Penas

Dolor teñido de negro y rojo sangre

  • El tránsito por la estrecha calle Agustín Moreno embellece la procesión de Santiago

Los momentos de la salida y, sobre todo, la recogida de una hermandad en su templo son los más íntimos, como ocurre con la cofradía del Cristo de las Penas. La calle Agustín Moreno acoge escenas de una notable carga emotiva. Hay ancianos con cuyo gesto cansado parecen agradecer el paso de la procesión por la puerta de su casa, jóvenes y mayores que ocultan sus lágrimas bajo gafas de sol y costaleros que esperan a tener a su hijo en brazos para santiguarse y lanzar un beso a los titulares. Todos, cada uno a su legítimo estilo, celebran con mayor o menor intensidad la estación de penitencia de la tarde-noche del Domingo de Ramos en el barrio de Santiago.

En un callejón sin salida de la calle Agustín Moreno que se encuentra situado a unos 150 metros de la puerta de la parroquia y mientras desfilan los nazarenos de negro y rojo sangre tiene lugar una de esas estampas que sirven para engrandecer la devoción al Cristo de las Penas y la Virgen de la Concepción. Un grupo de mayores que están sentados en unas sillas en la misma embocadura del callejón, toman el sitio minutos antes de las 16:00, hora en la que la cruz de guía sale de la parroquia. Por la cifra y la antigüedad de recuerdos que rememoran parecen llevar décadas de fidelidad al crucificado, incluso antes de la fundación de esta cofradía que le rinde culto.

Los problemas físicos les impiden esperar de pie al Cristo. La escena es emocionante en el momento en el que pasa delante de ellos, justo cuando la Agrupación Musical Santa Marta y Sagrada Cena, de León, interpreta De vuelta a Santiago, una marcha elegante que acompaña el trabajo de los costaleros por la estrecha calle Agustín Moreno. Sin articular palabra alguna, a algunos de estos mayores se le escapan una infinidad de sentimientos tanto en el gesto como en la mirada y hasta en la posición de las manos, que las juntan con fuerza como si estuvieran rezando. Las lágrimas recorren sus mejillas arrugadas y con el movimiento de sus labios dejan entrever un susurro al crucificado.

Los instantes reseñables de esta cofradía no se quedan sólo en el sentimiento de sus devotos. También resultan muy destacables algunos de los puntos por los que transcurre la procesión. A la citada calle Agustín Moreno se le unen las plazas de San Pedro y La Almagra en su camino hacia la plaza de la Corredera, un lugar de especial encanto para la hermandad. Tampoco hay que olvidar que este crucificado es de las tallas más antiguas de cuantas presiden las estaciones de penitencia de la capital.

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