eduardo collantes. jefe del servicio de Reumatología del reina sofía

"Me preocupa el incremento de la sanidad privada porque la pública sea deficitaria"

  • Ha sido elegido mejor traumatólogo de España, una distinción con la que dice sentirse "abrumado", y reconoce que los recortes provocan "hacer lo mismo, pero con la mitad"

Tuvo el privilegio de ser uno de los alumnos de la primera promoción de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba (UCO), de la que es catedrático. Es el mejor reumatólogo de España, dirige uno de los equipos del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic) y, además, es el jefe de Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Reina Sofía desde hace más de tres lustros. Eduardo Collantes lleva ligado a la Medicina desde los años 70 del pasado siglo, compagina la labor docente, asistencial y científica apoyado en un grupo al que dice que ha conferido la personalidad de ser un equipo y reconoce también que es necesario ya un relevo generacional en la sanidad cordobesa.

-Ha sido elegido el mejor reumatólogo de España tras el primer estudio sobre reputación sanitaria realizada en el país y en el que han participado 2.400 expertos. ¿Qué ha supuesto esta designación?

-La verdad es que tengo una sensación múltiple. Por un lado, me siento abrumado porque de naturaleza soy tímido en lo que se refiere a mi persona y todo esto me está sobrepasando. Realmente esto tiene un valor de reconocimiento por parte de tus iguales. Si ha llegado este reconocimiento, ha sido por el producto del presente y también del pasado. A lo largo de mi vida profesional ha habido una serie de personas y situaciones que han hecho que me pueda desarrollar y pueda tener una mayor dedicación y mayor acceso al conocimiento.

-Fue alumno de la primera promoción de la Facultad de Medicina en Córdoba, ¿por qué se decantó por la Reumatología?

-Tuve la oportunidad, casi desde el principio de la carrera, de entrar en el Hospital Provincial y estar en contacto con los pacientes gracias a uno de los que considero mis primeros maestros, que fue el doctor Ricardo López Laguna. Hoy en día nadie se acuerda nadie de él, pero en los años 70 y 80 era el médico más prestigioso de Córdoba. Este hombre, un magnífico profesional, nos acogió y desde entonces estuvimos en el Hospital Provincial donde también tuve la oportunidad de conocer al profesor Sánchez Guijo que venía de Sevilla y ya me quedé con él en la Facultad de Medicina. Cuando acabé la carrera me gustó Reumatología como una especialidad más.

-Posteriormente, se marchó a París para seguir formándose. ¿por qué tomó esa decisión?

-Sí, es lo que cambió mi vida y quiero destacarlo porque ahora nuestros jóvenes no tienen esa ilusión o esa necesidad de irse al extranjero a pasar un año. Yo me fui en el año 90, ya mayor, como profesor asociado de Reumatología al Hospital Cochin de París y aquello fue lo que cambió mi vida.

-¿Y cómo fue ese cambio?

-Cuando llegué a París encontré una Reumatología que tenía ya mucho tiempo, mientras que aquí podía llevar tres o cuatro años. Allí había una Reumatología de 50 años, con evolución; era una disciplina moderna, científica. Los pacientes franceses sabían lo que era la Reumatología y aquí no estaba muy claro. Pero sobre todo vi un ambiente científico, donde la gente trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde sin tener ningún problema. Asistían a sus pacientes haciendo investigación y, además, hacían docencia. En realidad fue conocer que en otros sitios compaginaban los tres pilares de lo que yo entiendo que es la medicina: asistencia médica, investigación y docencia. Eso se ha incorporado aquí porque muchos, como yo, a la vuelta hemos entendido que esas actividades no se pueden separar, como se ha hecho en España durante muchos años. La idea es hacer que tu jornada laboral, que obviamente no puede ser de ocho horas, sino que tiene que ser de diez o doce, es un compendio de las tres.

-Sin embargo, ahora mismo las agencias de evaluación exigen cumplir unos parámetros muy elevados a los profesores y, en muchos casos, no pueden compaginar la tarea docente, la investigadora y la clínica...

-Subrayo que es posible a costa de tu tiempo y probablemente, las exigencias serán muy altas. Ahora se pide excelencia en la asistencia clínica, en la investigación y la docencia. Y ser excelente en todo es difícil, pero si se considera como un todo, creo que se puede conseguir.

-¿Pero cómo?

-Te pongo mi ejemplo. Soy catedrático de Medicina, responsable de un grupo de investigación que publica muchísimo y, además, jefe de servicio en el Hospital Reina Sofía. Y lo hago gracias a que me he rodeado de una serie de personas que comparten las mismas ideas de grupo y de equipo, Así, por ejemplo, en el servicio de Reumatología, soy jefe de servicio desde 1998 y lo que he procurado es hacer que el grupo de trabajo sea un equipo. Tenemos gente más mayor, de mediana edad y más joven, y a todos les he inculcado mi forma de ser: que la actividad clínica no solamente sea compatible con la actividad docente e investigadora, sino que sea complementaria. Siempre digo a los médicos que colaboran conmigo que cada paciente al que vean te puede servir para el proyecto de investigación, pero también tener un alumno y enseñarle.

-¿Ese es el modelo que aprendió en París, no?

-En las consultas de París se atendían a los pacientes y en ellas también había alumnos y médicos en formación aprendiendo. Ese paciente, además, formaba parte de protocolos y de proyectos de investigación. Eso fue lo que hizo que entendiera que se puede hacer. El papel del médico investigador clínico es ver que cada paciente le supone un reto para investigar o para preguntarse por qué su enfermedad es como es.

-¿Es posible aplicar este modelo que defiende expone en plena época de crisis?

-Ahora mismo lo tenemos fatal y aunque no tengamos recortes, la presión asistencial es tremenda. Tenemos un potencial humano francamente escaso. Si en el Sistema Andaluz de Salud a cada paciente le dedicamos unos quince minutos, si tengo a un alumno y a un residente al lado y, además, tengo que sacar sangre al paciente y hacer un protocolo, necesito algunos minutos más. El gran conflicto que hay ahora es que las tres entidades que coinciden en la medicina, al final no se entienden.

-¿Dónde cree que está esa falta de entendimiento entre la investigación, la universidad y el sistema sanitario?

-Pues porque cada una de ellas entiende que su tarea es prioritaria. En el sistema público de salud está muy bien que se investigue y que se de clase, pero lo que le interesa es que se vea a los pacientes. Y yo lo que digo es que veré mejor a los enfermos cuanto más pueda ser observable lo que yo haga y cuanto más tiempo dedique al paciente. Cuanto más tiempo dedique al paciente para investigación, mejor será para él. Eso lo dice el sistema. La Universidad, por su parte, tampoco entiende que nosotros tenemos una actividad asistencial y poner seminarios a las 10:30… El nuevo Espacio Europeo de Educación Superior entiende las carreras a full time -a tiempo completo- y no podemos estar porque tenemos enfermos que atender. Al final estamos al 200%. Y la investigación tampoco entiende y no importa de donde sacamos el tiempo. Si de mi dependiese, las tres instituciones tendrían que ponerse de acuerdo. Queremos que la asistencia a los pacientes sea observable, que sea docente y que tenga capacidad de investigación. Tres tareas en un sólo acto significa que hay que incrementar las becas, los contratos o el personal y ahora con los recortes hay que hacer lo mismo, pero con la mitad.

-¿Cómo han repercutido los recortes en su servicio?

-A una parte de nuestros compañeros se les redujo el sueldo significativamente y, hoy en día siguen manteniendo la actividad al 100%. Lo que más he sentido con los recortes es que no he tenido capacidad de contratar a nuevo personal. Los médicos van haciéndose mayores, hay jubilaciones y no hemos tenido reposición. No le echo la culpa a Montoro, pero la única verdad es que desde hace cinco años mi servicio no ha crecido y seguimos haciendo lo mismo. Esto supone que el trabajo se va acumulando, aunque me ayuda todo el equipo, a pesar de tener contratos al 75 o al 50%, porque son un grupo. Estamos en la espera de que esta travesía en el desierto dure poco y podamos tener un futuro más esperanzador.

-En los próximos años se prevén la puesta en funcionamiento de varios centros sanitarios privados en Córdoba, ¿cree que son necesarios?

-Soy un defensor a ultranza de la sanidad pública. Me gustaría que existiera sanidad privada no porque haya déficit de la pública, sino porque sea una oferta más a los ciudadanos. Lo que me preocuparía sería que hubiera un incremento de la sanidad privada porque la pública sea deficitaria.

-¿Cree que la sanidad pública en Córdoba es actualmente deficitaria?

-No y goza de buena salud, pero va cumpliendo años y hace falta una renovación porque si no, no tiene salida. Hay toda una generación, de entre 35 y 45 años, que ahora mismo no tiene posibilidad de acceder ni incluso a una plaza fija y al final se desmotivan. La sanidad pública sigue siendo buena, tiene buena salud, pero casi senecta.

-Además de jefe de servicio también es investigador en el Imibic ¿qué ha supuesto su creación?

-Ha sido el final de una antigua ambición que teníamos los investigadores de la UCO, que teníamos un problema. El Imibic nació porque los investigadores de la UCO básicos y del Reina Sofía estábamos bastante separados y algunas experiencias previas de relaciones entre los clínicos y los básicos demostraron que se podía hacer una investigación de mucha calidad. Pero eso no se podía hacer porque ninguna estructura lo podía asumir. Para la Universidad, para Córdoba y para la sanidad y la sociedad ha supuesto un avance tremendo.

-Ahora que hace referencia a la sociedad, ¿cree que Córdoba conoce este centro y las investigaciones que se realizan en él?

-No lo se, pero desde luego lo deben estar notando porque gran parte del trabajo que se hace está suponiendo la creación de patentes que suponen la mejora en la asistencia pública. Es posible que haya que hacer una política de comunicación para mostrar qué aporta realmente el Imibic a la sociedad.

-¿Cuáles son las principales líneas de trabajo que desarrolla usted en el Imibic?

-Una de ellas es la línea de la espondilitis, con la que colaboramos con Asociación Cordobesa de Enfermos Afectados de Espondilitis (Aceade). Esta sinergia ha hecho que podamos avanzar y tener una patente que es capaz de evaluar la progresión de la enfermedad de una manera objetiva, es decir, con un sistema informático de análisis del movimiento. Este sistema es capaz de ver cómo está un paciente al inicio de la enfermedad y ver cómo evoluciona. Con esos patrones podemos decidir cuándo hay que cambiar el tratamiento al paciente y esto antes se hacía con cintas métricas. La otra línea en la que estamos trabajando es un proyecto europeo sobre enfermedades autoinmunes. Hemos hecho ya muchas cosas, pero en la que estamos más ilusionados es en la reclasificación de las enfermedades autoinmunes, que se han clasificado en los últimos años en función de cómo se manifestaban. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que muchos pacientes comparten signos y síntomas y posiblemente la clasificación clínica del paciente no sea la adecuada. Por eso hemos incluido a 2.000 pacientes a ciegas para ver qué comparten de genético, de biología molecular o de respuesta terapéutica sin tener en cuenta cómo se expresa. Si fuéramos capaces de hacer grupos de enfermedades, sería magnífico porque se podrá tratar la causa de la enfermedad, es decir, se pasaría de tratar los síntomas a tratar la causa.

-Para terminar, ¿qué hay de cierto en la creencia popular de que duelen los huesos cuando va a cambiar el tiempo?

-Es cierto, pero eso no es reuma. Hay que distinguir que una cosa son dolores articulares, de los huesos, y otra la enfermedad reumática que produce dolores. Desde el punto de vista científico es una observación, ya que nadie ha demostrado por qué los cambios climáticos incrementan el dolor en alguna región del aparato locomotor. La hipótesis es esta: los cambios climáticos producen dolor, vamos a demostrar si es verdad o no. El marco conceptual, por su parte, es que hay datos que sugieren, primero, que la observación clínica es verdad y, si lo dice todo el mundo es porque algo tiene que haber. Segundo, es verdad que determinadas estructuras del aparato locomotor, como son tendones, ligamentos, cicatrices, se ven influenciadas en su vascularización y en su propia estructura por los cambios de la presión atmosférica. Por todo ello, hay base para estudiarlo.

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