Provincia

La lucha que anuncia la Cuaresma

  • Ochavillo del Río celebra su tradicional batalla de la harina, que inicia la cuenta atrás oficiosa hacia la Semana Santa El festejo hunde sus raíces en las costumbres de los antiguos colonos

Una espesa nebulosa blanqueó ayer Ochavillo del Río. Las calles de esta entidad local autónoma (ELA) perteneciente a Fuente Palmera volvieron a llenarse de harina con motivo del Miércoles de Ceniza. Como manda la tradición, los vecinos convirtieron en un polvorín el centro del municipio, con una batalla en la que no hay balas, armas, ni malos pensamientos: sólo harina. Hasta 200 kilos de esta materia prima blanquearon la plaza central de la localidad. "Antes se tiraba ceniza, como cuando se pretendía a una novia, pero luego se sustituyó por harina", recordó Rafaela García, una vecina de 65 años que no quiso faltar a esta celebración que cierra los actos del Carnaval e inicia la cuenta atrás hacia la Semana Santa.

Harina - ceniza en la tradición católica- para recordar que polvo somos y en polvo nos convertiremos. Aunque este angustioso mensaje en Ochavillo del Río se toma con humor. "Hemos comenzado tempranito, sobre las nueve de la mañana y hemos puesto a disposición de los vecinos los dos centenares de kilos de harina para comenzar la batalla. Poco a poco, cada vez ha ido llegando más gente de todas las edades", comentó la alcaldesa, Aroa Moro (IU).

En esta ocasión, la novedad ha sido la elaboración de dulces de cuaresma tradicionales, como buñuelos rellenos de cremas, típicos de la zona, o tarta de manzana. La panadería del municipio, además, preparó sus típicos negritos, "muy demandados incluso en otras provincias", destacó la regidora. Esta labor gastronómica fue llevada a cabo por la asociación de mayores y por varias mujeres empeñadas en conservar las tradiciones; decenas de paisanos acudieron a las cercanías de la plaza de la Fuente para degustarlos.

La peculiar guerra blanca cuenta con más de 60 años y tiene que ver con los orígenes de este municipio de un millar vecinos: en época de Carlos III, los colonos alemanes, italianos y austriacos se asentaron en el lugar e importaron la costumbre religiosa que marca para los cristianos la entrada de la Cuaresma. Todo cambió un día cuando, de manera casual, una clienta entró en la popular panadería de Amelia para imponerle la ceniza. Pero Amelia, ni corta ni perezosa, cogió un puñado de harina y se lo lanzó a su paisana, como ahora recuerdan cariñosamente los vecinos. La anécdota trascendió y transformó el día que marca la llegada de la Semana Santa en una jornada especial en el municipio. De hecho, emigrantes alemanes regresan para tal festejo y pasan ratos de entretenimiento y diversión gracias a una paella para "200 personas y todo el que venga de fuera", como ofrecen con hospitalidad los vecinos.

En mitad de la plaza Real, con el pavimento con una alfombra harinosa, los pequeños juegan a amasar el polvillo mientras que las mujeres hacen un corro en el que cantan y bailan canciones populares. A mediodía todo para. Al menos, en teoría, porque si alguien de fuera llega de nuevas "hay que mancharlo".

Con la firma de la paz, llega el momento de la convivencia en forma de batucada, pasacalles y concurso de máscaras -por segundo año consecutivo-; a lo anterior se une la práctica de juegos de antaño como el del porrón o la comba. La pedanía de Fuente Palmera gozó de su día grande entre puñados de harina que vistieron de blanco inmaculado sus calles principales. Nadie pudo escapar a esta munición inocua, como nadie escapará a partir de ahora al ambiente de la Cuaresma.

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