Cultura

"Tengo la cabeza tan mal como siempre. Nunca he dejado de ser una 'locatis"

  • La autora de 'Olvidado rey Gudú', ganadora del Premio Nacional de las Letras Españolas, prepara una nueva novela

Lo suyo no son las etiquetas. Reconoce que siempre ha sido "la rara" de una generación de escritores que vieron en la posguerra material ingente para la ficción. Ana María Matute (Barcelona, 1926) reniega de cualquier tópico o palabro que la clasifique, excepto de uno patentado por ella misma: los niños asombrados. Aquellos que asistieron a la vorágine de una guerra como marionetas sin rumbo, "asombrados" con lo que veían y no llegaban a entender.

-¿Suele frecuentar los encuentros literarios?

-No doy conferencias ni charlas, simplemente contesto preguntas. Hablo sobre la creación literaria, sobre mi vida de escritora, en definitiva sobre todo lo que tenga que ver con la literatura.

-En su última novela, Paraíso inhabitado, regresa a la infancia, una de sus etapas más noveladas. ¿Con qué propósito?

-Hablo de lo triste que es crecer, meterse en el mundo de los adultos, ver cómo tus sueños se rompen de repente, cómo se muere gente y ese mundo que te creías se rompe y se acaba de repente, no poco a poco. Por eso se llama Paraíso inhabitado, porque no vive nadie allí, no existe nada en él.

-Sufrir una guerra con tan sólo diez años habrá influido en esa percepción...

-No hablo en el libro exactamente de la guerra. Se centra en los años 30, antes de que estallara, en los años de la crispación. Hablo de los incendios en los conventos, del malestar, de ese clima social y político que lo inundaba todo, y de una niña que sabe que está al final de algo de una manera muy tajante.

-¿Hay algo de autobiográfico en esos recuerdos?

-Escribir es un ejercicio de memoria. Los recuerdos están ahí, lo que te ha rodeado, lo que has respirado. Pero no es una novela autobiográfica.

-¿Le gusta que la incluyan entre los mejores novelistas de la posguerra española?

-Ni me gusta ni me disgusta, me da igual. Es cierto que mi generación es la de los años 50, pero cuando se dio en la literatura esa epidemia de realismo social yo no la practicaba. Siempre he sido la rara. No es que no tuviera consciencia de los que estábamos viviendo, sabía que pasábamos por momentos históricos muy graves. Pero yo no escribía de los obreros, por ejemplo, entre otras cosas porque ellos no leían ese tipo de novelas. En una primera época, cuando empecé con 17 años a escribir, sí practicaba ese realismo, pero luego una va evolucionando.

-Usted patentó la expresión niños asombrados para referirse a una infancia testigo de esa guerra. ¿Le ha ayudado escribir sobre ello?

-No sé si me ha ayudado o dolido, lo que sí sé es que me ha marcado. Éramos unos niños a los que se nos encasquetaba en un bando u otro dependiendo de la familia a la que perteneciéramos, sin darnos derecho a opinar, porque además no éramos conscientes.

-En 1996 ingresa en la Real Academia de la Lengua, y se convierte en la tercera mujer aceptada. Ahora acaba de sumarse una más, la escritora Soledad Puértolas. ¿Qué opinión le merece?

-Me ha encantado. Las anteriores fueron científicas e historiadoras, y ahora llega ella, que aparte de ser una estupenda novelista es una magnífica amiga. Pero no creo que influya de ninguna manera especial el hecho de que haya ya cinco mujeres en la RAE, que ha evolucionado mucho. Cuando yo entré no hubo ningún problema, y si lo hubo yo no me enteré.

-De un tiempo a esta parte el nombre de García Lorca está muy presente a raíz de las excavaciones fallidas para hallar su tumba. ¿Qué significó Lorca para usted?

-Lorca fue un grandísimo poeta, yo le he leído mucho y lo sigo haciendo. Me pareció una monstruosidad lo que se hizo con él. Pero no estoy al tanto de toda esa polémica de ahora.

-Después de casi 70 años en la profesión, ¿aún piensa en seguir novelando?

-Sí, de hecho tengo ya a medias la próxima novela. No tiene nada que ver con esta última pero no me gusta hablar de ella porque da mal fario.

-¿Se siente con fuerzas?

-Me fallan los huesos y tengo la cabeza tan mal como siempre. Nunca he dejado de ser una locatis (risas).

-Eso de que su cuerpo es viejo pero su corazón joven sigue siendo cierto...

-Que mi cuerpo es viejo está claro; ahora, lo del corazón joven depende de qué jóvenes. Algunos parecen más viejos que yo, con tan poca vitalidad y curiosidad, tan plastas. Yo a mis 84 años aún tengo proyectos, eso querrá decir que tengo un resquicio de juventud.

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