Antena 3 acaba de cancelar Arusitys Prime a su segunda entrega y aguara a retomarlo, quizá, en un mejor momento. Tal vez cuando pueda ofrecer una fórmula diferente que la del espacio diario despertador en La Sexta. Lo que parece fantástico, atinado y engrasado a las ocho de la mañana se convierte en una cantinela cansina en horario nocturno, cuando la chicha y el acelerón de la hora de levantarse se convierte a la hora de la cena en un comportamiento lisérgico.

Arús, al que se le aprecia su olfato vivo por la actualidad y hacer una televisión al límite del low cost con ingenio, sorprendió en este regreso nocturno. Y la sorpresa no era por lo que ofrecía sino porque era un calco a lo que ya sirve por la mañana, más una buena ración de personajes en directo, con ese corazón de saldo, tan del gusto de la factoría de donde surgió el cuñado Javier Cárdenas. El otro viernes se conectaba con la casa rococó de Bigote Arrocet, tras pasar María Teresa Campos en la noche del estreno, y se hablaba por teléfono con la madre del hijo de Camilo Sesto.

No son exactamente personajes para Antena 3 ni una fórmula para esta cadena que lleva una década prescindiendo del corazoneo habitual que da pulmones y alas a su competencia directa, Telecinco. Ahora que se ha abierto una sonora brecha de audiencia entre las dos grandes privadas, que a su vez plasma el estilo y la línea editorial de cada una de ellas, Antena 3 debe persistir en una filosofía que le ha llevado a lucir notorios índices de audiencia sin la dopamina del reality. Y sucede cuando a Telecinco le han zarandeado publicitariamente GH por la presunta violación de hace dos años y cuando el proyectil que lanza Mediaset contra Atresmedia es acusarla de ser "la cadena triste".

Son guerras mediáticas de los dos gigantes, que se están acuchillan mientras deben pagar millonadas de multa por sus apaños de publicidad. Antena 3 había caído en la tentación de telecinquearse los viernes. Si hay que entregarse de nuevo al corazón había que hacerlo bien.

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