Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Pensamiento lateral

Frente a la rígida aritmética normativa se han activado vías alternativas menos traumáticas y más efectivas

Seguramente que muchos de ustedes conocerán el curioso debate abierto estos días sobre las respuestas que un niño de 7 años dio en un examen de matemáticas. La pregunta formulada por su profesor rezaba: "Escribe a continuación los siguientes números", acompañada de una lista: diez, noventa y ocho, ochenta y uno, sesenta y seis... El pequeño respondió tal que así: 11, 99, 82, 67... El profesor dio por suspensa la prueba, pero su padre, disconforme, expuso el tema en las redes sociales al entender que su hijo mereció aprobar porque, efectivamente, había escrito en cada caso el "siguiente" número. Incluso la RAE se vio impelida a intervenir vía Twitter a fin de aclarar si el enunciado de la pregunta era correcto.

Leo en La Vanguardia -indispensable estos días a fin de ampliar las perspectivas sobre la situación en Cataluña- que la anécdota está conectada con lo que los expertos denominan "pensamiento lateral", consistente en la búsqueda de soluciones creativas a los problemas, fuera de los márgenes y rompiendo moldes, en "pensar fuera de la caja", según la traducción literal del término acuñado en 1967 por el psicólogo Edward de Bono.

Creo que algo de pensamiento lateral hay en los pasos dados por el Gobierno para resolver la algarada catalana. Frente a la rígida aritmética normativa del 155 y a la mano dura invocada por Aznar y otros muchos -deseosos quizá de ver los tanques patrullando por Barcelona- se han activado vías alternativas menos traumáticas y mucho más efectivas para resolver esta crisis: la fuga de los bancos y empresas de Cataluña, el unánime apoyo internacional al Ejecutivo, la división de los independentistas con la espantá de la CUP y las diferencias en el seno del propio Govern, la decisiva actuación de jueces y fiscales con el apoyo de la Policía y la Guardia Civil, el inédito frente común de PP-PSOE-C's y los afinados mensajes lanzados por Felipe VI en defensa del orden constitucional (tanto para consumo externo como interno, incluidos los inquilinos de los cuarteles) demuestran que había y hay pasos previos "fuera de la caja" antes de tomar una decisión tan drástica como destituir a Puigdemont y su ejecutivo, elegidos democráticamente en unos comicios.

El Senado se reunirá el próximo viernes para autorizar al Gobierno a la suspensión de la autonomía catalana, un proceso cuya aplicación ocupará dos semanas más. Hay tiempo. Anoche, lo único salvable del discurso de Puigdemont fue que evitó hablar de una declaración de independencia por parte del Parlament, lo que deja abierta la posibilidad de que sea él quien convoque unas elecciones antes de que lo haga Rajoy. Eso evitaría la suspensión de facto de la autonomía y supondría el inicio de una nueva partida en la que el pueblo, al contrario que el 1 de octubre, tendría la palabra con todas las garantías legales.

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