Córdoba

"Córdoba para mí lo ha sido todo y me lo ha dado todo"

  • El próximo martes este impulsor de la arquitectura moderna será nombrado Hijo adoptivo de la ciudad

AUNQUE hace 83 años nació en Ceuta, con tan sólo diez Gerardo Olivares James se estableció en Córdoba. Ésta ha sido la ciudad de su vida, a la que a veces critica pero de la que está enamorado. Aquí aprendió y desarrolló el oficio de arquitecto, primero junto a Rafael de La-Hoz Arderius y luego en solitario. Aquí formó su familia, crió a sus seis hijos y en Córdoba se encuentra el 80% de su obra. El próximo martes este arquitecto recibirá un merecido reconocimiento como Hijo adoptivo por parte del Ayuntamiento aunque, más allá de títulos, él se siente cordobés desde que llegó a esta tierra.

-¿Qué significado tiene para usted el reconocimiento como Hijo adoptivo de Córdoba?

-Todo, porque llevo viviendo aquí 70 años, salvo los diez que estuve en Madrid estudiando la carrera. Para mí Córdoba lo ha sido todo y me lo ha dado todo, de modo que es lo mejor que podían haberme hecho. Es un honor ser Hijo adoptivo de esta ciudad tan bella, con muchos defectos pero que huele muy bien. Recuerdo cómo me gustaba el olor a azahar y a jazmín que había cuando volvía de Madrid en Semana Santa.

-En realidad lo único que no ha hecho es nacer aquí.

-Yo nací entre dos continentes, el más pobre y atrasado y el más rico, adelantado y culto del mundo; África y Europa. Creo que eso también me ha marcado. Llegué aquí con diez años y desde entonces soy cordobés.

-¿Qué es Córdoba para usted?

-Es la ciudad donde han nacido todos mis hijos pero curiosamente ninguno de mis antepasados nació aquí. Luego, es la ciudad que me ha dado trabajo y que me ha hecho ejercer la profesión en unas condiciones envidiables dada la situación en la que ahora se encuentran mis compañeros. Aquí conocí a mi mujer y aunque me casé en Madrid, todo lo demás ha sido en Córdoba. Mis hijos están bautizados aquí y también hicieron la comunión. El 80% de mi obra la he hecho en Córdoba.

-De joven tuvo interés por el deporte, empezó jugando al balonmano y también al rugby.

-Yo he tenido relación con todo porque todo me ha interesado. Tuve relación con el deporte, jugaba al balonmano en Córdoba y cuando me fui a Madrid con el Atlético de Madrid. Jugué al rugby con la Escuela de Arquitectura, que era casi siempre la campeona universitaria. Me gustaban los deportes. Desgraciadamente cuando empecé a trabajar lo fui dejando, de lo cual me arrepiento.

-En su juventud también participó en el rodaje de películas.

-Sí, cuando estábamos jugando al rugby una vez apareció por allí un señor que buscaba gente para una película que se hizo muy mala pero muy cara que se llamaba Orgullo y pasión. En ella trabajaban nada menos que Frank Sinatra, Cary Grant y Sophia Loren. Estuve cuatro meses rodando de extra, tirando de un cañón, sentado al lado de una fogata... porque era sobre la Guerra de la Independencia. Luego tuve más contacto con el cine porque me encargaron unos estudios cinematográficos en Marbella que nunca se llegaron a realizar. También incluso tuve un pequeño papel en una película de mi hijo Gerardo, que luego no salió porque tuvo que cortar cinta por razones de tiempo y presupuesto.

-Deporte, cine... ¿pero cuándo sintió la llamada de la arquitectura?

-La verdad es que no hubo tal llamada. Mi padre, que era una persona muy inteligente y era profesor de Matemáticas, me dijo un día: "mira Gerardo, hay dos mundos, el de la razón y la lógica, y el de los sentidos y las emociones. A ti te gusta ese mundo y además dibujas bien, y una de las profesiones que relacionan los dos mundos, la técnica con la parte emocional, es la arquitectura". Yo no conocía a ningún arquitecto y nadie en mi familia lo era. Me fui a Madrid y ya sí me entró la vocación cuando vi las cosas nuevas que se estaban haciendo, no la arquitectura tradicional. Ahora estoy escribiendo un libro sobre la arquitectura de la época en la que yo estudiaba, que es cuando conocí la arquitectura moderna, lo que yo llamo la década dorada.

-Cuando se fue a Madrid a estudiar, ¿cómo era la Córdoba que dejaba atrás?

-Deprimente. En el 49 me fui a Madrid. Era muy amigo del sobrino de una persona que luego fue alcalde de Córdoba, y yo le decía "dile a tu tío que Córdoba tiene tres cosas que hay que resolver ya: no hay cine, hay un único periódico y no hay ni un sólo sitio donde haya exposiciones ni se escuche música". Entonces la ciudad tendría unos 100.000 habitantes. Él me contestó que entonces por qué yo vivía en Córdoba, y le contesté que me gustaba vivir aquí y por eso reconocía que estaba muy muy atrasada y necesitaba una mejora.

-¿Y urbanisticamente hablando?

-Había un centro histórico artístico que era de los más grandes de España y lo tenían bastante protegido, aunque se hizo alguna barbaridad. El alcalde Cruz Conde era una persona que viajaba y se daba cuenta de lo que estaban haciendo en las ciudades históricas como Colonia o Salamanca, donde se estaban respetando las zonas antiguas. Este hombre se propuso que en Córdoba no se las cargaran. Incluso prohibió que se construyeran edificios más altos que la torre de la Catedral. A pesar de eso, como había mucho compadreo, se lo saltaron a la torera e hicieron en Claudio Marcelo un edificio de ocho plantas que destacaba y se ve horrible. Más tarde se hizo un plan de urbanismo que ya recogió la protección del casco histórico y donde destacaba la explotación de los terrenos de la Renfe, que era el gran potencial que tenía la ciudad. Córdoba ya se había extendido hacia la sierra pero había una barrera, que era el ferrocarril, y dos pasos, el de Las Margaritas, que era a nivel, y el Viaducto, que era elevado. Eso se resolvió y ahora mismo Córdoba tiene un urbanismo que está muy bien, y el proyecto en los terrenos de la Renfe fue el complemento de esa Córdoba histórica artística que quedaba dentro de la muralla. El casco viejo no se tocó y el casco nuevo se ordenó muy bien. Luego empezaron a hacerse planes parciales a las afueras. Eso para mí estuvo menos moderado porque se permitió mucha densidad, edificios con seis o siete plantas cuando en realidad había campo de sobra. Todo porque las infraestructuras eran más baratas si se construía hacia arriba. Ahora mismo Córdoba es una ciudad que está muy bien, ha ido mejorando poco a poco.

-¿Cuándo podemos empezar a hablar de una Córdoba moderna?

-Creo que después del primer plan de ordenación serio que se hizo en Córdoba. Una de las cosas que éste cuidaba era el río y además se resolvió el paso de una margen a otra construyendo dos puentes. Otra cosa que destacó fue la zona de los terrenos de la Renfe y se convocó un concurso para su transformación. En los 70 ya empieza a aparecer la Córdoba moderna. A ello también influyó el aeropuerto y el AVE. Córdoba moderna es porque es moderna, porque hay nueva sabia que no tiene el resquemor de la guerra ni de tantas cosas negativas que los cordobeses mayores hemos vivido.

-Ha sido un viajero incansable. ¿Cuándo empezó a recorrer mundo?

-Cuando tuve dinero, porque mi primer viaje fue en la Guerra Civil en un hidroavión de Barcelona a Marsella y de allí a Menorca, donde estaba destinado mi padre. A él le encantaba la geografía. Luego hice un intercambio de estudiantes y elegí Israel. Primero iba a ser de un mes pero me quedé cuatro trabajando allí. Fui a Francia, Italia, Estambul... pero el viaje más grande lo hice cuando me casé con mi mujer y fuimos por toda Europa y luego a EEUU, porque ella es americana.

-Ha viajado mucho por el mundo, ¿le hubiera gustado vivir en otra ciudad?

-Yo elegí Córdoba, me vine aquí porque quise teniendo otras opciones. Un día estaba dando una vuelta y de pronto pasé por el despacho de Rafael de La-Hoz. No lo conocía de nada pero subí a verlo. Me quedé con él y empecé a trabajar, a hacer proyectos y a firmarlos. Estuve con él hasta que se fue a Madrid y montó allí un estudio con su hijo. Yo me quedé aquí, rajando a veces de Córdoba, pero fiel y enamorado de ella.

-¿Qué supuso para usted Rafael de La-Hoz?

-Desde el punto de vista profesional todo, de amistad todo. Era una persona que siempre que podía me ayudaba. Después de mi padre, creo que ha sido la persona que más me ha influido. Era un ser excepcional. Comencé a trabajar con él en el 58 y estuvimos hasta el 85 más o menos. Entonces me asocié con Pepe Chastang.

-Cuando regresó a Córdoba tras sus estudios en Madrid, ¿notó una evolución en la ciudad?

-Noté que ya había llegado Rafael de La-Hoz y estaba haciendo algunas cosas que no eran lo de siempre, por ejemplo hizo una tienda en la calle Gondomar que se llamaba Vogue o la Cámara de Comercio, que además fue la primera vez que artistas modernos como Oteiza o Pascual Lara colaboraban. Córdoba ya estaba cambiando pero muy poquito. Luego llegué yo y llegaron otros y la arquitectura moderna se fue extendiendo.

-¿Qué proyectos ha hecho en Córdoba y de cuál se siente más orgulloso?

-En Córdoba hemos hecho la Caja Provincial de Ahorros, hice la reforma y transformación de la Universidad Laboral en campus de Rabanales y de la facultad de Veterinaria en Rectorado, también la facultad de Ciencias del Trabajo, la ampliación de Derecho, la reforma y ampliación del Palacio de Congresos, el Hospital Provincial, viviendas de la Caja Provincial, muchos colegios y guarderías, el Parque Figueroa... Muchas de estas cosas con Rafael de La-Hoz, las de la universidad no. ¿Cuál es la que más me gusta? He hecho muchas cosas buenas y también algunas malas que cada vez que paso intento no mirar. Había un arquitecto que decía que los médicos entierran sus errores pero nosotros lo único que podemos hacer es plantar árboles delante.

-¿Cree que se han cometido barbaridades urbanísticas en las últimas décadas?

-En las últimas y en las primeras. En la década de los 60 España fue el ejemplo de lo que no se debía hacer. Yo siempre he estado suscrito a revistas de arquitectura. De hecho yo descubrí la arquitectura no por los profesores, sino por las revistas que llegaban a la biblioteca de la escuela. En los años 60 una revista inglesa llamada Architectural Review publicó un artículo de un arquitecto inglés que había viajado en coche desde la Costa Brava hasta Portugal haciendo fotos de lo que veía cada 25 kilómetros. Publicaron una selección de esas imágenes bajo el título "Un ejemplo de lo que no se debe hacer en urbanismo", para que los ingleses lo aprendieran. Fue una codicia. Lo único bueno es que como siempre hemos estado muy orgullosos de nuestro patrimonio, de las cosas consagradas, eso se ha salvado. A nadie se le ocurriría tocar la Mezquita ni esas callejuelas estrechas de la Judería.

-Sin embargo el Puente Romano sí lo hemos tocado.

-El Puente Romano tiene de romano lo que tú y yo. Hay gente a la que no le gusta, yo no doy mi opinión.

-¿Qué piensa del conflicto que hay con el Centro de Convenciones del Parque Joyero y el Palacio de Congresos de Torrijos?

-Por una parte Cajasur tenía el muerto del Parque Joyero y se lo cedió al Ayuntamiento para que lo promocionase. Por otra, el Palacio de Congresos es un edificio que está infrautilizado, al lado de la Catedral y del Obispado, que era el palacio califal, ambos separados por una muralla árabe que yo descubrí cuando hicimos la obra de reforma. Está en un enclave urbanístico a nivel mundial único, privilegiado, ¿y nos vamos a ir al Parque Joyero, a un polígono industrial? ¿Allí vamos a llevar a los participantes de un congreso de cardiología, por ejemplo? Entonces, ¿cuál es la fórmula? Se confunde lo que es palacio de exposiciones con congresos. Por eso, lo ideal era la ampliación y complementación del Palacio de Congresos para congresos y que se hiciera un espacio para exposiciones y convenciones. ¿Cómo vas a meter por ejemplo tractores en el Palacio de Congresos? Para su arreglo me pidieron opinión para las bases del concurso y ya han empezado la reforma.

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