No hay que olvidar la principal causa de desigualdad en la fiebre izquierdista de las identidades.

A Felipe VI le sobran estas lecturas y conoce bien qué flancos se abren por cada vítor partidista a su persona.

Si un napolitano está alegre paga su café y deja otro pagado en suspenso, para que algún día alguien lo beba.

La conversión de los valores feministas en valores comunes diluye parte de su fuerza movilizadora a favor de la izquierda.

La importancia política del odio no es ajena a un concepto mediocre y puramente tribal de amistad.

El efecto materno determina también el paisaje de la Princesa Nueva, tan lejano este al del simpático primo Froilán.

No descartemos que se escenifique una involuntaria sesión de autoparodia del partido reaccionario español.

En España el regeneracionismo político que surge del antinacionalismo termina diluyéndose.

La impureza inteligente fue, durante años, nuestra gran virtud pública.

"Es una guerra santa", afirmaban muchos de los asaltantes al Congreso Federal de Brasil.