Cultura

Alcalá-Zamora refleja en sus diarios la descomposición de la República

  • La Esfera de los Libros publica el primer volumen de las memorias del político prieguense, un testimonio de primera magnitud para conocer las convulsiones de los años 30 que desembocaron en la Guerra Civil

"Me acerco a la lucha sin optimismos ilusos, previendo magnas dificultades, esperando amarguras e injusticias, viendo desatinos, mortales y suicidas, por todos lados, por todos casi sin excepción". Lo escribió Niceto Alcalá-Zamora el 15 de febrero de 1936, en una España ya en descenso irrefrenable hacia el abismo de la guerra interna. Los diarios del político prieguense, presidente de la II República, constituyen un testimonio de primera mano para entender las convulsiones que el país sufrió en esos años fragorosos. Asalto a la República. Enero-Abril de 1936, publicado por La Esfera de los Libros, es el primer volumen de una trilogía que saca a la luz documentos hasta ahora inéditos de un personaje central en la España de la época.

"Me queda -continúa el prieguense- la tranquilidad de cumplir con mi deber y de hacer cuanto puedo, que naturalmente no alcanza a curar milagrosamente, contra su propia furia epiléptica, a un país enfermo crónico secular y gravísimo, del mal horrendo de la guerra civil". Asalto a la República, según La Esfera, es una obra "fundamental", ya que por primera vez pone al acceso de todos los diarios robados de Alcalá-Zamora: "un testimonio de incalculable valor que obligará a replantearse la lectura histórica que hasta la fecha se ha hecho de aquel turbulento periodo".

Con edición de Jorge Fernández-Coppel, prólogo de Juan Pablo Fusi y epílogo de José Alcalá-Zamora, en este libro se incluyen numerosas cartas inéditas y documentos "que ponen en jaque ciertos episodios, como las actas de los votos obtenidos por los distintos grupos en las elecciones a Cortes del 16 de febrero de 1936, que demuestran cómo se tejió lo que podría calificarse de golpe de Estado parlamentario".

El "mal horrendo" del sanguinario conflicto. "Al cual -relata Alcalá-Zamora- le dieron aquellos insensatos meteoros del fugaz y funesto Partido Radical-Socialista, una Constitución de guerra civil, que dejó pasar Azaña; que la agravó en unión de Prieto con una Ley Electoral favorecedora de esa guerra civil, al limitar las posibilidades de la victoria a dos tendencias extremas, otra vez de guerra civil, obsesionados por la idea del aplastamiento y exterminio de los adversarios, sin pensar, o sin detenerse [a considerar], que ese aniquilamiento puede ser el de la República y el de España, con destinos inseparables". Y así ocurrió.

Fusi considera que "es éste un texto imprescindible, y en muchos sentidos dramático: son las anotaciones políticas y personales que a diario, entre enero y abril de 1936, fue haciendo el jefe del Estado español al hilo de la gravísima crisis que el país vivía en ese momento -una de las crisis, como es sabido, más graves y trágicas de la historia española-, que conllevó, entre otros episodios, la destitución el 7 de abril de 1936 del propio Alcalá-Zamora de la Presidencia de la República, a su vez uno de los acontecimientos más estupefacientes y controvertidos, y sin duda más negativos, de la historia del régimen republicano".

Alcalá-Zamora explicó los motivos que le llevaron a redactar sus memorias: "La creencia de que toda vida que alcanza por la fortuna y el esfuerzo algún relieve tiene el deber de transmitir sus reflexiones y sus recuerdos; la convicción de que estos documentos históricos son doblemente necesarios en España, cuya historia, fecunda con frecuencia y complicada siempre, muestra tanto por hacer; y el presentimiento, no contradictorio de mi sencillez, de que había ejercido, y habría de aumentar, algún influjo en la vida pública".

Los diarios de Alcalá-Zamora componen una minuciosa crónica de un país enfermo. El testimonio de una República agonizante. Un paisaje político de intrigas, odios, descomposición y manipulaciones en el que Azaña queda dibujado como un personaje de "satánica soberbia" e "insuperable descortesía", mientras Gil Robles llega "a la demencia, a la epilepsia, a las convulsiones de furia".

De las incautaciones que sufrieron sus memorias, Alcalá-Zamora sólo conoció la primera. Salió el 6 de julio de Madrid (sin saber que no regresaría a España) rumbo a los mares árticos y dejó sus documentos, junto a algunos objetos de valor, en Credit Lyonnais, banco extranjero del que había sido abogado entre 1915 y 1930. Desde ese mismo mes, escribió posteriormente, "el Gobierno Giral y el de Largo Caballero emprendieron con unidad de inspiración, sin duda emanada de Azaña, el apoderamiento de esas memorias. Lejos de ocultar el propósito, intentaron explicar por él la incautación, el expurgo y el despojo de mi casa, que en cuanto a libros y papeles fueron completos. No se me han devuelto ni las escrituras de mis fincas, ni los documentos de mi carrera administrativa, ni los legajos de mi contabilidad privada".

Y la búsqueda dio resultado algunos meses después: "Según el acta levantada el 13 de febrero de 1937, y que yo he conocido más de dos años después, fueron los agentes de policía Jacinto Uceda Mariño y Ángel Aparicio Martínez quienes, cumpliendo órdenes, siempre del Gobierno y de un juzgado instrumento de aquél, se llevaron los nueve sobres que contenían mis memorias y otros estudios".

La "última y vana pista" que el prieguense tenía "al escribir estas líneas, el 8 de marzo de 1940", es que las memorias, "después de arrebatadas y de rodar de mano en mano, fueron a parar a las Juventudes Socialistas". Tuvieron que pasar siete décadas para que los documentos, trasladados a Valencia y robados de nuevo al final de la guerra, fueran recuperados, cuando un particular se puso en contacto con la familia del político con objeto de vendérselos. Los herederos denunciaron el hecho a la Unidad de Patrimonio de la Guardia Civil, que montó un operativo que resultó exitoso. Uno de los participantes en el proceso fue el historiador Fernández-Coppel, responsable de la edición de Asalto a la República.

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