquia de Jesús Divino Obrero. La gente, con cierto aire inquisitorial, manda a callar. El misterio que representa el desprecio de Herodes atraviesa ya la pequeña puerta del templo y tras unos segundos de silencio casi sepulcral la agrupación musical Santísimo Cristo de Gracia interpreta una marcha real que se entremezcla con el aplauso de una multitud. Sopla una brisa leve y se agradece.

Tras la primera levantá, el primero de los tres pasos de esta cofradía empieza a avanzar lentamente por la rampa dispuesta en la plaza donde se ubica la parroquia. De costero a costero, los costaleros se gustan, se recrean, realizan cambios. La gente aplaude, constantemente, a veces hasta interrumpe. Afortunadamente, la agrupación musical Cristo de Gracia -que no había dejado de interpretar diversas marchas desde que el misterio atravesó el dintel de la puerta de la parroquia- sopla fuerte y ofrece un recital. Después de bajar la cuesta, el capataz manda parar el paso, y tras una primera chicotá dedicada a la labor de los costaleros, el misterio se dispone con absoluta majestuosidad a dar la primera de las revirás para encarar Beato Henares.

Tras diez minutos de espera, el Cristo del Amor sale del templo, y con paso sereno y firme atraviesa la plaza a la que la nombre para continuar su recorrido. Cuando el reloj de la parroquia marca las 15:55, María Santísima de la Encarnación, única virgen portada por costaleras, sale de su templo y cierra el cortejo bajo el clamor de los vecinos que alaban la imensa labor de las mujeres que se ponen bajo las trabajaderas.

A la hermandad el Amor aún le quedaba por delante más de diez horas de recorrido hasta volver a sentir el calor de su barrio. Una odisea de pasión, de aventura y de conquista.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios