Escribir hoy día no es fácil, tampoco lo es hablar. Sin embargo es lo que más hacemos, cuando lo más fácil sería escuchar.

Hoy pensé escribir de política, la campaña electoral andaluza ya está aquí. Pero no puedo hacerlo, se me desboca la adrenalina y me sube la bilirrubina como a Pedro Guerra, ya ha llovido desde su canción (más que café). Pero menos que las barbaridades que recibimos algunos por decir lo que pensamos.

Después he pensado escribir de televisión. Mal asunto entre programas insultantes, noticias falseadas, graciosos irrespetuosos y un zapping interminable para no poder ver ya ni la tan socorrida 2. Esa que creo que nunca nadie vio.

Me decido a escribir del amor, eterno tema que a todos interesa levantando el ánimo o bajándolo igual que se iza o arría una bandera. ¿He dicho bandera? ¡Viva España! Que me pierdo...

Quizá sea mejor escribir del tiempo, el meteorológico. El tema socorrido de los ascensores cuando van lentos y el vecino se te ha colado en el habitáculo en el último momento y te fastidia el presumido retoque en el espejo antes de pisar el asfalto. O el selfie de turno tan de moda con el fondo de sus puertas de photocall. Pero tampoco es buena idea adentrarme en el mundo del cambio climático tan falso como como una campaña electoral. Que me pierdo otra vez...

Hablemos de poesía entonces. De Bécquer y su tumba en el Panteón de los Sevillanos Ilustres. ¿He dicho Ilustres? Pero si allí van cuatro a verlos, porque el de la guitarra está en el bar de esquina. En el de los veladores no, en el otro. En ese del que se llevaron todas las mesas, con altramuces incluidos, mientras el Paseo de Colón era un hervidero de cachimbas. Ay, mi Campana desolada y Curro solo. Nada, que me vuelvo a perder en los problemas de los ciudadanos. Y esto no está de moda, señores. Las modas cambian como se cambia una bolsa de basura en la que antes de cerrar, cuando parece que ya no cabe nada más, aún metemos el último insulto, la última desfachatez de un mísero 'político', los números del paro, la cola de ambulatorio, las comisiones de los bancos, cien inmigrantes y hasta los ancianos que nos sobran.

Que me pierdo en la basura de este país que nos está quedando y mi popurrí alegre se ha convertido en una ranchera de Chavela Vargas.

Y mira que lo he intentado.

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