Desde la salida de José Manuel Fernández en el mercado de invierno de la temporada 2012-13, el Córdoba no ha tenido un lateral derecho con vitola de titular indiscutible que enterrara cualquier duda en torno a un puesto que se tornó maldito. Quizás el lituano Marius Stankevicius fue el que más se acercó el pasado curso, aunque con alguna que otra sombra, tras las experiencias fallidas con Cristian García, Campabadal, Gunino, Dalmau... Hasta que el sábado irrumpió Antoñito con un partido notable ante el Tenerife con el que se ganó el cariño de la afición y se confirmó como un jugador de garantías.

El sevillano viene a cumplir el rol que desde la pasada campaña buscó, con escaso éxito, José Luis Oltra: lateral de largo recorrido que permita tener superioridad por fuera y obligue constatemente al rival. Pero también un futbolista con orden y contundencia en las tareas defensivas, que son las primeras que se le deben exigir a todo zaguero. Un conglomerado de virtudes que Antoñito desarrolló en su estreno en partido oficial como cordobesista hasta el punto de convertirse en el mejor de los 26 hombres que terminaron pisando el maltrecho césped de El Arcángel a lo largo de los 90 y pico minutos.

Quizás sea pronto, con un único encuentro en su haber, para decir que el jugador de Estepa ya ha disipado todas las dudas sobre una posición sin dueño durante más de tres temporadas. Pero lo cierto es que las sensaciones que dejó Antoñito sobre el verde fueron sobresalientes. De hecho, casi la totalidad de los ataques del Córdoba llegaron por su costado y con él como protatonista directo, tanto en el primer como en el segundo periodo. Y, sin embargo, eso no mermó su rendimiento en defensa, pues en el primer acto contuvo bien a Álex García y en el segundo tuvo la ayuda de Ríos y Donoso con las subidas de Iñaki. De momento, no se le puede pedir más a Antoñito, que ha ganado la batalla directa a Caro por ocupar el costado diestro.

Ahora, al ex del Albacete le toca dar continuidad a todo esto en próximos envites para terminar con la maldición de un puesto desierto desde la salida del deseado Fernández, que sigue en el Oviedo. Porque ni siquiera Stankevicius, con partidos de nivel, logró espantar fantasmas durante la pasada campaña, en la que a pesar de todo mejoró en mucho la seguridad de Gunino, Campabadal o el propio Dalmau, con el que compitió directamente.