Balonmano

Carlos Molina y su vida color azulgrana

  • El jugador cordobés analiza sus primeras experiencias en el Barcelona apenas un mes después de llegar al club catalán

"Esto es genial, impresionante", dice sin esconder su felicidad Carlos Molina, el lateral izquierdo cordobés que apenas un mes después de su llegada al Barcelona ya está plenamente integrado en el día a día del que, dicen, es el club más grande del mundo.

La suya es una de esas historias reservadas para unos pocos elegidos, un sueño que sólo está al alcance de los mejores. Tras formarse en la cantera del Córdoba BM, el jugador del Sector Sur llamó la atención de los técnicos de la Federación Española, que el año pasado empezaron a contar con él para la selección juvenil. Sus actuaciones en los torneos de Egipto o Guadalajara y el Europeo de la República Checa le pusieron definitivamente en el escaparate de los grandes, y el Barcelona se fijó en sus largos brazos, en su mortífero lanzamiento y en su capacidad de progresión en las próximas temporadas.

Barcelonés de nacimiento -aunque cordobés a todos los efectos- y culé de corazón, la decisión no ofrecía dudas. Molina se marchó al club catalán para seguir progresando en el juvenil azulgrana con la opción de jugar algunos partidos en el equipo de Primera Nacional, aunque en las primeras semanas las expectativas se han visto sobrepasadas.

"Las primeras sensaciones son increíbles", apunta Carlos, "porque llevo varias semanas entrenando con el primer equipo a las órdenes de Manolo Cadenas. Estoy al lado de Nagy, Eric Gull, Ugalde...", dice con la ilusión del que vive un sueño hecho realidad.

Recibir los consejos de Demetrio Lozano -"me considero su discípulo, porque me da muchos consejos"-, los golpes de los duros defensas culés o las broncas del propio Cadenas le están haciendo madurar a marchas forzadas, aunque destaca la enorme amabilidad y cariño con que ha sido recibido en el club.

"Estoy muy orgulloso de estar aquí", reconoce el lateral, al que las primeras semanas en el Barcelona le han hecho ponerse "unas metas mucho más grandes. Supone mucho sacrificio, pero estoy aprendiendo mucho más que en cualquier sitio, porque estoy rodeado de alguno de los mejores jugadores del mundo". Además, pese a todas las dificultades, pese a la nostalgia y a la dura adaptación a una nueva ciudad y un nuevo idioma -las clases del instituto son en catalán-, Carlos tiene claro que "lo peor ya ha pasado y estoy aquí por todos los que me apoyaron". Y esto sólo ha empezado.

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