Ángel Gabilondo. Ex ministro de Educación y catedrático de Metafísica

"La educación no consiste en crear dóciles empleados"

  • Fue el último ministro de Educación del Gobierno de Zapatero después de haber desempeñado la labor de rector de la Universidad Autónoma de Madrid y la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas.

Por la labor que desempeñó como rector de la Universidad Autónoma de Madrid y la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), trataba habitualmente con políticos, pero en 2009 Ángel Gabilondo dejó la toga y el birrete de forma temporal. José Luis Rodríguez Zapatero convirtió a este donostiarra en su último ministro de Educación, una materia de la que Gabilondo puede hablar con soltura, como hizo en una conferencia sobre el futuro de la educación organizada por la Universidad Loyola Andalucía, donde reiteró su apuesta por la búsqueda de acuerdos como solución a los problemas del sector.

-¿Hizo la reválida? 

-Hice todo tipo de reválidas y exámenes. Desde luego no me han faltado en la vida.

-¿Y cómo la recuerda? 

-Era otro mundo. Ahora se ha universalizado la educación superior. Hay un millón y medio de universitarios. Yo siempre he dicho que lo que no se evalúa se devalúa, pero hay que buscar la mejora. No evaluar para seleccionar, sino para encontrar las deficiencias y avanzar.

-¿Eso cómo se consigue?

-No se debe clasificar a los niños en edades tempranas. Hay que tener en cuenta que hay condicionantes sociales y no todo el mundo tiene las mismas oportunidades. La selección implica llegar al darwinismo social y espero que eso no ocurra.

-¿Es posible que se esté adecuando el sistema educativo al mercado laboral?

-La educación debe responder a las necesidades de la sociedad y éstas no coinciden con las demandas del mercado. Pero tampoco creo en un sistema educativo plegado sobre sí mismo, porque tiene que formar parte de la sociedad.

-¿En ese acercamiento a la economía pueden olvidarse las humanidades?

-Se piensa que el conocimiento tiene que estar vinculado a una misión práctica. Es un error tener una idea restrictiva de la ciencia. Hay disciplinas humanas y sociales, como la economía, y soy partidario de prestarles  atención a todas. Pasa igual con la formación artística. No sólo consiste en aportar conocimientos para convertir a los individuos en dóciles empleados.

-¿Qué hay de la filosofía? 

-No quiero parecer corporativista, pero creo que es fundamental para obtener una formación integral. Sirve para tener pensamiento crítico y aprender en un mundo que hay que transformar.

-También conoce bien la Religión. ¿Cree que se acabará algún día la polémica en torno a su estudio?

-Creo en un pacto político y social para la educación y pensaba que no era bueno reabrir ese debate. Igual hay que hacerlo, pero sabiendo que conlleva muchos temas asociados. Prefiero que no sea una materia evaluable, pero desde el mayor de los respetos. El laicismo bien entendido es la tolerancia para todas las creencias, religiones y modos de vida. 

-¿Será posible llegar a un acuerdo?

-Tendrá que serlo. No sé que mal padecemos que no permite comprender, en algunos ámbitos, que necesitamos estabilidad normativa. Los agentes sociales, la comunidad educativa y los partidos políticos deben sentarse y establecer una base común para negociar. Hay una demanda de la sociedad y se necesita un debate para averiguar qué modelo de educación queremos, pero pensando en las próximas generaciones, no en los próximos años. No son buenos momentos para los acuerdos. Soy partidario de hacerlos en los comienzos de las legislaturas.

-¿Está realmente tan mal la educación española como se suele decir?

-Hay aspectos en los que mejorar, evidentemente, pero también se ha avanzado notablemente en otros. La universalización, la escolarización temprana y el respeto a la diversidad son algunos de estos factores. El sistema español es uno de los más inclusivos del mundo. El discurso de los expertos en desalentar dice que lo hacemos todo mal, pero no es así. Opino que España  debe mejorar, pero no estamos garrafalmente mal.

-Ha conocido el sistema desde múltiples puntos de vista. ¿Cuál prefiere?

-Aspiro a ser un digno profesor. De todos los títulos que me han otorgado prefiero el de profesor. Desde mi experiencia, puedo afirmar que lo importante es estar cerca de las personas. Hay que crear espacios de participación para que los cambios educativos no sean revocados continuamente.

-¿Cree que puede haber revanchismo?

-Espero que no. Espero que las decisiones se tomen por convicción. La inestabilidad legislativa provoca apatía en la comunidad educativa. y por eficacia y ética política soy partidario del acuerdo. 

-Faltó ese acuerdo cuando se implantó el Plan Bolonia.

-En España nos pusimos a trabajar a última hora y se hizo con celeridad. Había voluntad manifiesta en la Conferencia de Rectores, pero se aplicó con un exceso de burocratización y falta de recursos. Me hago responsable de lo que me corresponda, pero ahora hay que ver cómo está funcionando. El Espacio Europeo de Educación Superior permite que un título español sea válido en muchos países y eso sólo puede ser bueno. 

-¿Qué le falta a la universidad española?

-Si uno mira a los centros creados en los últimos 45 años están en muy buen lugar. Hay muchas familias que ahora tienen a su primer miembro en la universidad. Antes era imposible. Estamos muy bien colocados en general, pero nos faltan universidades punteras y hay que trabajar en ello.

-¿Qué opina de la diferencia entre las cifras de Andalucía y la media nacional?

-En ámbitos como el fracaso y el abandono escolar hay muchas y muy complejas raíces. No hay que identificar las causas sólo con el sistema educativo, sino que hay que analizar  el nivel de industrialización y otros factores. Hay que acordarse de los datos de analfabetismo que hay en Andalucía históricamente. También los niveles de renta y la estructura familiar son distintos. El esfuerzo de los andaluces ha sido enorme. 

-Formó parte del último Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

-Estuve sólo 33 meses, pero recuerdo que se luchaba con toda pasión por afrontar un gran reto económico. Y se hizo sin tocar los recursos en educación y becas o, al menos, yo luchaba por eso. No tengo más que palabras de agradecimiento para el ex presidente y los reconocimientos que recibe ahora tienen que ver con las leyes civiles y sociales, en las que creo que realizó una labor pionera. Las decisiones que tomó en la crisis hay que verlas con perspectiva. Se habla de la herencia recibida, pero creo que también hay herencia dilapidada.

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