Córdoba

Comienzan las actividades de información micológica La energía de África

  • Misioneros y cooperantes luchan cada día por sacar adelante un continente marcado por la enfermedad y el hambre a través de la puesta en marcha de programas sanitarios y educativos

El delegado de Medio Ambiente Urbano, Rafael Jaén, ha informado que hoy se inaugurarán las actividades del Punto de Información Micológica (PIM), en Trassierra, para lo que se han organizado distintas actividades. Hoy, a las 11:00 , habrá una presentación, una visita guiada y un recorrido por el Cerro del Pozo de la Nieves.

Asimismo, para los próximos meses se han organizado diferentes actividades. Aunque el PIM se mantiene abierto durante todo el año, entre los meses de octubre y abril, coincidiendo con el período de mayor interés micológico, abre también en horario de mañana. Así, desde el 26 de octubre, abrirá sábados y domingos de 09:30 a 14:00 horas, atendido por personal especializado en micología.

Llevan al continente africano en el corazón, sus años de trabajo allí los convierten en parte de esa tierra y la atención a su población es su prioridad. Los misioneros y cooperantes son, desde hace décadas, el motor de una tierra que ha saltado a la actualidad informativa del mundo desarrollado por el ébola, haciendo creer que este virus es su principal problema. Pero otras muchas enfermedades y sobre todo el hambre hacen que miles de personas mueran cada día en África.

"El ébola ha causado muchísimo daño pero, por otra parte, muere mucha más gente de malaria, millones de personas al año". Así lo explica José Cárdenas, hermano de la orden de San Juan de Dios, que durante seis años fue superior del hospital de Lunsar de Sierra Leona en el que más tarde trabajó el misionero Manuel García Viejo, fallecido recientemente por este virus. Este religioso montillano tiene 61 años y ha pasado 21 de ellos en África, de 1980 a 1995 estuvo en Camerún y luego seis en Sierra Leona, por lo que le tocó vivir la guerra civil. Cárdenas insiste en que el ébola lleva allí muchos años pero estaba localizado en una zona muy concreta de la República del Congo. Mientras estaba allí "era una enfermedad más, cuando pasó las fronteras se empezó a tomar conciencia y a entrar miedo", incide.

En su época de misionero pasó años muy difíciles, sobre todo los de Sierra Leona. Allí vio "cosas muy fuertes", tan fuertes que prefiere no contar ni recordar, de las que dices "vamos a pasar página y punto". Ahora, debido a la expansión del ébola, está reviviendo esa época en África porque "conoces los sitios, cómo funciona el país y sabes las carencias y que es muy difícil controlar esa crisis porque carecen de muchas infraestructuras sanitarias". Al respecto, Cárdenas explica que "están cambiando muchas cosas, pero hay que entender que Sierra Leona y Liberia son dos países que han vivido muchos años de guerra civil y no les ha dado tiempo a crear infraestructuras sanitarias ni educativas".

Los 15 años que pasó en Camerún fueron difíciles porque el hospital donde trabajaba estaba ubicado en una zona de selva de muy difícil acceso. Allí trabajó como anestesista porque, a pesar de que él es enfermero, "allí hay que hacer de todo y tienes que prepararte para eso, lo mismo que un especialista en Medicina Interna opera una hernia o hace una cesárea". Luego, en Sierra Leona pasó seis años como superior del hospital de Lunsar y ahí "la situación fue totalmente distinta, eran dos escenarios diferentes". Allí, durante casi dos años estuvo llevando arroz a zonas muy peligrosas a la población desplazada por la guerra (como muestra la fotografía). "Casi siempre me acompañaban las fuerzas internacionales para protegerme y proteger la mercancía", rememora. A pesar de todo lo vivido -incluso tuvo que huir de los guerrilleros atravesando la selva andando 60 kilómetros-, confiesa que tiene "buen recuerdo porque fueron años de mucho sufrimiento pero a la vez de satisfacción por poder ayudar a la gente todo lo que se podía, y la verdad es que se ha podido mucho".

También lleva un trozo de África consigo la Hermana Francisca Matas, una cordobesa que pertenece a la congregación de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor. Tiene 80 años y ha pasado 31 de ellos en Benín, de donde regresó hace dos años por motivos de salud. Allí trabajó como enfermera en el hospital que las franciscanas tienen en Zagnanado. "Entonces ya había ébola, pero también otras enfermedades muy extendidas como malaria y micobacteriosis", infecciones de la piel similares a la lepra, además de malnutrición. Allí, otra misionera pasaba consulta mientras ella curaba. Algunos días atendía a más de 100 personas "para hacerles curas de todas las clases", muchos de ellos quemados porque venden la gasolina por los caminos y a veces la guardan en sus casas y explota.

El hospital Zagnanado tiene 150 camas que "siempre estaban llenas, por lo que tuvimos que hacer un pabellón para trasladar allí a los enfermos que estaban mejor". Esta misionera incide en que muchas veces los enfermos mueren porque van tarde al hospital, ya que primero acuden a los curanderos.

La Hermana Francisca indica que a lo largo de los 30 años que ha estado en Benín ha visto una evolución "tanto en la sociedad como en el país en general", aunque "todavía hay gente muy pobre" ya que este país "no tiene ninguna riqueza, sólo se trabaja el campo, no hay otras cosas".

Cuando las franciscanas llegaron a Benín el país era marxista-leninista pero "tenían bastante respeto a la iglesia". A principios de los 90 se convirtió en una república democrática. Y en el ámbito educativo, "casi todos los que iban al colegio eran niños, y ahora hay más chicas que llegan hasta la universidad que chicos".

Aunque esta congregación no tiene colegios en Benín, sí ofrecen becas, ha ayudado a la reforma y construcción de colegios del estado y ahora va a abrir una escuela en el norte del país. Otra de las labores de estas misioneras es ir por los pueblos dando catequesis y enseñando a leer, escribir y coser a las mujeres. Su labor evangelizadora la realizan también desde las cuatro comunidades que tienen en Benín, y también están presentes en Angola y Mozambique.

Al trabajo de los misioneros se suma el de los cientos de cooperantes que están en el continente africano. Cati Madrid es ingeniero de caminos y lleva siete meses en Manhiça, en Mozambique, con previsión de quedarse otros cinco, trabajando con la ONG española Ongawa. Ella hace un rápido retrato de la difícil situación de África: "Cada día se muere mucha gente por enfermedades como el VIH, la malaria o la tuberculosis, cada día hay miles de niños que se mueren de hambre, cada día hay más y más corrupción y grandes empresas que invierten en el continente prometiendo mejorar las condiciones de vida de las comunidades afectadas por su intervención en el país y lo que hacen en realidad es atentar contra sus derechos, explotar los recursos y beneficiar al gobierno de turno".

Esta ingeniero destaca que "se derrocha mucho dinero en construir para modernizar, cuando tienes a la población rural muriéndose de hambre o caminando una o dos horas con un balde de 25 litros para tener agua potable". Precisamente Ongawa trabaja prestando apoyo y seguimiento de los procedimientos para la mejora del sistema de gestión del servicio de abastecimiento de agua y también prevén comenzar a actuar en el área de saneamiento, "el gran olvidado".

"Si me pongo a contar todos los problemas que hay… no acabo", apunta. Desde su campo, por ejemplo, explica que la red municipal de agua abastece a unas 10.200 personas de 65.407 habitantes que tiene Manhiça. El problema es que las fuentes públicas, añade, tampoco cubren a toda la población, "entonces aquí entra en juego el papel de los operadores privados de agua, que montan su sistema propia con sondeo y depósito y venden el agua a terceros".

En cuanto a normas básicas de higiene, Cati Madrid señala que hay mucha gente que no tiene conocimiento sobre ellas porque nunca se les ha informado; "o sea que aunque haya letrinas, el uso de las mismas no siempre es el más adecuado". De hecho, agrega que "hace poco visitamos cuatro escuelas para un estudio que se está haciendo y en ninguna se hacía un uso correcto de las letrinas, a pesar de que la infraestructura estaba en buen estado".

La educación de la comunidad es esencial y es fundamental enseñarles conceptos como "que la higiene básica previene muchas enfermedades como el cólera y que el mantenimiento de las fuentes de agua para que no se formen charcos a su alrededor o el almacenamiento seguro de ésta previene la aparición de mosquitos que puedan portar malaria".

"Una vez que pisas Mozambique, al menos repites una vez más, en mi caso, dos veces más" porque la experiencia "aporta mucho tanto profesionalmente como personalmente". Cati llegó hasta Manhiça porque su hermana Lola Madrid ya estaba allí. Llegó hace dos años contratada por un centro de investigación de Barcelona llamado Cresib, que tiene un centro de estudio en Mozambique "con el objetivo de buscar nuevas herramientas para la lucha contra la malaria, endémica en esta zona".

Uno de los principales problemas del país es el "déficit de servicios de salud preparados para atender a una población muy enferma, afecta sobretodo de malaria, VIH y tuberculosis". Según datos del Ministerio de Salud del país sobre VIH, el 15% de las mujeres embarazadas y de un 11,5% entre hombres y mujeres en edad fértil lo padecen. Por otro lado, Madrid asevera que en 2012 se diagnosticaron siete millones de casos de malaria y 18.000 muertes, la mayoría de ellas en niños menores de cinco años. Respecto a la población pediátrica, expone que las neumonías, diarreas y otro tipo de infecciones son muy prevalentes en la zona donde trabaja, a lo que se añade el VIH, contagiado durante el embarazo.

Su trabajo allí se divide entre la investigación en el Centro de Investigación de Salud de Manhiça y la asistencia en el Hospital Distrital del municipio, en el área de pediatría. El hospital tiene unas 100 camas, de las que 34 son para pediatría, "que en época de malaria, entre octubre y marzo, puede llegar a alcanzar los 70 niños ingresados. Eso quiere decir que puede ser que tengamos a dos y hasta tres niños por cama".

Para esta médico esta experiencia "ha sido algo que he querido hacer desde que tengo uso de razón". Su trabajo tiene una cara amarga en la que ve a pacientes con VIH "que no pueden tomar tratamiento porque no tienen dinero para el transporte hasta el hospital, niños huérfanos de ambos padres, que murieron de sida, malnutridos, enfermos y sin nadie que les cuide, o niñas violadas porque corre el rumor de que tener sexo con una virgen te cura del VIH". Sin embargo, para ella no tiene precio el ver "la sonrisa de la abuela que cuida de su nieto con un amor indescriptible, del niño que se cura cuando lo dabas por perdido, del sentimiento de comunidad entre, sobretodo, las mujeres de esta zona". "Esa fraternidad, solidaridad de los unos con los otros, me fascina, me conmueve y me da envidia de que nosotros en nuestro supermundo, no seamos capaces de tener ni de crear", confiesa.

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