Manuel García Parody. Historiador

"Córdoba carece de una élite política capaz de dinamizarla"

  • El académico invita en 'Nuevos paseos por Córdoba' a (re)descubrir una ciudad de la que subraya su carácter acogedor, si bien se muestra crítico con determinadas actitudes históricas y sociales

CÓRDOBA es muchas Córdobas y así lo refleja Manuel García Parody en su nuevo libro, en el que se reconoce heredero de Ramírez de Arellano. Catedrático jubilado de Geografía e Historia y profesor de Historia Moderna y Contemporánea de la UNED, el autor de Nuevos paseos por Córdoba (Renacimiento) es desde hace pocas semanas académico correspondiente por esta ciudad en la Real Academia de la Historia. Entre sus libros también figuran Los orígenes del socialismo en Córdoba y El silencio de la memoria.

 

-En su condición de paseante, ¿sigue haciendo descubrimientos en la ciudad?

-Sí, sin duda. El libro estaba ya en la imprenta cuando hice un paseo con un grupo de profesores de Córdoba en el que estuvimos visitando el convento de Santa Gema. Una de las monjas a las que se pidió permiso para visitarlo nos preguntó si queríamos ver una especie de palacete anexo que tiene el convento, de finales del XVII o principios del XVIII y que está en un estado de ruina lamentable. Daba miedo entrar. Su decoración recuerda mucho a la del Patio Barroco de la Diputación. Es un ejemplo de la Córdoba escondida. Las pobres monjas no saben qué hacer con él. Descubrí algo que desgraciadamente no he podido meter en el libro. Ya está casi todo descubierto, pero una ciudad como Córdoba siempre encierra cosas que uno no se imagina que pueden existir.


-¿Cuál es su zona predilecta?

-Hay un paseo especial, el quinto del libro, que va desde Puerta Sevilla hasta el mesón de la Luna. Abarca la zona monumental de la ciudad, se bordea la Mezquita, se pasa por el Puente Romano, se adentra por callejuelas espectaculares… Es una zona muy atractiva. Pero para elegir un paseo u otro muchas veces depende del día. A mí me gusta mucho la parte de la Axerquía Sur, la Magdalena, San Pedro y San Pablo. Todos los itinerarios tienen su encanto, incluso el del centro, que es la parte en la que Córdoba se ha transformado más. Es una ciudad que conserva una impronta modernista interesante y que generalmente ha tenido buenos arquitectos. Ahí están Castiñeyra o Félix Hernández, que han dejado detalles verdaderamente hermosos en su fisonomía. El centro proporciona espacios destacables como el vial, que es la primera gran intervención que ha habido en el urbanismo cordobés desde los ensanches de la época de los Cruz Conde. Y nos permite a los cordobeses ver grandes perspectivas en una ciudad tradicionalmente de perspectivas muy reducidas. Una ciudad intimista. El vial es un gran espacio abierto en el que uno puede ver muchas cosas, zonas verdes, edificios modernos de excelente calidad… Tiene también su encanto y actúa como contrapeso a la ciudad laberíntica del casco antiguo.

 

-Es interesante la manera en que la configuración urbanística de la ciudad subraya el carácter intimista que históricamente se le atribuye.

-Sí, y no sabemos qué cosa ha condicionado la otra. En Córdoba se da una singularidad, a diferencia de otras ciudades de su rango, y es que ha estado muy anquilosada. Sevilla o Granada, por ejemplo, experimentaron importantes transformaciones en los siglos en los que se transformaron las ciudades, sobre todo el XIX y el XX. Hasta el siglo XIX la mayoría de las ciudades europeas eran muy parecidas, ciudades medievales con las aportaciones del Renacimiento o de las grandes perspectivas del Barroco. Pero en ese siglo, cuando llegan las revoluciones industriales, las ciudades cambian su fisonomía, se derriban las murallas y hay que construir casas para la nueva burguesía que va surgiendo. Córdoba no tuvo revolución industrial, estuvo siempre en una actitud apática y pasiva ante los grandes cambios de la contemporaneidad. Córdoba era una ciudad de estructura agraria, de palacios y conventos, fruto del asentamiento de grandes familias y de prácticamente todas las comunidades religiosas después de la Reconquista. Eso marca su estructura y es lo que vemos en el primer plano que se hace de Córdoba, el plano de los franceses. Mientras que otras en el siglo XIX empiezan a derribar murallas y a hacer barrios y ensanches, Córdoba estuvo de espaldas al progreso, dominada por un capital agrario inmovilista que no invertía en la riqueza agrícola ni mucho menos en la industrial, salvo casos excepcionales. Y eso que muy cerca, en Peñarroya, había un complejo fabril con una poderosa multinacional al frente. Córdoba fue incapaz de crear una industria subsidiaria para beneficiarse de esto. Tampoco aprovechó la centralidad que le dio el trazado de la red ferroviaria española.  Una consecuencia de ello fue que la ciudad apenas se destruyó, apenas cambió. Podemos pasear por ella y encontrar un urbanismo que recuerda al urbanismo medieval, andalusí y romano, porque no llegó la piqueta, no llegó la innovación.

 

-A principios de los 70, Castilla del Pino escribió su artículo Apresúrese a ver Córdoba. Desde la perspectiva del paseante, ¿qué ha ganado y perdido la ciudad desde entonces?

-Yo llegué a Córdoba cuando tenía 15 años y me pareció una ciudad muy pueblerina al lado de Sevilla, de donde venía. Pero poco a poco empezó a cambiar y a modernizarse. El desarrollismo de finales de los 60 y la llegada de la Universidad supusieron algo de vida para la ciudad. Los jóvenes ya no nos teníamos que ir fuera a estudiar. Y conservaba su encanto. Yo recuerdo la ruta de los mesones, los paseos por el casco antiguo… A partir de los 70 el desarrollo urbano se hizo de una manera bastante más aceptable que en otras ciudades, con planes de ordenación urbana que por ejemplo limitaban la altura de los edificios y con la construcción de barrios modélicos como el Parque Figueroa o la zona de Santa Rosa, si bien quedaban restos del urbanismo inhumano de los años 50 y 60 en el Sector Sur o Ciudad Jardín. Se iba modernizando gracias también a los buenos arquitectos que ha tenido, y añado el nombre de Rafael de La-Hoz. Nunca ha dejado de ser una ciudad amable para vivir y de tener ese rasgo de ciudad amable y acogedora. Alguien dijo que las ciudades donde se puede vivir son aquellas en las que uno puede ir andando desde el centro hasta la periferia sin cansarse, y eso en Córdoba todavía se da.

 

-¿Es saludable recorrer la ciudad intentando adoptar la mirada del extranjero?

-Sí, es un ejercicio que recomiendo porque uno se encuentra sorpresas admirables. Yo pongo siempre el ejemplo de la fachada de la iglesia de San Pedro, por donde paso con frecuencia. Encontrarse en ese templo bajomedieval, de transición entre el románico y el gótico, con esa fachada que es una obra maestra de la arquitectura del Renacimiento, es para embelesarse. Y cabe hablar no sólo de edificios sino de conjuntos, una determinada calle, la perspectiva que tiene esa calle en distintas horas del día… La calle Judíos, por ejemplo, hay que recorrerla a diferentes horas del día y en diferentes días del año.

 

-¿Qué le disgusta de la Córdoba actual?

-Que los cordobeses no seamos conscientes de todo lo que tenemos, de todo lo que encierra la ciudad. Yo en el libro he procurado estimular al cordobés para que se sienta orgulloso de su ciudad. Córdoba tiene una vinculación enorme con personajes fundamentales como Miguel de Cervantes o Cristóbal Colón, pero ni los cordobeses lo saben ni quienes son responsables de que lo sepan se encargan de hacérselo llegar. Por el centro de Sevilla hay continuamente lápidas en las calles que aluden a Cervantes, que, realmente, sitúa allí muchos episodios de sus obras. A Córdoba la cita menos, pero también la cita, y que yo sepa sólo hay dos lápidas en la ciudad que subrayen esta vinculación, una en la plaza del Potro y otra en Puerta Osario. Y convendría que los cordobeses supieran que Cervantes, si no era cordobés, le faltó poco. Hay un documento en la parroquia del Sagrario de Sevilla que es una declaración jurada de Cervantes en un proceso en la que dice que nació y fue bautizado en Córdoba. Pero, aun admitiendo que naciera en Alcalá de Henares, él se formó en Córdoba, vivió aquí sus primeros años, y su padre, abuelo y bisabuelo eran de raíces cordobesas. Cervantes es más cordobés que Séneca, al que se llevaron a Roma a los dos años, o que el Duque de Rivas, que siendo un niño salió de la ciudad. En el caso de Colón, ninguna ciudad de la antigua corona de Castilla tuvo más vinculación con él que Córdoba. Vino en 1485, probablemente aquí se entrevistó por primera vez con los Reyes Católicos, aquí recibió el informe de la comisión de expertos que le dijo que su viaje no era factible, aquí conoció a Beatriz Enríquez de Arana, con la que tuvo una intensa relación amorosa, aquí nació su hijo Hernando… Pero para muchos cordobeses Colón es simplemente el nombre de una plaza. ¿Qué referencias externas hay sobre él en la ciudad? Una lápida que está escondida en la Diputación Provincial que recuerda que allí se alojó y el monumento de los jardines del Alcázar. No me gusta que Córdoba no sea capaz de venderse. Su feria es una copia en malo de la de Sevilla, cuando su tradición histórica se remonta al siglo XII. Los Patios, antes de la declaración de la Unesco, se tenían que haber defendido mucho más, con uñas y dientes, porque es una fiesta genuinamente cordobesa. Córdoba tiene una especie de pudor que se  asocia con la apatía. Y su historia es tremenda: capital de la Bética, el centro de Al-Ándalus… El renacimiento carolingio era una escuela comparado con lo que fue el desarrollo cultural andalusí. Pero en un momento determinado, con la caída del Califato, la ciudad empieza una decadencia enorme; como reino de taifas fue ya insignificante. Una decadencia reforzada por las modificaciones en su estructura que implicó el proceso de castellanización. Hubo ocasiones en las que la ciudad pudo progresar pero no lo hizo, por ejemplo con la propuesta de navegabilidad del Guadalquivir que realizó Fernán Pérez de Oliva, que fue desestimada porque a los propietarios aristócratas de las lindes del río no les convenía. Otro elemento que hay que apuntar es que Córdoba ha tenido importantes políticos a nivel nacional que apenas se han preocupado por su ciudad. No ha contado con una élite de poder que haya sido capaz de traer cosas a la ciudad y darle impulso.  

 

-Analicemos la Córdoba de hoy desde tres puntos de vista: el político.

-Córdoba carece de una élite política capaz de dinamizarla. Aquí el político muchas veces intenta utilizar Córdoba como una plataforma de lanzamiento hacia objetivos regionales o nacionales. Pero creo que la gran mayoría de los alcaldes ha hecho un esfuerzo grande para que siga siendo una ciudad habitable. No obstante, las autoridades todavía están muy mediatizadas por poderes fácticos que siguen vivos, dependencias de entidades financieras, grupos de presión… Esto hace que la clase política cordobesa haya sido un tanto conservadora a la hora de introducir cambios profundos en la ciudad.

 

-El empresarial.

-Mi visión en este terreno es muy pesimista. El empresariado de Córdoba, con excepciones, vive más pendiente de la subvención que de la iniciativa propia. Debería ser un poco más valiente. 

 

-Y el cultural.

-Pasa un poco lo mismo. Buena parte de la vida cultural vive pendiente de la subvención.  Y la ciudad debe valorar más lo que ya tiene. Cuando empezó la reforma del Palacio de Congresos hubo un movimiento para pedir que la Filmoteca de Andalucía se fuera de allí. Yo me quedé estupefacto: querían quitar de allí una institución cultural de esta importancia para ganar trescientas o cuatrocientas plazas para unos hipotéticos congresos... A veces no nos damos cuenta de lo que tenemos, y hay cosas que, si no las conservamos bien, quizá se vayan a otra parte...

 

-Despidió el año no sólo con nuevo libro sino también con su nombramiento como académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

-Yo digo que esto son cosas que llegan por edad… Para mí es un honor. Fue una iniciativa del profesor Carlos Martínez Shaw, entrañable amigo. Supongo que tomaré posesión en breve y me incorporaré a las tareas de la institución, que además creo que necesita nueva gente.

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