0/1 tiros a puerta/fuera 3/0 2 faltas cometidas 00 amarillas 062 minutos jugados 90

Por algo es el más grande

  • El duelo de delanteros acaba tan desequilibrado como empezó · Enzo se perdió en la maraña culé, mientras que dos chispazos del argentino sentenciaron el partido

Los 20.000 espectadores que fueron ayer a El Arcángel podrán decir que vieron jugar a Messi y que sólo el mejor jugador del mundo pudo batir a un Córdoba indomable. Dos chispazos, dos remates y dos goles dejaron el sello del argentino en El Arcángel, dejando claro por qué es el más grande.

Porque la magia de la Copa puede explicarse de múltiples maneras, pero ver al crack culé marcar tras zafarse de un mar de camisetas blanquiverdes puede ser una de las mejores. Esa simple imagen, una escena que se guardará para toda la vida hasta que la foto tome un viejo tono sepia, resume la grandeza de un torneo y la épica de un partido, una batalla desigual que permitió que durante 90 minutos el Córdoba se peleara contra un mito, o que un currante del fútbol como Rennella se midiera en la distancia con Messi, un futbolista al que sólo la historia colocará en su sitio.

Porque sólo una competición rodeada de un aura casi mística puede plantear un duelo tan aparentemente desequilibrado. Durante 90 minutos el fútbol permitió el cruce entre dos mundos, entre dos realidades tan alejadas que verlo en directo parecía una película de ciencia ficción. Algo así debería pensar Rennella, el chico que hace apenas dos semanas lloraba la muerte de su padre y que ayer soportaba sobre sus espaldas la presión de medirse al mayor goleador que han visto los tiempos. Qué mejor homenaje que pegarse contra Piqué y Mascherano, que sufrir las embestidas de la máquina de fútbol más perfecta que se recuerda.

Qué mejor manera de reivindicarse para el chico que nació en Francia con corazón napolitano. Rennella, a sus 24 años, ya sabe lo duro que es el fútbol, los tumbos que hay que dar para hacerse un nombre, la necesidad de buscar fortuna allí donde te den la oportunidad. Del Cannes a la aventura en Italia con el Genoa y el Cesena, el paso por Suiza... y ahora el Córdoba, una ciudad que lo ha acogido como uno de los suyos, por la que siente y se emociona cuando El Arcángel canta su nombre.

Tampoco fue fácil la vida de Messi, el genio al que todos admiran, pero que esconde tras de sí una historia que no empezó con el mejor guión. Para la leyenda queda su viaje desde Argentina en busca de un club que le pagara el tratamiento para paliar una enfermedad que dificultaba su crecimiento. Allá en Rosario el pequeño Leo ya era el mejor, pero era bajito y endeble, ya era La Pulga. Lo demás ya está en los libros. La conversación en un restaurante entre su agente y José María Minguella, el contrato firmado en una servilleta, su llegada a La Masía, su crecimiento, su explosión, la gloria... Todo parece sencillo, pero la historia del mejor jugador del mundo también esconde muchas horas de sufrimiento.

Por eso, aunque parezca que Enzo y Leo no tienen nada en común, ambos comparten la pasión por el fútbol y el deseo de ser mejores. Por eso Rennella buscó espacios imposibles entre la zaga culés, dejándose caer a las bandas, tratando de asociarse con Fede Vico entre una maraña de camisetas azulgranas. Quizás recordó aquel día de septiembre de 2008, en el partido del centenario del Lugano. El modesto equipo suizo invitó al Milan como estrella en las celebraciones, y cuando los lombardos quisieron darse cuenta su rival les había sacado los colores con dos tantos de Enzo. Kaká, Inzaghi, Senderos, Abbiatti o Maldini tomaron la matrícula de aquel espigado chico que había humillado a la máquina rossonera haciendo lo que mejor sabía, jugar y disfrutar del fútbol.

Eso eso lo que hace Messi, jugar hoy como hace 15 años hacía en las calles de su barrio, en los campos de albero. El argentino también vivió días difíciles en sus inicios en el Barça, y por eso quiere exprimir cada momento como si fuera el último. Da igual que el domingo batiera el récord de Müller o que la Copa ante un Segunda fuera un choque de exigencia menor. Él quiere jugar como cuando era un pibe y ayer lo hizo en El Arcángel ampliando su leyenda con dos tantos que le hacen aún más eterno. Minutos antes, Rennella se retiró dejando su sitio a Patiño, para ver desde el banquillo los últimos coletazos de la enésima exhibición de Messi, que por algo es el más grande.

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