Rescatado

Vuelve la fe del Rescatado

  • La intensa devoción que los fieles profesan al cautivo trinitario volvió a sentirse ayer en las calles de la capital

Alrededor de las 16:45 el barrio de San Lorenzo ya derrochaba ambiente cofrade por los cuatro costados. La parroquia de San Lorenzo Mártir había cerrado sus puertas apenas dos horas antes para que la hermandad de la Entrada Triunfal se recogiera en su sede canónica tras una mañana de esplendor, y varios nazarenos con diferentes hábitos recorrían María Auxiliadora con destino a San Andrés o San Francisco para iniciar su estación de penitencia.

Los bares de la zona no daban a basto, el olor a café y a tónica -combinada en alguno de los casos con algún tipo de ginebra- se entremezclaban con el incienso en este barrio cofrade por excelencia. Eran las cinco en punto de la tarde, como diría el poema de Lorca, y si alguno pensaba que a esa hora iba a encontrar un hueco digno en la plaza Cristo de Gracia para asistir a la salida de la hermandad de El Rescatado, estaba muy equivocado.

Los balcones de las calles cercanas a la parroquia de Santa María de Gracia y San Eulogio lucían diferentes insignias trinitarias y el intenso sol de las primeras horas de la tarde hacían mella sobre la muchedumbre que trataba de poner freno a los rigores de la calor a través de múltiples maneras. Libritos a modo de abanico y agua fría en abundancia fueron los protagonistas de la intensa espera. Por fin, la cofradía puso en la calle su cruz de guía de madera y metal cincelado para advertir a los fieles de que el Trinitario cautivo estaba próximo a su salida.

Tras la banda militar que precede el cortejo -que caminaba con absoluta disciplina y se encargó de interpretar los primeros sones musicales en la también conocida como plaza del Alpargate- los nazarenos comenzaron a discurrir en filas de dos para dar paso a María Santísima de la Amargura, la única Virgen en toda Córdoba cuyo paso antecede al de Jesús debido a la cantidad de penitentes que acompañan al Rescatado.

La titular, exornada con varios tipos de flor de color blanco y crema, arrancó los primeros aplausos tras salir de su templo, mientras uno de los costaleros que aún no estaba bajo las trabajaderas, portaba emocionado a su hijo de apenas cuatro años y le señalaba el paso como si también le estuviera mostrando el legado familiar. Una vez que la Virgen entró en calle Frailes -donde recibió una intensa petalada- el dorado paso del Rescatado salió a la plaza Cristo de Gracia bajo el clamor popular de una muchedumbre que llevaba esperando poco menos de un año para ver de nuevo al cautivo trinitario. Regresaron las saetas a la plaza del Alpargate y el Señor de Córdoba volvió a recibir el calor de una ciudad que le profesa una fe inconmensurable. Casi cuatro horas más tarde, ya en carrera oficial, la sagrada imagen de 1713 recibió la insignia de oro de la ciudad, en reconocimiento a una amplia y larga devoción que ayer volvió a hacerse patente.

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