Cultura

La Historia vive en el teatro

  • Hinojosa del Duque evoca el romance del Marqués de Santillana con una lugareña en la quinta representación de 'La vaquera de la Finojosa', un montaje que ha ganado en ritmo y viveza respecto a ediciones anteriores

Sólo la literatura es capaz de convertir en universales las historias de amor que crea. De eso saben mucho los habitantes de Hinojosa del Duque, que ayer estrenaron con notable éxito la quinta edición de la representación del teatro popular La vaquera de la Finojosa. Cuatro años después vuelve a sorprender cómo más de 200 vecinos, convertidos en actores desde hace tan sólo unos meses, son capaces de dar vida a un montaje repleto de espectacularidad, ritmo, colorido y ambientación.

Empleando como telón de fondo y decorado la majestuosa fachada de la Catedral de la Sierra, los protagonistas de la obra recrearon ante los espectadores los requiebros amorosos que hace más de 600 años dedicó el Marqués de Santillana a una vaquera de estas tierras, inmortalizados por Íñigo López de Mendoza en su serranilla más popular y conocida. Una vaquera que, como queda plasmado en la composición poética, se convierte en el símbolo de libertad de todo un pueblo al no corresponder a las pretensiones amorosas del noble. El enigma de estos versos, "non es deseosa de amor ni lo espera aquesta vaquera de la Finojosa", se convierte en esta edición en el eje de la representación.

El director, José Caballero, que también dirigió la obra hace cuatro años, ha optado en esta ocasión por una escenografía minimalista, que destaca y pone de relieve la capacidad de estos vecinos y voluntariosos actores. También ha renovado todo el elenco de principales protagonistas, creando un montaje con más enjundia teatral, más puro y más clásico. La obra ha ganado en viveza, expresividad y ambientación musical, al ser más perfecta la fusión entre todos estos componentes, gracias también a la maestría del compositor local Miguel Cerro, que ha creado diez temas musicales nuevos, entre ellos una zambra y una jota que son bailadas, generando algunas de las escenas más luminosas de la representación.

Caballero consigue mantener el hilo argumental de la obra pese a que de nuevo ha apostado por la simbiosis entre los dos textos existentes, el del cordobés Francisco Benítez, creado para la primera representación, y distintas escenas de la obra La vaquera de la Finojosa, escrita por el dramaturgo gaditano Luis de Eguilaz y estrenada en Barcelona en 1856. De este último texto introduce este año como novedad la escena de la vecina Aldonza, que aporta frescura y ese fino sentido de villana chismosa, que actúa como portavoz ante el resto aldeanos, y comenta cómo los vecinos de la Finojosa del Pedroche están viviendo los amores del Marqués y la vaquera. Ese mismo tono es el que le da al coro de las villanas, mujeres vivarachas y desenfadadas que buscan ocasión para poner en solfa al resto de personajes, mientras se afanan en buscar el sustento para su familia.

El director también introduce una nueva escenografía que ocupa toda la fachada de la Catedral, a la que otorga aún mayor protagonismo gracias a los fantásticos juegos de luces que crea sobre la fachada, ventanas, capillas y campanario en la escena donde el maestro de obras adelanta a la vaquera algunas de la claves del templo que está trazando, jugando con el simbolismo de unos árboles blancos que vienen a representar esas obras en las que intervienen varias generaciones y se convierten en una prolongación de la vida de sus creadores. Distribuye los momentos más impactantes en escenarios a distintas alturas con objeto de dotar a todo el montaje de mayor capacidad de atracción para el espectador, que vive la obra con mayor intensidad.

De esta forma, La vaquera de la Finojosa es de nuevo ese espectáculo máximo que combina teatro, música de inspiración medieval y flamenca o danza, pero sobre todo se transforma en una magnífica ocasión para deleitarse con la cultura y las tradiciones de un pueblo.

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