Bernabé Galán. presidente del Colegio de Médicos

"Es una pena invertir en formar médicos y que lo aprovechen luego otros países"

  • El especialista en Atención Primaria incide en la necesidad de impartir cultura sanitaria e informar sobre el coste de los gastos clínicos para evitar las masificaciones y aligerar las listas de espera

UNA vez le dijeron que por todo lo que ha hecho debería tener unos 800 años, y es que Bernabé Galán (Adamuz, 1952) ha sido médico de cabecera durante casi 40 años, alcalde de Monturque, impulsor de centros de salud y de un instituto en Fuente Palmera, director del Distrito Sanitario de Atención Primaria Alto Guadalquivir, presidente provincial de la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista, corresponsal del diario La voz de Córdoba, miembro del Consejo Editorial de la revista Medicina de familia. Andalucía y además imparte charlas de educación sanitaria, entre otras muchas cosas. De su época como médico rural antes de que se realizara la reforma sanitaria puede contar decenas de anécdotas: "Si hubiera tenido hábito hasta hubiera casado", bromea. Desde el pasado año además es presidente del Colegio de Médicos de Córdoba, una institución en la que quiere inculcar los principios de "claridad, transparencia y comunicación".

-¿Qué valoración hace de estos primeros meses al frente del Colegio de Médicos?

-Ha sido un tiempo para enterarme de cómo funciona el Colegio, aunque ya había tenido relación porque estuve en la comisión deontológica, pero hasta que no eres presidente y empiezas a pedir papeles... La valoración es positiva porque me he enterado de muchas cosas y, ajustándolo a mi estilo, he ido copiando casi todo de forma que hay continuidad pero poco a poco iremos implementando cosas nuevas. Fundamentalmente se trata de aumentar la comunicación con los colegiados y la relación con las asociaciones de enfermos, la administración sanitaria y otros colegios profesionales. Lo que siempre me ha gustado es la claridad, transparencia y comunicación, nunca el ocultar cosas.

-Uno de los problemas a los que se enfrentan desde el Colegio es a los recortes sanitarios. ¿Cómo están llevando este tema?

-Ahí podemos hacer poco porque es más labor de los sindicatos, aunque nosotros, a nivel de Consejo Andaluz de Colegio de Médicos, hemos conseguido que se aumente el tiempo de contratación. Hasta hace poco contrataban mes a mes. Conseguimos en un primer momento que ampliaran a cuatro meses y luego a seis y a partir del año que viene las contrataciones van a ser anuales.

-¿Cómo están viviendo los recortes los médicos?

-Mal, porque ha bajado el poder adquisitivo mucho y había quien tenía unos objetivos que no ha podido cumplir. Además tienen sobrecarga de trabajo; cuando se jubila alguien esa plaza no se cubre y se reparte el trabajo entre los demás. En las áreas rurales es donde más se nota.

-Otra de las consecuencias de la actual situación económica es la fuga de talentos. ¿Se puede parar esa marcha o es inevitable?

-Mientras no haya puestos de trabajo se va a seguir produciendo. Hace poco el anterior presidente nos contó el caso de un joven al que le gustaba la investigación pero no conseguía ninguna beca. Llevaba diez años en el Imibic y se ha tenido que ir fuera. Claro que nos preocupa la fuga de talentos, es una pena que después de años gastando dinero en formar a muy buenos profesionales, luego lo aprovechen otros países.

-¿Hay formas de evitar esto?

-Hay una forma y parece que en Córdoba se están dando cuenta, que son los hospitales privados. Si se concertara más entre la pública y la privada, habría más trabajo. Estos hospitales que quieren asentarse en Córdoba -Quirón y Averroes- no sólo vienen con intención de proporcionar atención clínica a la población, sino de invertir en investigación e innovación. Por ahí habría una salida para muchos médicos. Lo que pasa es que siempre hay una especie de enfrentamiento o rechazo entre pública y privada. Parece que son incompatibles pero hay cosas que la privada puede ofrecer mucho antes. El sistema Muface por ejemplo, está comprobado que sale más barato que el sistema público. Y cada día aumenta la calidad de los servicios de la medicina privada.

-¿Pero hay realmente demanda suficiente para esos dos centros?

-No sé cifras pero hay suficiente demanda como para un hospital. Para dos no sé, y para tres seguro que no. Siempre con la condición de que la pública concierte con la privada, pero nunca, nunca, entregar la gestión de un hospital o centro de salud a una compañía privada como por ejemplo han hecho en Madrid. Desde el Colegio no estamos de acuerdo con esa privatización. Conciertos y acuerdos sí, pero siempre la sanidad debe ser pública, gratuita y universal.

-Cada vez hay más ciudadanos que se hacen un seguro privado. ¿Qué está fallando en el sistema público?

-La masificación. Se debería invertir más en formación sanitaria para la población, informar más a la gente de lo que cuesta cada gasto médico. Si hubiese mayor cultura sanitaria la población acudiría menos por cosas banales a las clínicas, habría menos lista de espera, se emplearía más tiempo en atender a las personas y eso sería un círculo vicioso positivo. Por otra parte, un médico que tenga consulta privada atiende igual de bien en la pública. Hoy ya casi no pasa pero mi experiencia, por las personas que conozco, es que quien atiende a pacientes por lo privado tal vez sea más cumplidor de su horario en la pública que otros que cobran la exclusividad. También hay excepciones que claman al cielo. Todo es cuestión de que los gerentes de la pública pusieran un poco de orden.

-Usted ha trabajado tanto en el sistema público como en el privado.

-Sí, y siempre lo he hecho por una sencilla razón, la entrega al paciente. Empecé a trabajar en Monturque recién acabada la carrera, con 23 años, las 24 horas del día y los 365 días del año. Teníamos que presentarnos al alcalde, pedirle a él permiso si tenía que ausentarme, para las vacaciones y buscarme un sustituto que estaba bajo mi responsabilidad. Estaba las 24 horas al servicio del pueblo. Entonces veía que la gente iba a un especialista de un pueblo próximo a que le echaran los rayos y les cobraba 2.500 pesetas, en el año 75. Yo pensaba que iban porque creían que echándole los rayos se iban a curar, tenían una mala información, y se gastaban un dineral. Entonces me compré unos rayos X para, entre comillas, engañarlos o convencerlos. Al enterarse de que yo tenía el aparato, dejaban de ir al otro, yo les cobraba 100 pesetas y se iban tan contentos, y a los que no era necesario no se los echaba. Casi nunca los usaba porque no era partidario de utilizarlos banalmente. Por otra parte, si he tenido a una persona en el seguro y luego ha ido a mi casa por necesidad o angustia, no me he aprovechado, no le he cobrado. Eso lo he tenido siempre claro, incluso ahora, que ya no trabajo para la Seguridad Social, me pasa lo mismo. Siempre he estado en la pública y privada pero atendiendo lo mismo, tanto en Monturque como en Fuente Palmera. Cuando se hizo la reforma de Atención Primaria, dejé mi consulta un tiempo y me fui de director de distrito a Montoro, que luego se unió con Palma del Río y más tarde con Córdoba, el que es ahora el Distrito Córdoba-Guadalquivir. Estuve montando centros de salud y al cabo de un año volví a Fuente Palmera porque mis objetivos estaban cubiertos. Siempre digo que cuando estás arriba de vez en cuando tienes que volver a la base para seguir conociendo la realidad. Ahora mismo hay políticos a los que les hablas de la realidad y son ajenos. Por eso yo siempre he vuelto. También fui director de centro de salud, jefe local de sanidad...

-¿Cuáles son las debilidades y fortalezas tanto del sistema público como del privado?

-Una fundamental es que los trabajadores no sienten el sistema público como suyo o no con la contundencia que deberían sentirlo. Antes eso era morderle la mano a quien te da de comer. Si estás empleado en el sistema público tienes que cuidarlo, no criticarlo. Es decir, que hay defectos que tienes que tragar, o los puedes criticar si quieres, pero siempre con una intención de mejorarlos. El resto de debilidades siempre son las mismas: la masificación, el trato impersonal... Todo esto por lo mismo: si la gente acudiera menos por estar más informada, el personal sería suficiente. Cuando se hizo la reforma sanitaria recuerdo que había 750 cartillas por médico. Eso se fue maleando y yo he llegado a tener 2.500 porque cuando uno se tira muchos años en un sitio y te portas bien, quieren estar contigo. Hay muy pocos médicos que no tienen a casi nadie porque no quieren estar con ellos. Esos poquitos son los que quizás van denigrando el sistema público de salud. Y esos tampoco tienen trabajo por lo privado. La solución sería convencer y entusiasmar al trabajador por parte de la empresa. La fortaleza del sistema público es el ser universal. Podemos estar orgullosos en Andalucía de que aquí se siga manteniendo la universalidad y gratuidad. Respecto al sistema privado, tal vez la mayor debilidad sea la falta de conexión que hay entre las distintas clínicas privadas por la competencia, lo que provoca que tal vez haya menor grado de formación que en la pública, aunque desde los colegios procuramos dar cursos de formación. La fortaleza es la rapidez en la atención y amabilidad en el trato.

-Si son los mismos los que trabajan en ambos sistemas, ¿por qué en un lado son más agradables al trato que en el otro?

-El tener menos gente en la sala de espera te relaja y eso se capta. Tú puedes ser muy simpático y estar entregado en una consulta del seguro, pero si tienes 40, 50 o 60 personas en la puerta, la tensión y el estrés que llevas lo palpa el paciente. Y ellos mismos entran con prisa porque ven que estás sufriendo.

-¿Por qué quiso ser médico y se especializó en Atención Primaria?

-Porque mi padre, que tiene 92 años, era practicante de los antiguos, y desde chico me gustaba ir con él y ayudarle a abrir las ampollas, cargar las jeringas... Incluso me enseñó a poner inyecciones cuando tenía unos cinco años. Ya siendo médico también iba con él y hacía lo mismo que cuando pequeño. Siempre me ha gustado el entregarme y servir a los demás y por ahí vi una salida. Y elegí Atención Primaria porque creo que es la verdadera medicina. En el año 78, estando todavía en Monturque, tuve la posibilidad de venirme a Hematología al Reina Sofía, pero por circunstancias no me pude venir, seguí en Monturque y acabé de alcalde porque me lo pidió la gente. Cuando era estudiante lo que me gustaba era la investigación, estuve interno en la Cátedra de Fisiología los tres primeros años de carrera, y a Ramón y Cajal lo he tenido casi como a mi dios particular. Luego me salí de interno de Fisiología y pasé a Medicina Interna. El contacto con los enfermos me fue dirigiendo hacia la medicina de consulta. En aquel tiempo cuando acababas la carrera te ibas a un pueblo, no existía el MIR todavía, y me vine con mi mujer a Monturque. El contacto directo con la gente, el ver sus sufrimientos, ya no sólo el que te digan donde les duele, sino que conozcas a las familias y sus problemas, te sensibiliza mucho más y hace que te vuelques más en las personas. Eso siempre lo he hecho de una manera natural. Por eso me dediqué a la Atención Primaria. Después de no haberme venido a Hematología al Reina Sofía, que hubiese seguido con la investigación, me he alegrado enormemente y me sigo alegrando de haber sido médico de familia y me siento orgulloso de ello.

-¿Está infravalorada la Atención Primaria?

-Sí, aunque cada vez menos. Sin embargo no lo está por las personas sencillas, por el pueblo llano, que reconocen que su médico de cabecera es el que más hace por ellos. Un cirujano cardiovascular hace un trasplante y salva una vida, sin embargo tú estás al pie del cañón en el pueblo o el barrio para las vacunas, para prevenir la hipertensión o la diabetes, dar consejos... Y eso no se ve pero estás salvando muchas más vidas. Claro que es importante salvar vidas haciendo trasplantes o en operaciones difíciles, pero mucho más importante es la promoción de la salud, y eso no se palpa.

-¿Qué evolución ha sufrido la Atención Primaria desde que usted empezó hasta ahora?

-Los médicos de mi época, de asistencia pública domiciliaria, éramos un equipo de Atención Primaria andante, y los de antes más todavía. En mis tiempos pasabas consulta del seguro, tenías que certificar los nacimientos y defunciones, hacías inspecciones en bares, vaquerizas, talleres y comercios; certificabas que una casa era habitable, atendías partos si no había matrona, ibas a levantamiento de cadáveres, hacías autopsias, hacías reconocimientos en colegios y ponías vacunas, supervisabas la cloración del agua y reconocíamos a los quintos y decíamos si eran aptos para ir a la mili. Por lo tanto había cosas de sanidad pública y de veterinaria que tenías que hacer, aunque hubiera un veterinario titular. Además, tenías que seguir formándote porque tú eres estudiante de medicina desde que empiezas la carrera hasta que te mueres, tienes que estar siempre al día. Todo eso con la reforma de Atención Primaria se ha ido desgajando. Entonces estabas disponible las 24 horas del día, aunque para pasar consulta del seguro había unas dos horas o dos horas y media. En mi caso, cuando la gente se empeñó en que fuese alcalde en las primeras elecciones municipales, empezaba a las 07:00 y a lo mejor me había acostado a las 02:00 o a las 03:00 porque estaba de médico de Monturque y me habían acumulado Moriles.

-El Hospital Reina Sofía siempre ha tenido un papel preponderante en la sanidad andaluza. ¿Se está diluyendo por el empuje de otros centros y el impacto de los recortes?

-Hubo una época en la que había nombres muy conocidos y esos han dejado una escuela magnífica de médicos que quizás ahora mismo no tienen el renombre que tuvieron algunos especialistas en su tiempo pero que lo están haciendo muy bien. Pienso que el Reina Sofía sigue siendo un hospital puntero y de referencia en España.

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