Cultura

"Un rosario de la aurora siempre es mejor que un 'botellón', sin duda"

  • El poeta repasa la Córdoba que conoció en su infancia y la compara con la actual en un balance cuyo resultado no es muy positivo para la ciudad de nuestros días

La exposición que desde ayer se puede visitar en la Casa Góngora ofrece una visión distinta tanto de la obra como de la persona de Pablo García Baena. Retratos, ejemplares de publicaciones, textos autógrafos de diversos autores, objetos diversos y, sobre todo, muchas fotografías. Desde las familiares, con los abuelos al frente, hasta las más recientes. A través de ellas se puede hacer también un recorrido por los rincones preferidos de Pablo García Baena: Trassierra, la Catedral, la Fuensanta, las tabernas desaparecidas, el río. Además, no faltan los amigos a los que se les ha mantenido la lealtad durante toda una vida y cuyos apellidos son también protagonistas en la biografía del poeta: Liébana, Cantueso, Aumente, Del Moral, Molina, Bernier, García-Pantaleón, Fernández-Arroyo y tantos otros.

-En esta exposición hay objetos de todo tipo, fundamentalmente fotografías en las que siempre destaca el entorno, la ciudad. ¿Qué hay en esta muestra de esa Córdoba en buena parte desconocida para las generaciones actuales?

-Está Córdoba muy presente en la misma casa, que es una casa cordobesa llena de historia. Los objetos que he traído están bastante bien ambientados. De la Córdoba perdida están los amigos, los de Cántico, en la taberna Minguitos; ellos han desaparecido y la taberna también. La Córdoba perdida está en mi memoria, la veo siempre tal y como era, con un rumor de música que puede ser Falla, que puede ser una fuente. Por eso quise que brotara el agua en este patio, algo que los políticos no quieren porque les hace sombra cuando hablan, pero a mí me gustaba que se oyera el rumor de la fuente. Hay mucha Córdoba también en los recuerdos de Trassierra, de mi niñez, con mis primos en el campo. La Córdoba perdida, en el fondo, somos todos, que vamos envejeciendo y esta Córdoba ya es otra.

-¿Su generación supo disfrutar de la ciudad de manera distinta a como lo hace la actual?

-Totalmente. Disfrutábamos mucho. Un rosario de la aurora siempre es mejor que un botellón, sin duda, no tiene comparación. He odiado siempre la Feria y pensar que todos los sábados hay una multitud de ésas en el botellón me horroriza, no iría jamás. Me encanta estar con los amigos, y beber, pero no con desconocidos. Esas fotografías que se ven ahora de avenidas con botellones, o de El Arenal cuajado de gente... No, por Dios. Menos gente.

-¿La de antes era una Córdoba más íntima, más recatada, más de puertas adentro?

-Claro, era el momento de las queridas, de las entretenidas y todo eso era a base de señales. Se cuenta de una señora que recibía a un amigo y ponía un pañuelo en el balcón para que el marido no entrara en la casa en esos momentos. Era esa Córdoba secreta de la que todavía no se ha contado nada. Afortunadamente, el misterio está ahí. Esas mujeres, esas cortesanas de la época, tan devotas, tan queridas, tan discretas, cuando pasaban no te decían adiós, sólo levantaban las cejas como saludo. Ésa es la Córdoba de verdad, así debe ser Córdoba; no este jolgorio que nos tienen montado.

-Cada vez que habla del proceso de degradación que vive esa Córdoba que usted conoció utiliza siempre el término "mascarada". ¿Por qué?

-Porque todo se ha convertido en una mascarada: si hay una romería, se ha convertido en una batalla de flores; si hay una batalla de flores, se ha convertido en algo fallero, y así todo. Nada es propio de la ciudad. De la Semana Santa no digamos; son contadas las cofradías que están conformes con el entorno. Ves cosas que desde luego te indignan.

-¿Dónde puede estar el origen de todo esto: en un desconocimiento de la ciudad o en un afán por emular modelos ajenos?

-Principalmente en un desconocimiento, porque Córdoba no tiene que emular nada. Córdoba es Córdoba y es "la primera de las ciudades de España", que decía Alfonso X el Sabio. Entonces, no tenemos por qué crear un Rocío falso de marismas, ni rosarios de la aurora con tamboriles. ¿Dónde estamos? ¿En Córdoba? Esa Córdoba no la quiero.

-¿La situación es irreconducible?

-No, se reconduciría en el momento en que la gente se diera cuenta y apreciara cuanto hay de auténtico en las cosas. Me parecen muy bien los rosarios de la aurora, pero qué pintan los tamboriles y las letras que hablan de las marismas y de cosas de esas. Si es la hermandad del Rocío, que lo lleve, ¿pero las demás? ¿Por qué? Las dolorosas que oyen eso irán horrorizadas, diciendo: "Dónde me llevan".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios