El resto del tintero

Pedro pierde sus barones

Como Cortés, Pedro Sánchez ha quemado todas sus naves, el del 20 de diciembre es un camino de no retorno; si no consigue entrar entonces en la Moncloa, una buena parte del PSOE intentará descabalgarlo de la Secretaría General. Su equipo en Ferraz y su gente en el Congreso saben que se ha echado al partido encima, no a la militancia, pero sí a los barones, a los dirigentes medios y a los notables de gran ascendencia en la formación. Si tropieza esta vez, no tendrá las dos oportunidades con las que contó Mariano Rajoy. Quienes lo conocen bien no lo definen como el tipo pusilánime que a veces proyecta, no es un cordero que se dejará degollar, es un secretario que ha ganado unas elecciones primarias, tiene una legitimidad que no es la del dedazo y se resistirá. Pero en los últimos meses el candidato del PSOE a la Presidencia se ha ido ganando, casi uno a uno, la desconfianza de los barones regionales y la intranquilidad de sus padrinos políticos. Ya no sólo es Susana Díaz, la presidenta andaluza, la mujer que lo elevó en julio de 2014 al puesto de secretario general y que se desencantó con él al cabo de los dos meses. Si Sánchez no consigue ser presidente en enero, o no logra un buen resultado por encima de los 105 escaños, la poderosa oposición que se ha ido gestando en su contra dentro del partido se levantará para sacarlo de la Secretaría, ya sea como hace el PSOE estas cosas tradicionalmente, es decir, forzando su dimisión, o enfrentándolo con otro competidor en el congreso de invierno. "Se lo está jugando todo a una sola carta", comenta uno de los diputados socialistas que más tiempo lleva en el Congreso.

Pedro Sánchez, alto, guapo, nacido en Tetuán en 1972, realizó una apuesta personal forzado por la necesidad. Él era uno de los tres chicos de José Blanco, junto a Óscar López y Antonio Hernando, que ganaron al congreso de Alfredo Pérez Rubalcaba, pero fue el único que no tuvo suerte. Ni tuvo cargo orgánico ni entró en el Congreso. Se dedicó a dar clases en la Camilo José Cela y a terminar su tesis doctoral. Cuando Cristina Narbona dejó el escaño, la sucedió (era el siguiente en la lista) y vio su oportunidad. En octubre de 2013, en el mismo congreso andaluz que Susana Díaz fue elegida secretaria general del PSOE andaluz, Sánchez mantuvo una entrevista en un hotel granadino con Rafael Román y Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que fueron sus dos primeros apoyos. Meses más tarde, en el restaurante gallego Orixe se conjuraron los primeros diez pedristas. La dimisión de Rubalcaba, forzado por el resultado de las europeas pero también por la presión del PSOE andaluz de Griñán y Susana Díaz, le ofreció la oportunidad de lanzarse por la Secretaría General. El apoyo de Susana Díaz, que decidió no competir con Eduardo Madina a pesar de que hubiese ganado ese congreso, catapultó a este desconocido diputado.

Ésa es la breve historia de su ascenso, pero Pedro Sánchez ha sumado a una serie de errores parciales, su gran fallo de estrategia con el fichaje de Irene Lozano, la ex diputada de UPyD, martillo del PSOE y exégeta del régimen socialista del sur. A pesar de ser advertido, Sánchez y su equipo optaron por no consultar este polémico fichaje con ninguno de sus barones; ni siquiera con los presidentes autonómicos que le son más cercanos, el asturiano Javier Fernández, y el extremeño Guillermo Fernández-Vara. Javier Fernández no se lo podía permitir, Irene Lozano había liderado la corriente en UPyD en contra del pacto con los socialistas en Asturias. Quizás por eso ni le llamó. Sabía cuál sería su respuesta. Estos dos presidentes apoyaron en su día a Eduardo Madina como secretario general, pero una vez celebradas las primarias, se pusieron a sus órdenes. Hasta ahora. Javier Fernández no fue al comité federal de la semana pasada en señal de protesta, y sus emisarios asturianos se salieron de la reunión. Así que Sánchez ya no cuenta con los fernández para la batalla final. Tiene a casi todos los barones enfrente, esperando a ver el resultado del 20-D para actuar. Susana Díaz y el valenciano Ximo Puig nunca estuvieron con él, pero a Sánchez sólo le queda Miquel Iceta y la madrileña Sara Hernández. Felipe González y Alfonso Guerra también han cuestionado un fichaje que motivó, incluso, una intervención de Micaela Navarro, presidenta del PSOE federal, en la Ejecutiva del pasado lunes.

Además de las divergencias propias de dos competidores por un mismo liderazgo, entre Sánchez y Susana Díaz hay una diferencia de fondo sobre el espacio que debe ocupar el PSOE. Susana Díaz no comparte la opinión de que sea necesario conseguir la Presidencia del Gobierno casi como sea, mediante una alianza fraguada con el voto de Ciudadanos y la abstención de Podemos, si el PSOE no es el partido más votado. La andaluza no bendice estos sumatorios para desbancar a Mariano Rajoy, y el grupo de diputados socialistas andaluces en el Congreso se está constituyendo como una mano en Madrid de Susana Díaz por si la situación se extrema. Carme Chacón, desde Cataluña, hace lo mismo. Hay hechos llamativos. Pedro Sánchez quería que la onubense María Luisa Faneca fuera diputada en la siguiente legislatura, es miembro de la Ejecutiva federal y fue una de las personas con las que estuvo este verano en sus estancias en Andalucía. Y ha valido simplemente esta muestra de interés para que Faneca haya sido apartada de las listas. "Tampoco Pedro se ha hecho valer", comenta un veterano socialista andaluz, crítico de Susana Díaz. A Madrid sólo irán quienes compartan el criterio de la dirección andaluza: si no gana por votos, el PSOE no gobernará.

Susana Díaz y Pedro Sánchez no es que se lleven mal, es que no se llevan. El secretario general pasó varias semanas este verano en Chiclana, en La Antilla y en Mojácar, pero no visitó a nadie de la dirección socialista. Ni una cerveza. Pedro sabe guardar las formas, pero está dolido y no quería intrusos en un ambiente de familia y amigos. Se vio con la citada Faneca en Huelva y en Cádiz con el alcalde de Chiclana, José María Román, y su hermano, el ex diputado Rafael Román. Sánchez no quiso llamar a Manuel Jiménez Barrios, vicepresidente de la Junta y en esas semanas presidente en funciones por la baja maternal de Susana Díaz, a pesar de que vive a escasos metros del hotel donde se alojó.

"Eso ya no tiene remedio", comenta una fuente desde Ferraz, las relaciones entre ambos y la de sus respectivos equipos están perdidas. Si desde Andalucía no le pasan nada a Sánchez -basta que salga con una bandera de España en Cataluña para que Díaz conteste que lo que, realmente, une a los españoles es la Constitución-, en Ferraz se ponen de los nervios cuando se anuncian las entrevistas de Susana Díaz en las cadenas nacionales de radio y de televisión. Sonada, por ejemplo, fue su entrevista con Pepa Bueno en la Ser el mismo día de su incorporación de la baja, cuando le respondió a la periodista que fuese ella quien preguntase a Pedro Sánchez qué entendía él por las "singularidades" de Cataluña. Saltaban chispas y no de energía estática. "Es verdad que Pedro tampoco ha hecho nada por ganarse a Susana", comenta la misma fuente, que indica que el secretario general tampoco es el bambi que pudiera parecer.

La desavenencia es de ida y vuelta. Un retraso en el AVE hizo que Susana Díaz llegase 17 minutos tarde a la reunión del comité federal de hace una semana, pero Pedro Sánchez prefirió comenzar su intervención sin esperar este breve tramo de tiempo de cortesía a pesar de que es lo habitual. Uno de los errores que casi todos los consultados atribuyen a Pedro Sánchez es que habla poco con otros dirigentes del partido. Nadie sabía lo de Lozano, como pocos conocían que la presentación del programa socialista iba a pivotar en torno a la asignatura de Religión, un asunto que no figura ni entre las inquietudes de los españoles.

El portavoz Antonio Hernando y el diputado malagueño Miguel Ángel Heredia intentaron conciliar a las dos partes sin éxito. Es más, a Heredia tanto trabajo de diplomático entre Ferraz y San Telmo le costó la velada acusación de que se había pasado al pedrismo, tal como le sucedió al sevillano Antonio Pradas, secretario de Política Federal de la Ejecutiva, señalado también de desviacionismo durante unos meses. No hay opciones, pues, para el reencuentro, los canales de comunicación están cerrados, al menos, hasta el 20 de diciembre.

Susana Díaz tiene una vocación política nacional, eso se viene viendo desde hace un año y medio. Supo no subirse al tren en el verano de 2014, y optó por esperar a otro convoy. Quizás pase el del 20 de diciembre. Esto es cierto, le mueve la ambición personal, pero la mala relación no viene de ello, Díaz podría haber optado por esperar en silencio a la caída de Sánchez mientras lo adulaba a la manera vaticana. El arranque del malestar proviene del supuesto acuerdo al que llegó con Pedro Sánchez en el congreso que ganó. Según varias fuentes que difieren en matices pero no en la sustancia, Susana Díaz y los otros líderes que apoyaron al madrileño, entre otros el defenestrado Tomás Gómez, Pedro Sánchez recibió el apoyo para ser secretario general, pero no candidato a la Presidencia del Gobierno. Eso ya se vería, por eso las elecciones primarias de noviembre se atrasaron a junio. Algunos pedristas se dieron cuenta del trato, junio era después de mayo, tras las elecciones municipales y autonómicas. Sin embargo, a la vuelta de ese verano, en septiembre, Pedro Sánchez anunció su voluntad de presentarse a las primarias. Aquello comenzó a desbaratarlo todo. Susana Díaz haría públicas sus primeras diferencias a raíz de la intervención de Sánchez en el programa Sálvame, pero la ruptura llegó cuando Sánchez destituyó a Tomás Sánchez el 11 de febrero como secretario general de Madrid. Los andaluces no llegaron a entrar en la reunión de la Ejecutiva donde se acordó el cese, a la orden de que no podían legitimarlo.

Pocas horas después, volvieron a reunirse en Madrid los mismos que apoyaron a Sánchez, pero sin Sánchez, una suerte de velatorio en torno a un Tomás Gómez presente y en el que Susana Díaz le habría dicho "tranquilo, canijo, que en nada estoy yo aquí", según ha relatado el periodista Manuel Jabois sin que nadie le haya rectificado.

Susana Díaz cree más en el centro, en la posición centrada del PSOE, que Pedro Sánchez; se siente más integrada en su partido; es mejor comunicadora, pero como líder también es un pozo de ambición que suele administrar con un poderoso autocontrol, ella no va a ser una Penélope que pierde su vida en una estación a la espera del tren. El PSOE ya no es el del verano de 2014, cuando era la única presidenta socialista de peso, ahora están los Fernández-Vara, los Emiliano García-Page y los Ximo Piug, y una parte de la militancia que también se habrá ganado Sánchez. Sin embargo, hay coincidencia en la fecha del 20 de diciembre como clave para el futuro del socialismo. Si el secretario general no logra gobernar, los movimientos comenzarán el lunes siguiente. Si baja de los 100 diputados, no quedará nada de la corta etapa de Pedro.

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