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No me chilles, no te veo (1-1)

  • El CCF, que se adelantó muy pronto, queda eliminado de la Copa del Rey a las primeras de cambio por un discutido tanto. La niebla, invitado sorpresa en un duelo que fue esperpéntico.

La Copa ya es historia para el Córdoba, eliminado a las primeras de cambio por un Granada que sacó tajada de su única llegada clara en un partido que para todos, menos para el árbitro, no debió disputarse por la intensa niebla que había a esas horas en la ribera del Guadalquivir. Ese condicionante convirtió el choque en un esperpento, un insulto al fútbol, sobre todo para los valientes que acudieron a las gradas con la ilusión de que su equipo siguiera vivo en una competición que ya no mola como antes. Pero eso importa poco cuando las exigencias ligueras son las que son, y obligan a estar con los cinco sentidos puestos en un torneo en el que el equipo está en zona de descenso y el sábado visita el Camp Nou. Con la que está cayendo, mientras menos distracciones haya, mejor que mejor.

El partido era una oportunidad única para reivindicarse, para decirle a Djukic que no se le ocurra mover su silla en enero. Y, dentro del buen tono general del equipo en el primer tiempo, los que más en serio se lo tomaron fueron López Silva y Florin Andone. El primero fue el mejor el tiempo que estuvo sobre el verde. Incisivo por el perfil izquierdo, en esa posición a pierna cambiada que tanto le gusta, el onubense recuperó la verticalidad y calidad que apenas ha podido lucir en lo que va de temporada. De sus botas nacieron casi todas las llegadas claras, aunque siempre sin esa pizca de fortuna necesaria para hacer diana: una diagonal sin remate tras el pase interior de Abel, una rosca buscando la escuadra más lejana y, sobre todo, una volea desde la frontal que obligó a estirarse a tope a Oier. Todo eso ocurrió después de que el rumano igualara la eliminatoria en el minuto 5, en la primera ocasión del partido, para confirmarse como segundo en la lista de delanteros de Djukic. Xisco ya está por detrás y lo de Havenaar, de nuevo fuera de la convocatoria, no vale la pena ni referirlo. Porque el caso del japonés, como los de Caballero o Matos, tienen un claro mensaje de cara al mercado de invierno.

Ese tanto, tempranero, de Florin, dio más tranquilidad al Córdoba, que aunque trataba de tener más la pelota que su rival, no abusaba tampoco para no llevarse ningún susto por la niebla. Los blanquiverdes, bien plantados, minimizaban a su rival y llegaban con cierto peligro. De hecho, después de que el Granada lo intentara tímidamente en alguna que otra ocasión aislada y de que Caparrós buscara más juego directo con Jhon Córdoba -en la ida le salió bien y repitió jugada-, el conjunto local se fue a los vestuarios acariciando el segundo. Primero fue Abel Gómez el que inquietó con un libre directo escorado que despejó Nounkeu y luego López Garai mandó al limbo un cabezazo franco tras un envío de Fidel; Crespo llegaba por detrás haciendo ya el gesto, pero el remate era buenísimo y se fue desviado.

El paso por la caseta sirvió para que el Granada ajustara piezas y saliera algo mejor, pero fue apenas un arreón que el CCF consiguió diluir a las primeras de cambio. Estaba más cerca el segundo que el empate, porque aunque el juego no fuera para tirar bombas, lo cierto es que la zaga albirroja era un flan y el frente ofensivo local percutía bien. Sin embargo, en una acción aislada y rodeada de polémica porque árbitro y asistente no se pusieron de acuerdo, la igualada subió al marcador. Un golpe duro que el CCF trató de reconducir mirando al banco.

Djukic tiró de Ghilas y pasó a jugar con dos puntas, más directo, porque hacían falta dos goles ya para pasar de ronda. La apuesta, que ya fue buena de salida porque la mera presencia del argelino ya originó un par de sustos -zurdazo de Fidel que se topa en Martins o disparo alto del propio ariete-, se vio favorecida por la expulsión de Javi Márquez. Ante un rival en inferioridad, el acoso fue aumentando por momentos, ya con Borja García también en el campo, lo que dibujó un doble pivote creativo con Abel y Rossi. Los cambios reflejaban la ambición del banquillo cordobesista, aunque con el Granada ya metido muy atrás el caudal de llegadas fue disminuyendo. Algo que ni siquiera pudo evitar la entrada de Xisco -recibido con pitos, por cierto- para los diez últimos minutos de un partido que quizás no debiera ni haberse puesto en juego.

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