El no antiguo tan régimen

Los latigazos se han reconvertido en cartas de pago y en llamadas constantes de los bancos o financieras

Es cierto que no todo ser humano sabe cómo dirigir los designios de un país. Quizás, porque nos hemos acostumbrado a ser liderados por personas con un perfil bajo, en su carácter profesional, que ha ascendido a un puesto determinado a costa de dejar cadáveres por el camino.

Siempre he sostenido que el sistema capitalista que tenemos en nuestro país ha estado sujeto al antiguo régimen, quizás porque parte de una partitocracia y que al final no permite que existe un ejercicio pleno de los derechos y libertades del ciudadano en el ejercicio publico de su deber. Ha sido un poco como ese concepto que nos quieren implantar que España en su conjunto no es un estado federal y que hay que evolucionar hacia tal objetivo, con una reforma constitucional que blinde una seria de competencias y que expresa abiertamente el nuevo orden. Cuando en realidad lo que en realidad están proponiendo es una modificación de la Carta Magma para constituir un estado confederal.

Llámenlo cómo quieran. Pongan el eufemismo que deseen. Pero esto sigue siendo un estado cuya forma de gestión se asemeja al antiguo régimen, gobierne quin gobierne. Lo que ha cambiado es la imagen del noble bajando ladera abajo con el látigo a cuestas, para requerir la parte de la cosecha que le corresponde –a esto se le llama impuestos de sociedades, impuestos de bienes y servicios, etc. Ya no existen los graneros con las últimas cosechas donde el señor expoliaba la última espiga de pan –ahora se llama comisión por servicios, gastos de mantenimiento de cuenta, reclamación de saldo deudor, IBI, rodaje, etc. Antes el amo tenía el derecho de pernada sobre su súbdito -ahora a esto se le llama I.R.P.F, IVA, IGIC, etc. Antiguamente, los señores tenía derechos sobre las tierras que cultivaban los campesinos –ahora se denomina impuesto de sucesión, patrimonio, donaciones, etc. Ha pasado el tiempo, las formas y maneras de someter al pueblo llano se han refinado y se han actualizado. La esclavitud se llama contrato, crédito e hipoteca. Los latigazos se han reconvertido en cartas de pago y en llamadas constantes de los bancos o financieras. Todo correctamente articulado para seguir sometiendo a los hombres y mujeres en el discurso único, sostenido por las podredumbres de aquellos que lo avocan a tener un sistema mediocre, cuando en realidad no lo es.

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